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Una parte importante del mundo infantil vive un destino de mal trato, soledad y desamparo. Vidas infantiles violentadas por la familia, la sociedad o la guerra.

El psicoanalista John Bowlby, en su Teoría del apego, puso de manifiesto la importancia de los primeros vínculos afectivos de los niños con su madre para un adecuado desarrollo emocional y social.

Bowlby, como consultor de la Organización Mundial de la Salud, realizó estudios sobre las consecuencias experimentadas por niños que habían quedado huérfanos durante la Segunda Guerra Mundial, niños criados sin el afecto y la atención de unos padres. Estos niños presentaban retrasos emocionales, cognitivos y de sociabilidad.

La causa residía en la falta de una buena madre, lo que les impidió establecer vínculos afectivos sanos. Pero como advirtió Bowlby, siempre hay la posibilidad de recuperación, si las condiciones cambian.

No estamos en la segunda gran guerra, pero hay multitud de niños/as que padecen el abandono o la guerra. Las películas de hoy hablan de esto: The quiet girl (2022), de C. Bairéad; y La ladrona de libros (2013), de B. Percival.

THE QUIET GIRL (2022). Cáit (magníficamente interpretada por la expresiva Catherine Clinch) es una niña de nueve años que vive retraída, subsistiendo y resistiendo, frente a su numerosa y hostil familia en la Irlanda rural de 1981. La nena tiene tres hermanas y una cuarta está en camino.

Cáit tiene los ojos muy abiertos, es silenciosa y vigilante, para irritación de su madre exhausta, maltrecha y ahora nuevamente embarazada (muy bien Kate Nic Chonaonaigh) de su quinto hijo. Viven en una pobre granja. Su padre es un matón, bebedor y maltrata a la mujer y a los hijos.

Abandonada en casa, intimidada en la escuela y atrasada en la lectura, Cáit es un problema más que sus padres no quieren enfrentar. Y sin tener en cuenta sus sentimientos ni su parecer, deciden enviarla con unos parientes lejanos, un matrimonio maduro y sin hijos.

Cáit se ha acostumbrado a mirar como si fuera invisible. Un mirar a modo de mecanismo de resistencia y defensa propio de los que no hablan, de los que observan y callan pero que se dan cuenta de todo. Muchas veces los niños maltratados obran así: silencio rocoso cargado de tristeza.

Primera película que dirige Colm Bairéad con la mirada de una niña que conmueve al espectador. Una extraordinaria obra de principio a fin, de extrema sensibilidad. Guion profundo y poético del mismo Bairéad.

Tiene la obra una apariencia sencilla, reducida a la mínima expresión, pero con mensaje, ideas y elementos de enorme interés. La cinta es ante todo la niña y su situación. No hay dificultad en entender la historia. Pero sí hay capas, niveles y sutilezas, que dotan al relato de una profundidad que deviene creciente emoción con el transcurrir del metraje.

Textura preciosa, imágenes claras enmarcadas por la directora de fotografía Kate McCullough, como un reflejo en el agua. Cuando Cáit se traslada a vivir a la casa de sus tíos, todo parece estallar en colores brillantes. La tía encierra una historia de amor y pérdida. Encantadora partitura melódica de Stephen Rennicks.

A casa de los parientes la lleva su padre en coche y llega sin más pertenencias que la ropa que viste. Eibhlín (una encantadora Carrie Crowley) y su taciturno esposo Seán (un medido Andrew Bennett), poseen una granja lechera próspera y bien administrada. El padre de Cáit ni siquiera tiene buenos modales, menos aún muestra agradecimiento.

Cáit se siente a la vez exaltada y contenta: casi cada toma es una joya pictórica vívidamente compuesta, de una niña que se siente cómoda con sus nuevos padres.

Después de un velorio al que asiste la niña, a la vuelta a casa la acompaña la chismosa vecina Úna (excelente Joan Sheehy), y le cuenta a la niña todo lo que sus padres actuales no le habían contado, asuntos muy delicados.

Cuando Cáit vuelve a casa tras estar con Úna, al soltar la frase “no pasó nada”, provoca una nueva puñalada de dolor: se ha enterado que sus actuales padres tuvieron un hijo perdido en un mortal accidente.

Crowley y Bennett ofrecen interpretaciones desgarradoras y excelentes como pareja que ha acogido a Cáit, en particular Eibhlín, una mujer inteligente, elegante y de buena educación, muy comprometida con la niña que llegó sucia, confusa y harapienta. Cáit encontrará el calor, la atención y la ropa limpia que le han negado en su casa.

Con el tiempo, Cáit experimenta una transformación; cambia su vida. En su nuevo hogar, la sigilosa Cáit siente por vez primera el cariño, algo que desconocía. Junto a esta experiencia, idílicos paisajes la rodean precipitando una enorme sensación de felicidad y bienestar. También establece una hermosa relación con Seán, su nuevo padre.

Es destacable la delicadeza y la maestría de la cámara, que atrapa cada hebra de emoción y sentimiento de la niña con su nueva familia; cada atención, cada esmero o detalle, cada momento de comprensión recíproca.

Bairéad da a al relato un ritmo lánguido y deja que sean las composiciones de los planos los que verdaderamente expresen la zozobra de los personajes. Y que actividades como mondar patatas o correr por el campo, funcionen como símbolos de amor absoluto.

Un filme en estado de gracia por una colorida escritura emocional e intensa, un libreto limpio y ordenado, y la franqueza dulce, reservada y emotiva de los azules ojos de Catherine Clinch.

El final es particularmente conmovedor, pues junta en su punto más elevado el conflicto de la historia, y explica a la vez cómo la suma de detalles menores puede hacer, no sólo una magnífica película, sino que puede ser el resumen de la existencia.

Publicado más extenso en revista ENCADENADOS.

 

LA LADRONA DE LIBROS (2013). Película de Brian Percival que cuenta la historia de una niña hasta su pubertad, en plena segunda Guerra Mundial, una muchacha valiente de nombre Liesel, que es enviada por su madre a vivir con una familia de acogida en Alemania.

La llegada de Liesel al nuevo hogar producirá importantes cambios en la familia y en el pequeño pueblo que habitan. Para la niña, el poder de las palabras unida a su exuberante imaginación, son la única forma de escapar a las turbulencias y las crueldades del régimen Nazi.

Percival dirige con magisterio esta preciosa película de amor y poesía, con sentimentalismo, pero con muy buen tino, con contención y excelente gusto, sin abundar en la sensiblería.

El guion de Michael Petroni está basado en la novela homónima de Markus Zusak, una historia con una profunda visión del ser humano. Dar protagonismo a la bondad en un contexto de barbarie; inicial y aparentemente, es una mezcla incompatible, pero se va viendo que esta antítesis converge en una síntesis apacible y evocadora de buenos sentimientos, sobre todo a través de las letras.

Muy buena la música de John Williams, maestro de maestros (posee 5 Oscar), y excelente la fotografía de Florian Ballhaus. La tríada interpretativa se fundamenta en Sophie Nélise, un gran Geoffrey Rush y una impecable Emily Watson, que junto al resto de actores y actrices tejen una red de interpretación casi perfecta.

Desde el comienzo de la película, una voz en off que es la muerte nos previene que hagamos lo que hagamos, cada uno de nosotros desaparecerá algún día, en una suerte de democracia perfecta y justa: nadie está aquí para siempre. Hacia el final, la misma voz advertirá: «los humanos siempre me acechan».

Y así se va tejiendo la historia de Liesel, una niña analfabeta de nueve años adoptada por una familia obrera con padre cariñoso, en tanto la madre aparenta ser una mujer dura y despiadada, pero con un gran corazón de fondo.

La parte importante comienza tras asistir Liesel a la escuela y quedar en evidencia el primer día, que no sabe leer. A partir de este punto, la niña, ayudada por su padre adoptivo, emprenderá una emocionante carrera hasta aprender a descifrar los códigos del alfabeto y desentrañar las historias de cuanto libro cae en sus manos. Acabará sintiendo un fervor inusitado por la lectura.

En el mundo atroz y cruel que vive del nazismo como telón de fondo, y la recién declarada guerra, leer atenúa el miedo, combate el horror de las bombas y la violencia imperante, exorciza los espíritus perversos de un mundo endemoniado donde se queman libros y se matan judíos.

En cuanto a la quema de libros, Liesel, de forma valiente, se atreve a salvar un ejemplar de una de las piras de libros que los nazis quemaban en el centro del pueblo.

En relación con el exterminio de judíos, la niña es capaz de comprender y atender a un pobre joven hebreo amparado por sus padres y evitar su muerte por frío, hambre y enfermedad, leyéndole incesantemente mientras pasaba la fiebre en el sótano de la casa. Los libros, los tenía que sustraer o tomar prestados de la biblioteca de un prohombre nazi que vive junto a su amable esposa, con la cual se encariña.

Siendo dura la historia y terrible la situación de la niña el filme no se deja llevar por ni por el fatalismo ni por las soluciones fáciles. Consigue construir una historia creíble y tierna, sin afectación y con un hilo dramático impecable. Cuenta para ello con la gran interpretación de la jovencita Sophie Nélise, cuya mirada es suficiente para darle sentido a cada escena.

Es una película nominada a importantes premios por su Banda Sonora Original de Williams, que se puede escuchar aquí:

Una película que hay que valorar en su conjunto, muy bella y un buen mensaje. De cómo el arte y más concretamente la literatura, puede cumplir una función curativa, salvadora, un lenitivo ante la barbarie y un enorme consuelo frente a la muerte que se pasea por doquier a lo largo de la historia. Leer, leer, leer para espantar la desolación.