Hay historias reales de racismo que han motivado importantes películas. Hoy escribiré sobre el estreno, Till, el crimen que lo cambió todo (2022), de Ch. Chukwu; y 12 años de esclavitud (2013), de S. McQueen. Historias verídicas y terribles que es preciso recordar.
TILL, EL CRIMEN QUE LO CAMBIÓ TODO (2022). Acaba de morir en Lousiana a los 88 años Carolyn Bryan Donnhan, mujer blanca real y olvidada. Denunció a un adolescente negro por haberle silbado a la salida del trabajo, lo cual tendría calamitosas consecuencias. Se trataba del jovenzuelo de color Emmett Till y el caso conmocionó a la sociedad estadounidense.
Emmett Till se atrevió a dirigirse familiarmente a una mujer blanca y terminó con su secuestro, tortura y asesinato. Pero esa muerte no tuvo ninguna consecuencia para los responsables, y se convirtió en un punto crítico en el movimiento de los derechos civiles de los negros.
Esta película aborda el caso centrándose en la madre del joven, Mamie Till-Mobley (Deadwyler) y su lucha valiente para encontrar alguna forma de justicia para su hijo. El resultado es una película hecha con una empatía inquebrantable y un coraje cabal.
Till es un niño de 14 años, animoso, le gusta cantar, bailar e imitar los números televisivos. Vive felizmente en Chicago con su madre, viuda de guerra, y está también muy próximo a su abuela. Alentado por esta, aunque contra la opinión de la madre, Till viaje a Misisipi a conocer a sus primos.
El asunto es que, tras el trabajo con sus primos en el algodón, en una pequeña tienda se dirige a la mujer (blanca) del local con la broma infantil de que parecía una actriz de cine. Eso fue suficiente para que fueran a por él, lo golpearan y lo mataran.
Tras el brutal asesinato de Emmett Louis Till en 1955, su madre se arma de valor para reclamar justicia en medio de una sociedad dividida. Esta cinta es la historia de una madre que buscó justicia para su hijo asesinado. Víctima trágica, su muerte sigue considerándose uno de los ejemplos más terribles de racismo en toda la historia estadounidense contemporánea.
La directora nigeriana Chinonye Chukwu nos cuenta con pleno control de las claves del cine americano, la historia de Till, un púber de catorce años de raza negra que vive con su madre en Chicago y que resultará fatalmente muerto por unos racistas asesinos.
Chukwu recurre a una serie de elecciones estéticas que sorprenden para bien, incluidos brillantes colores y la luz de exhibición (magnífica fotografía de Bobby Bukowski); intercala cambios temporales, atrás-adelante, especie de recesos en la trama con cambios de luz asombrosos, más claros para recuerdos retrospectivos. Muy muy acertada la música de Abel Korzeniowski, que siembra el ambiente de turbación y tensión con elegidas canciones pop y desgarradoras olas orquestales.
Ambientación con gran diseño de la producción escénica. Detalles de época (calles, automóviles, etc.). Muy cuidado el vestuario de mediados de siglo pasado. Muchos detalles como el empapelado del dormitorio de Emmett, el cabello planchado de Mamie y los juegos de joyas cuidadosamente combinados.
En cuanto al guion, Keith Beauchamp, Chukwu y Michael Reilly adaptan la autobiografía de Simeon Wright, primo de Till y testigo directo de los acontecimientos. Son impactantes y dramáticas las escenas de la identificación del cuerpo desfigurado del muchacho. Una madre que lo palpa centímetro a centímetro, cuando recibe el cuerpo proveniente de Missouri en avanzado estado de descomposición.
El foco de atención principal está en el impacto del funeral con el ataúd abierto en Chicago, subrayando la contundente claridad con que Mamie defiende a su hijo y cómo, su postura, anima a otros a hacerlo también. Y se compromete en la causa, no sólo de su hijo, sino de todos los negros que sufren el maltrato racista.
Cuando la tía abuela de Emmett está en el entierro, Elizabeth (muy bien Keisha Tillis), manifiesta que no puede mirar el rostro del muchacho en el ataúd. La madre de Emmett le dice que debe hacerlo, y lo hace en un tono que es como si nos hablara a todos; se dirige al auditorio que abarrota la sala funeraria y a los espectadores. Insta a no apartar la vista de la barbarie.
Mamie Till-Mobley es un papel intenso y lleno de matices que interpreta Danielle Deadwyler, actriz que realmente se vuelca en un remolino emociones, aguantando bien primerísimos planos de un repertorio emocional intenso y extenso. Otras actrices y actores secundan magistalmente: Woophi Goldberg (la abuela de Emmett); Sean Patrick Thomas (el amoroso y solidario novioI; magnífico Frankie Faison como el padre de Mamie que la acompaña en todo momento. Y Emmett, encarnado por un Jalyn Hall muy expresivo.
Chukwu mantiene la película alejada de clichés narrativos y adornos dramáticos y huye de la violencia explícita, su prioridad es la denuncia de un sistema legal y social que perpetúa el racismo.
Post scriptum
Esta gran obra no ha sido incluida por la Academia de Hollywood entre sus candidatas los Oscar 2023, descartando una de las favoritas. La directora cree que su no nominación se debe a un caso de misoginia y racismo contra las mujeres negras: «Vivimos en un mundo y trabajamos para industrias agresivamente empeñadas en sostener la supremacía blanca y en perpetuar una misoginia descarada contra las mujeres negras», ha declarado Chukwu.
Publicado más extenso en revista ENCADENADOS.
12 AÑOS DE ESCLAVITUD (2013). Cuenta la película un acontecimiento real ocurrido en 1850, cuando Solomon Northup, un músico negro y libre que vivía en Nueva York con su familia una vida normal es secuestrado y drogado por unos desconocidos para venderlo en el sur como esclavo, concretamente en Louisiana.
Solomon, que siempre alberga la esperanza de recobrar su anterior vida, contempla en su actual circunstancia de esclavo, cómo a su alrededor, sus colegas de destino, hombres y mujeres sucumben a las vejaciones, la tortura y al abuso de todo tipo, entrando en estado de desesperanza total muchos de ellos. A partir de ahí se desarrolla esta odisea, en la que el protagonista corre grandes riesgos, y pone su confianza en la gente más insospechada a fin de recobrar su libertad, lo cual que por lo general le acarrea malas consecuencias.
Un enorme Steve McQueen dirige este filme con un gran guion de John Ridley basado en la biografía de Solomon Northup, un negro libre del norte que pasó doce años de pesadilla esclavista. Una genial música de Hans Zimmer, banda sonora taciturna, contenida y minimalista, acompaña a una excelente fotografía de Sean Bobbitt, que a través de paisajes boscosos pero inhóspitos, adoba la historia de una gran desolación.
Y qué decir de las interpretaciones. El papel protagonista de Chiwetel Ejiofor es de una calidad excepcional y con toda seguridad será mencionado al Oscar en su modalidad de actor principal; pero es que el de Michael Fassbender es también un rol de gran intensidad como esclavista psicópata, alcohólico y violador. La escena suya en el momento del castigo a latigazos a la joven esclava hace retumbar los corazones sensibles hacia el odio y la rabia: una actuación de lujo.
En realidad, es todo el reparto el que da un do de pecho coral sobresaliente: Sarah Paulson (la pareja de cuidado de Fassbender), el vendedor de esclavos Giamatti, el esclavista escrupuloso Cumberbatch, Paul Dano el capataz, o el civilizado canadiense que precipita el final, Brad Pitt. Todos están a cuál mejor.
Esta película se convertirá de seguro en un clásico. Su vehemencia, su realismo, su crudeza y una trama que, aunque no lo parezca es muy actual, convierten a este filme en una apología contra la trata de personas, contra la esclavitud y la explotación.
Tal como si leyéramos al psiquiatra y psicólogo existencialista Victor Frankl (1905-1997) cuando refiere su experiencia en los campos de concentración nazi, en esta película destaca de manera principal la voluntad de vivir del ser humano que se encuentra en situaciones de extrema humillación, padecimiento y angustia. Esa es la fuerza que hace soportar todo lo insoportable a Solomon. Frankl refirió el concepto “optimismo trágico”: la capacidad de tolerar y afrontar con entereza e incluso optimismo, acontecimientos dramáticos, la pérdida de la libertad, el sufrimiento, la vejación, todo lo que enfrenta a una persona con sus interrogantes más profundos. Como dice Frankl, estos acontecimientos y otros de gran envergadura dolorosa, constituyen "triada trágica de la vida": el sufrimiento inevitable, la culpa inexcusable y la muerte inevadible.
También que el psicoanalista Erich Fromm (1900-1980) expuso interesantes ideas y observaciones sobre el temor del hombre a liberarse de sus ataduras sociales y morales convencionales para atreverse a ser genuinamente libre (“El miedo a la libertad”). Al ver esta película, uno se da cuenta del esfuerzo y la enorme batalla interna que se ha de desplegar, cuando la libertad se pierde en toda su crudeza y alguien tiene que deshacerse, no ya del yugo físico meramente, sino de la sombra introyectada del opresor que entra dentro del esclavo y lo aliena hasta límites insospechados.
Quizá a muchos espectadores les chirríe la crudeza de muchas escenas, pero si uno se deja llevar por la excelencia del filme, entonces puede atisbar una especie de identificación con el oprimido, que pone en claro la necesidad de que esa escenografía sangrienta y cruel se proyecte en la pantalla a modo de denuncia.
Y como decía, no sólo a modo de denuncia de lo que fue en aquel siglo XIX en la América del Norte de pre Guerra de Secesión, sino de lo que ocurre hoy día, pues es en este mundo en que vivimos cuando la trata de personas cobra una relevancia inusitada en la prostitución, los trabajos humillantes para gentes del tercer mundo, la utilización de personas para forzarlas a delinquir por unas monedas, los niños soldados, y tantos ejemplos que colocan a esta cinta en un tema de absoluta actualidad y vigencia.
Este tipo de películas son necesarias; son filmes que tratan con honorabilidad y valor el núcleo que diferencia a un ser humano de quien no merece ser llamado así. Al ser humano civilizado, de la bestia inmunda capaz de las mayores atrocidades. Es, pues, un filme de ayer y de siempre, y en particular de los tiempos que corren. No hay más que leer la prensa.