[Lee aquí los capítulos anteriores]  Creo que para vivir en una ciudad de adopción, como me ocurre a mí, es fundamental vivirla desde dentro, y gracias a mi amigo “El Bigotes”, a quien tomo como mi profesor, cada vez entiendo mejor las letras de los conjuntos musicales que cantan en Carnaval, aunque me cuesta trabajo distinguir entre chirigota y comparsa, pues me parecen iguales, los coros ya los distingo, sobre todo porque son mucha gente, y lo cuartetos también porque son pocos.

Procuro vivir de forma intensa cada fiesta, y ahora toca esta, no desconocida, pero sí muy diferente y más divertida de las que conocí allá en mi tierra. Pero a pesar de lo divertida que es, leo a veces comentarios que no entiendo, criticando sobre todo que el concejal que se encarga de organizar estas fiestas las organice, criticando que se traiga a gente a pregonar que conozco hasta yo, mientras otros critican que otros años las fiestas la presenta alguien que no conocen ni en su casa.



Critican hasta que el ayuntamiento se inmiscuya en tener una temática para las fiestas, cuando es algo que al menos anima y da idea, por ejemplo, yo, que no sabía ni de que disfrazarme ya tengo disfraz, iré de Gómez y “El Bigotes” de Morticia. Lo curioso es cómo hasta hay gente amargada que encuentra motivo para atacar incluso con esto.

En mi tierra hay dos formas de vivir los carnavales, o con lujo y estilo o bien de forma divertida… yo que viví las dos, me quedo con la divertida, con reírme incluso de mí mismo, y estoy deseando escribir uno de esos panfletos y salir con el cartel por la calle, me dice “El Bigotes” que eso se llama Romancero y me parece, dentro del enorme mundo del Carnaval, algo divertido y que va más con mi carácter, lo malo sería que con mi acento y mi escasa gracia de seguro que no tendré éxito.

Quién sabe, lo mismo hasta damos una sorpresa, pero espero que las críticas sean más suaves que las que le hacen al concejal, pues hay gente que en lugar de aplicarse la temática les pega más ‘Martes 13’ que Miércoles.