Hay un arenero en la plaza con porte de torero que maneja el rastrillo con lentitud, gustándose y soñando muletazos cada vez que sale al ruedo. El paseíllo lo siente como nadie y solo le falta liarse el capote de paseo. Y cuando tiene que taparse porque van a sonar los clarines, lo hace con parsimonia y andares de torero. Incluso lleva las patillas a lo César Palacios, el célebre arenero de Las Ventas. Me llevo fijando en todos los festejos, aunque en lo que deberíamos prestar atención y grabarlo en la memoria es en los monosabios, porque en unos años dejarán de hacer el paseíllo ya que la fiesta va camino de suprimir el tercio de varas. No deja de sorprenderme, y ya llevamos muchos años con el mismo vicio, que el respetable ovacione al picador por simular la suerte de varas. Hasta han convertido en tradición despedir con aplausos al varilarguero del último toro, mientras toma el camino contrario a las agujas del reloj hacia el patio de caballos.

También capta mi atención la legión de figurantes que se reúnen en la plaza cada vez que torea Morante o un torero de relumbrón, aunque lo del cigarrero es especial. Esos que han tomado el “Morantismo” como una religión y jalean cualquier detalle en el ruedo, porque son Morantistas por la gracia de Dios. Los mismos que suelen pasar de la fiesta porque se han convertido en hooligans, y no ven más allá que Morante.

No hay que dejar de mencionar a los melómanos que a las primeras de cambio piden música como si les fuese la vida en ello. ¡Pero si el maestro de la banda tiene la batuta afilada! Menos mal que parece que ha pasado de moda el fandango cantado desde el tendido, el Concierto de Aranjuez, y la música de La Misión. El teatro de comedias se celebra muy cerquita.

Pero lo que no entiende de modas ni de cánones es la tropa que pide orejas. La fuerte petición del segundo trofeo a Talavante retrata la escasa cultura taurina de los que hoy en día, en inmensa mayoría, pueblan las plazas de toros. Después de que el estoque asome, no se puede conceder una segunda oreja. Por muy bien que estuviese el torero, que lo estuvo, pero la suerte suprema hay que ejecutarla correctamente. La colocación de la espada rubrica una buena faena, y hasta se han concedido orejas por una excelente estocada. Talavante no pudo hacer nada ante su primer oponente porque al iniciar el trasteo con la muleta, el animal se lesionó en una mano, y el extremeño no tuvo más opción que finalizar la faena. Por su parte, en el quinto de la tarde consiguió levantar a los aficionados de sus asientos, con un comienzo de toreo en redondo de hinojos, para continuar su labor por ambos pitones con mucha torería y empaque. Por una vez el presidente de la corrida se mantuvo firme para no conceder la segunda oreja que el público reclamaba. Ese es el camino, señor Carrero.



Morante de la Puebla venía de reaparecer en Huesca y parecía que esta iba a ser por fin, la tarde esperada en la plaza de El Puerto. En el primero lanceó a la verónica ejecutando varias con mucha plasticidad. En la muleta, el toro llegó justito de fuerzas por lo que Morante optó por una faena de detalles y desplantes, con el gracejo que le caracteriza, y obtuvo la primera oreja de la tarde tras una estocada fea. Cosas de los figurantes.

En el cuarto parecía que aquello tomaría altos vuelos, pero nada más brindar al público el toro se rajó, renunciando a la pelea y Morante tuvo pocas opciones de redondear la tarde. Otro año será.

También arrastra muchos partidarios Pablo Aguado, quizá el torero al que se encomienda la afición de Sevilla como posible continuador de la dinastía del arte. Es posible que le tocara el lote menos propicio, pero hay que reconocerle al torero su disposición y buen hacer. El quite por chicuelinas en el tercero de la tarde caló hondo en los tendidos. Con la muleta, anduvo muy torero, especialmente al natural. Casi todo lo hace con mucha lentitud, y da gusto verle torear. En el sexto pudo venir la tragedia, ya que las dos veces que entró a matar, el toro lo prendió y se vivieron momentos tensos. El público le premió con una oreja que le abría la puerta grande, tras una faena porfiona en la que estuvo muy por encima del toro.

Los figurantes son legión. Cada vez más, aunque solo sea en las corridas de la socialité. Porque no me negarán que en muchas ocasiones se asemejan a actos benéficos. Pero el que no debe estar para bromas es Carlos Zúñiga, el empresario que ha programado un buen ciclo, no siendo correspondido por el público, salvo excepciones. Este año se ha ganado el título de filántropo.  Va a llegar el día que, como ocurrió en la pandemia con el fútbol, las gradas tengan que llenarlas con figurantes, pero de cartón. Eso sí, blandiendo el pañuelo, mientras el arenero sueña el toreo en cada rastrillada. ¡Qué cosa más grande!

 

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Juan Pedro Domecq. Bien presentados. Tres cuartos de plaza.

MORANTE DE LA PUEBLA: Bajonazo (oreja); media estocada contraria (ovación y saludos).

ALEJANDRO TALAVANTE: Estocada (silencio); estocada que hace guardia y estocada (oreja).

PABLO AGUADO: Estocada trasera atravesada (oreja); pinchazo y media estocada (oreja).