Se aproximan fechas, felices, tristes, emotivas, falsas, fechas cargadas de sentimientos que durante el año parecen escondidos, pero que ahora, en estas fechas, se llenan de un extraño sentido.

En aquella lejana pandemia afloraron sentimientos parecidos, las necesidades parecían más presentes, y la empatía cobró un sentido que pareció hacernos cambiar. Todo fue pasando, y la empatía volvió a esa rutina propia de la navidad.

Todos los años recordamos lo mismo, nos reprochamos el olvido en que caemos cuando llega la cuesta de enero, porque cada cual vuelve a lo suyo, al egoísmo mundano que llevamos pegado al ADN. Nunca es tarde para recordarnos nuestros sentimientos de finales de año, y que olvidamos pronto, quizás demasiado pronto.



No creo que el ser humano cambie, y me imagino que muchos asentirán, compartirán y volverán al olvido. Muchos no caerán en los tópicos, y seguirán desarrollando labores propias de la navidad, compartiendo, ayudando y procurando facilitar las cosas a quien más lo necesiten.

Quizás por una vez, sea hora de reconocer esa labor callada, que día a día, de Enero a Enero, nos demuestra que la caridad, la compasión y el cariñó deben de estar presentes durante todo el año, con comedores, con albergues, con alimentos, con ropa, con gestos, grandes y pequeños de los que, porque no, también algunos malintencionadamente, se aprovechan.

La Navidad no nos servirá para darnos cuenta, ni para cambiar, solo servirá para eclipsar la labor de los que durante todo el año donan alimentos, para ensombrecer la labor de quienes intentan dar refugio y comida a quienes comen todos los días, no solo en Navidad. Para ellos vaya mi reconocimiento y mi ayuda, pues la experiencia a veces es un gran valor, y nuestro aislado hecho de hoy es para ellos algo cotidiano que manejan con destreza. Para ellos vaya mi apoyo, y quizás, mi permanencia, pues no es bueno pedir cordura en cabeza ajena sin empezar por la propia.

Quizás el mejor compromiso, empezando por uno mismo, y eligiendo cada cual lo que más le llene, empiece por el compromiso de no llevar diez kilos de azúcar a las monjas, sino en llevarles este mes solo dos, y dos de grano el que viene, y dos de fruta el siguiente, y así, hasta volver a llevarles dos kilos de azúcar a las monjas para que puedan hacer dulces y venderlos, sin olvidar que el resto del año dan de comer a mucha gente.