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Francia ha tenido sus pecados históricos cometidos en tiempos no tan lejanos y llevados al cine. Por ejemplo, hay obras que arremeten contra el antisemitismo francés en los años ’40, como en “Adios, señor Haffmann” (2021), o Monsieur Batignole (2001), de G. Jugnot; y Lacombre Lucien (1974), de L. Maille.

En esta entrega me refiero a filmes sobre los abusos coloniales galos en África con películas como: Padre y soldado (2022), de M. Vadepied; La victoria en Chantant (1976), de J.J Annaud; y La batalla de Argel (1966), de P. Pontecorvo.

PADRE Y SOLDADO (2022). La película empieza en 1917 con Bakary (Sy) y su hijo de 17 años Thierno (Dong) en su país de origen, Senegal, donde trabajan conduciendo su ganado como pastores de vacas. Son sabedores de que el ejército francés ha estado secuestrando a jóvenes senegaleses y enviándolos a Europa para luchar por Francia en la I Guerra Mundial.

Mientras padre e hijo intentan escapar del reclutamiento obligatorio, Thierno es arrestado y obligado a dejar a su familia para una guerra que no es la suya en un país que no conoce. El padre se alista voluntario para seguir a su hijo y cuidarlo.

"Pase lo que pase, no nos separamos", le dice el padre a su hijo. Palabras que de nada valen cuando están a punto de enzarzarse a tiros en una tierra de nadie que se va llenando de cadáveres bajo el fuego de los obuses.

Desde el primer día que llegan a Europa, Bakary busca constantemente una salida, pero sin dinero para sobornos están atrapados. El teniente blanco Chambreau (Bloquet) toma a Thierno bajo su protección y comienza a adoctrinarlo para que crea que luchar por Francia es lo mejor que puede hacer en la vida.

Thierno comienza a inflarse de espíritu patrio-francés y desafia a su padre, mientras comienza a disfrutar de la libertad y de la autoridad que conlleva su nuevo rango de cabo. El padre hará lo imposible para evitar que su hijo muera en el campo de batalla.

La película abrió Un Certain Regard en el Festival de Cannes, lo cual tiene un doble mensaje: ensalzar la memoria de los africanos que acabaron enamorándose de Francia; y por otro lado en honor a la celebridad mundial francesa que es Omar Sy.

La dirección Mathieud Vadepied es aceptable y combina escenas de acción con momentos íntimos y familiares. El problema es el guion de Olivier Demangel y el propio Vadepied, que no explica bien cómo los personajes procesan los efectos del trauma del secuestro-reclutamiento. Cuando se alude a ello, se hace con una naturalidad que rompe el esquema de trauma, que es siempre fatal y extremo.

En el reparto, Omar Sy es la estrella a la película y hace un rol de hombre osado como patriarca preocupado. Pero con un tono excesivamente melodramático, y resta a otros personajes africanos, lo potencialmente conmovedor de sus actuaciones. Sy y Alssane Dong (el hijo) ofrecen lo mejor de su oficio, buenas actuaciones. Junto a ellos un largo reparto donde destaca Jonas Bloquet, bien como el oficial blanco.

La música del compositor franco-griego Alexandre Desplat (que tiene dos Oscar en su haber) acompaña la emotiva y trágica historia y la envuelve con notas graves y absorbentes que le viene muy bien a la historia. Magnífica la fotografía del venezolano Luis Armando Arteaga, que capta el contraste entre los paisajes de Senegal y los campos de batalla en Francia.

Gran diseño de sonido, que ayuda a favorecer la experiencia inmersiva que el guion apenas roza. La película tiene un sonido nítido y limpio, cada explosión, disparos, golpes, tropiezos y otros elementos de la guerra, se escuchan y se sienten.

Película, en fin, que toca conceptos delicados sobre un capítulo oscuro en la historia de Francia, pero que no está interesada en profundizar en ello. Vadepied abandona los argumentos que abre (reclutamiento, etc.) para centrase en el vínculo padre-hijo, algo que hemos visto docenas de veces antes y en historias más cándidas.

Puede que en el futuro aparezcan películas sobre este tema modeladas por cineastas que puedan elevar esta temática tan peliaguda a un mayor nivel de análisis histórico; o sea, más críticos. Esta acaba celebrando el valor y el sacrificio de los tirailleurs senegaleses, que fue el cuerpo colonial de infantería del ejército francés reclutado a la fuerza para ir en vanguardia y poner el cuerpo nada más salir de las trincheras. O sea, carne de cañón.

Sólo en los créditos finales, viene el mensaje conmovedor sobre la responsabilidad que Francia cometió durante la guerra, reconociendo a los soldados olvidados de las colonias africanas. Para llegar a esta terrible y vergonzante conclusión, han pasado ya 109 minutos, muchos de ellos de relleno y dedicados a asuntos secundarios.

Así y todo, tal vez algunos espíritus sensibles se sientan afectados por los momentos finales. Si algo impacta es, no tanto el escenario, las tropelías de la Francia de la época ni los abusos hacia la población africana. Lo angustia son los ojos de Sy cuando se da cuenta que, como senegalés, está en una guerra ajena, con riesgo para la vida de su amado hijo.

Más extenso en revista ENCADENADOS.

 

LA VICTORIA EN CHANTANT (1976). Esta estupenda obra del director galo Jean Jacques Annaud mereció el Oscar a la película de habla no inglesa en su momento.

La acción se sitúa en África Ecuatorial, hay un Fuerte francés, Coulais, con nativos viviendo en él pacíficamente. Hay bar, una tienda y un pequeño militar con unos pocos colonos franceses, comerciantes, soldados, misioneros y mujeres. Cerca hay otro enclave militar, este es alemán, no tienen problemas entre ellos, se llevan amistosamente y la vida es tranquila.

Pero llega el momento de la declaración oficial de la I Guerra Mundial y después de meses esperando órdenes, sin tener noticias claras, se ven obligados a enfrentarse con las tropas alemanas.

Para aumentar sus efectivos, los franceses reclutan soldados entre los nativos, proveyéndolos de rifles y uniformes, pero con escasa instrucción. El enfrentamiento será desigual.

La cosa graciosa está en un sarcasmo omnipresente durante todo el metraje (alguno la ha comparado con la peli española “La vaquilla” de Berlanga). Los blancos tratan a los negros como bestezuelas, salvo los dos oficiales. Los nativos están hasta el moño de los blancos y los insultan a la mínima ocasión, incluso los estafan. Los civiles franceses aparecen como seres patéticos, lo cual que no cabe otra que reír.

Actuaciones bien de la mayoría del reparto, destacando Jacques Spiesser, pero también Jacques Dufilho o Ctherine Rouvel. Buena la fotografía de Claude Agostini y la música de Pierre Bachelet.

La ideología destapa la hipocresía de mandar a los negros a un combate a muerte que no tiene sentido, pues es un enfrentamiento entre amigos. Pero se ven obligados a participar en la contienda para mantener su dominio geopolítico.

Impactante, sorprendente, divertida sátira antibelicista, un filme que supera las expectativas, un clásico de Annaud.

 

LA BATALLA DE ARGEL (1966). Película del director Gillo Pontecorvo que habla de los comienzos, el desarrollo y el punto final de pugna y enfrentamiento entre el Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN) y las autoridades coloniales francesas, en la Guerra de Independencia de Argelia (1954-1962). El protagonista, Ali La Pointe, es uno de activistas más sobresalientes de la Casbah de Árgel.

Es una experiencia cinematográfica profunda, por momentos dura, cínica, veraz, cruel y desgarradora: una extraordinaria experiencia.

Película dinámica muy bien llevada por su director, excelente música de Ennio Morricone y llamativa la fotografía (B&N) de Marcello Gatti.

Especie de documental tan actual hoy como el día de su estreno, con una condición pictórica y una crudeza sugestiva, habla sobre esa otra guerra pagada y patrocinada por el Estado, sobre el terror.

Se aprende la historia del país galo y sus colonias, la guerra de guerrillas, de cuánto es capaz de hacer y de arriesgar la población argelina para conseguir la legítima independencia frente al colono o invasor y, sobre todo, una estupenda película-arte.

Además, es un tratado geopolítico y una poderosa y perdurable obra de arte, es también “un equilibrio único entre el lirismo romántico y el lirismo duro”, como apunta B. Keenlyside.