“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

El pasado 24/11 de este 2023 se ha “celebrado” el conocido como Black Friday, uno de los días más esperados del año para los consumidores y comerciantes, unas fechas (no sólo el viernes) caracterizadas por las rebajas en tiendas minoristas y en grandes almacenes, que inaugura la temporada de compras navideñas. Pero una importante parte de las compras que se hacen en estos días, en torno al 50% según he podido averiguar, se realizan por Internet, “online”, y a este tipo de comercio dedicaré el capítulo de hoy.

Cientos de millones de personas compran por Internet. Pero las empresas que están detrás de este tipo de negocio dejan mucho que desear en el trato social, humano y de remuneración con cuantos empleados se buscan la vida dentro de ellas. Desde los almacenes donde se deposita la mercancía, la paquetería, hasta los canales de reparto, hay muchas miserias que conviene descubrir.

Comento hoy dos películas que llaman a la conciencia, a propósito de este tipo de comercio: Vida y muerte en un almacén (2022), de A. Rafaele; Sorry we missed you (2019), de K. Loach (ya escribí sobre este filme en la entrega sobre Loach).

VIDA Y MUERTE EN UN ALMACÉN (2022). Buena película gracias a la dirección de Aysha Rafaele y Joseph Bullman, y a un guion muy bien trabado de Helen Black y el propio Bullman. Tiene la duración adecuada y un correcto reparto con actuaciones de Aimee-Ffion Edwards, Poppy Lee Friar o Craig Parkinson, entre otros.

Es una película basada en hechos reales, duros y rozando el maltrato y la vejación. Está pensada para la televisión y pienso que es imprescindible verla, porque encierra una denuncia contra todas esas empresas de ventas por Internet.

Filme que apuesta por el formato “falso documental”, que introduce la cámara en los eternos pasillos de paquetes de estas empresas y nos acerca a esos siervos del comercio online, a dramas y situaciones, trabajadores obligados a una eficiencia fatal para su vida.

Explotación de las muy duras. Operarios con número y vigilancia continua, hasta del tiempo que tardan en ir al baño, que es tiempo perdido para la empresa, lo cual hace que se parezcan más a reclusos de un presidio o de un campo de concentración. Para no perder tiempo en ir al baño van provistos de recipientes para orinar durante trabajo.

Los derechos son prácticamente cero, no está bien vista la sindicación, las bajas por enfermedad son improbables, charlar con un compañero en esos kilométricos pasillos de bultos donde la soledad y el cansancio campan está prohibido, porque afecta a la colecta de paquetes.

Trama sencilla y cruel. Una joven, Megan y una jefecilla de almacén con el coco bien comido por las consignas de la empresa, pone su empeño en los resultados por encima de todo.

Para ello presiona a una colega y antigua amiga, una chica embarazada, para que aumente su "tasa" de recogida de paquetes, lo cual tendrá consecuencias muy malas para su gestación.

Los que mandan, a su vez, son mandados y hay mano de obra esclava a disposición, aún en condiciones insalubres y riesgosas. Recoger paquetes a todo trapo para que el comprador reciba, en un tiempo récord como sabemos, la jodida porquería que haya comprado.

Una radiografía de lo que es trabajar en estos almacenes, lo cual se extiende también a los repartidores, etc. Trabajadores alienados y sin respiro, en un trabajo rutinario y estúpido, para meramente sobrevivir y poder pagar el alquiler y las facturas de siempre.

La película deja mal cuerpo, peor, deja fatal. Porque lo que vemos son sucesos y hechos ciertos que no queremos ver, pero que sabemos que son así. Sabemos que en este tipo de almacenes se explota y se saca la sangre al máximo a personas que trabajan con intensidad y premura.

Pero yo me pregunto y digo ¿Por qué en Black Friday, Reyes, cumpleaños o cualquier día del año no compramos en las tiendas del barrio? Todo cuanto necesitamos está, para la mayoría de las personas, a unos metros de su casa en que un dependiente nos atiende amablemente, rostro humano, nos aconseja y nos lo agradece. El precio, prácticamente el mismo.

Más extenso en revista ENCADENADOS.

 

SORRY WE MISSED YOU (2019). Filme del magistral Ken Loach, otra cinta que perturba, referida ahora a los repartidores de la mercancía del comercio online. Una obra que produce inquietud: se ve la injusticia y la explotación.

Ken Loach ha declarado que una película puede muy hacer poco, pero que tal vez, al visionar esta cinta el público pueda recuperar cierto sentimiento de lucha al darse cuenta de cuán intolerable es la realidad que plantea.

Película que habla de una historia que puede ser real, habla de personajes y situaciones que vemos cotidianamente, gente azuzada y empujada a buscarse la vida, que suscita compasión, hombres y mujeres que aspiran a una vida decorosa.

Cuenta la historia de Ricky (Hitchen) y su familia. Han luchado duro para salir adelante. El padre de familia se ve ante una nueva oportunidad como falso trabajador autónomo, la ilusión de ser el propio jefe; un trabajo con jornadas interminables repartiendo paquetes. Su esposa cuida ancianos y enfermos.

Para que Ricky pueda tener una furgoneta venden el auto de ella. Pero las consecuencias de tan largas jornadas, provoca que los lazos familiares entre él, su esposa (Honeywood) y sus hijos se irán resquebrajando.

Loach plantea un auténtico drama social, con un trabajo actoral estupendo, como estupendos son Kris Hitchen y Debbie Honeywood encarnando a sacrificados cabezas de una familia fatalmente abocada al drama por el esclavismo rampante del mercado laboral. Se trata de actores desconocidos que interpretan muy bien a las personas comunes, las de la calle.

En su empresa de paquetería, el protagonista Rick hace kilómetros sin fin. Anhela una remuneración suficiente y comprarse una vivienda. Trabaja 16 horas diarias durante seis días a la semana. Pero irá descubriendo las condiciones draconianas de su empleo y la terrible sensación de no tener salida a su difícil situación.

Loach, un viejo rebelde ante la injusticia, cuenta en este filme nada más que lo que vemos al asomarnos a algún servicio de paquetería en bicicleta, en moto, en camioneta o servicio de reparto urgente. Mal pagados, velocidad, estrés y llegada al domicilio con la lengua fuera.

A veces, cuando llegan no está el receptor del paquete y tienen que dejar con angustia ese escrito que da título a la película: “Sorry, we missed you” (Lo siento, te hemos echado de menos). Currantes precarios con un futuro incierto y arriesgando la vida.

Es loable el excelente guion de Paul Laverty, el habitual colaborador de Loach, que utiliza escenas rápidas, una presurosa cámara, diálogos de vértigo, plano y contraplano, todo bordeando el melodrama.

Todo con una ascética expresiva en forma de cine vivo, urgente, para levantar conciencias y alzar la voz, protestar, rebelarse contra esta locura en que se ha convertido la vida moderna del consumo voraz a domicilio.

Es por lo tanto una película de combate, febril, que es comprensiva con el que sufre los abusos de empresas crueles que ni siquiera permiten que un padre vaya a ayudar a su hijo en una situación límite; o que exige que vaya a trabajar con las costillas rotas.

El filme mantiene una tensión dramática que constituye el centro del relato como necesidad narrativa. Situaciones que se encadenan de manera ineludible, porque son fruto de una lógica fatal; imágenes con sentimiento y verdad. Una filmación hecha con naturalidad, logrando encuadrar en un mismo plano la afligida existencia de toda una familia.

Desvela los entresijos de esa denominada “nueva economía colaborativa”, concepto muy engañoso tras el cual se descubren los crueles ambages de un capitalismo salvaje, donde ciertas empresas tratan a los trabajadores peor que los señores feudales a sus vasallos. El nuevo caciquismo de las firmas de reparto que no reparan en los riesgos de quienes trabajan para ellos. El lema es: reparte cuanto más mejor en el menor tiempo posible; y el resto… que te jodan.

El director británico declaró: “Según el proyecto neoliberal, la mano de obra debe ser vulnerable, porque así aceptará salarios bajos, contratos basura y trabajos temporales. Y para que el trabajador siga siendo vulnerable hay que hacerle creer que tiene lo que merece. Ese es el secreto: recordar a los humillados que la culpa es suya. Porque si la culpa fuera del sistema habría que cambiarlo, y eso, de momento, no interesa”.

La tesis del filme es la enorme dificultad para frenar la injusticia, dado el fenómeno tan actual de que cada vez más trabajadores se convierten en “emprendedores” de su propio infortunio. Entonces, como dice Loach, es el trabajador quien se labra su propia desgracia, no el sistema, una gran farsa.

Más extenso en revista THE JOURNALIST.