Se acercan días de fiesta, la Navidad es momento de celebración, vendrá mucha gente de fuera para pasar días con la familia, y estoy convencido de que también vendrán gente a pasarlo bien. El verano dejó huella en muchas personas, sobre todo jóvenes, que lo pasaron bien, algunos, como es normal en esa edad, abusaron.

No creo que el tema sea para un debate político, ni que se pueda limitar la entrada a no ser que se acredite un comportamiento ejemplar, algo más propio de una dictadura, en donde el control del ciudadano y sus quehaceres eran materia del propio estado. Eso era propio de las ciudades con dictaduras no clásicas, pues si pensamos en ese tipo de gobierno muchos pensaran en Mussolini, en Franco.



Tenemos ejemplos mucho más recientes que esos, y cercanos. Por eso no me extraña que haya personas que pidan el control de las personas que beben, como si fuera un delito, como si hacer ruido lo fuera, como si alterar el orden público, a esos niveles debiera condenarse con pena de cárcel.

Estoy convencido de que se acerca una Navidad cargada de consumo de alcohol, tanto por parte de gente de fuera como por parte de quienes celebran sus comidas de Navidad, tanto familiares como de trabajo.

En poco menos de un mes, la ciudad se llenará de fiestas parecidas a las despedidas de solteros, con grupos de compañeros de trabajo dándalo todo, gritando, bailando, orinando en algunos casos donde no debieran. Se llenarán de grupos que vendrán de fuera también, y algunos de los que viven aquí se trasladarán a beber a otras localidades.

Esos desplazamientos serán a nivel nacional, yo mismo tengo previsto acudir con unos amigos de Sevilla a comer a alguna otra localidad, donde dormiremos, y les aseguro que beberemos, cantaremos, gritaremos, alteraremos el orden a altas horas de la noche, y seguro que molestaremos a alguien, pero… en absoluto pienso que hagamos turismo de borrachera, al igual que tampoco ese adjetivo gusta mucho a las familias de los grupos de jóvenes que vienen a pasarlo bien.

Tampoco creo que esa definición agrade a todos los portuenses que consumen alcohol en la calle, ni a sus familiares. Es fácil lanzar consignas al aire, limitar nuestros derechos, y luego presumir de tolerancia, respeto y libertad… para quienes.

No soy joven, y en ocasiones mi comportamiento puede ser molesto, pero así es la vida, porque dentro de límites amplios, todos toleramos en algún momento algo, a sabiendas de que nosotros también molestamos. Pero cuidado con la defensa de la intolerancia, con la protección de la intolerancia porque eso puede no tener límite alguno.