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Este artículo no es sobre el teatro en el cine, a ese tema dedicaré otra entrega más adelante. Es sobre películas teatrales. Para mí el cine es más expansivo y paisajístico, más extendido visualmente, más imagen y menos parlamento, más exterior que el teatro. Así y todo, ambos géneros han estado unidos desde las primeras películas hasta la actualidad.

A lo largo de la historia del cine ha habido propuestas teatrales que, ya sean adaptadas, o drerivando claramente de la dramaturgia, presentan características visuales y narrativas válidas para el medio cinematográfico.

Este tipo de cine tiene ciertas características que se rigen, según J. Moral, por la regla de las tres unidades del teatro clásico: espacio, tiempo y acción, que junto al número limitado de personajes y la firme división de la trama en actos, constituyen sus premisas básicas.

De entre las muchas existentes sobre este capítulo, hoy hablaré del estreno, Mira cómo corren (2022), de T. George; Ana Karenina (2013), de J. Wright; y Mesas separadas (1959), de D. Mann.

MIRA CÓMO CORREN (2022). Pasé un buen rato viendo esta película muy bien llevada en la dirección por Tom George, aunque su formato no sea lo mejor para mi gusto. La obra que inspira al filme: “La ratonera”, de Agatha Christie, está considerada como el espectáculo teatral que más tiempo ha permanecido en escena, pues se estrenó en el año 1952 en Londres y hasta marzo de 2020 se siguió representando cada día, volviendo a su habitual devenir y triunfo tras la interrupción temporal por la pandemia Covid, algo casi insólito.

Esta cinta se basa en una premisa simple pero placentera: una novela policíaca enterrada dentro de una novela policíaca real, en este caso la obra de la Christie.

Además, en la tal obra, al terminar la función de cada noche, los intérpretes salían inequívocamente a escena (entre saludos y aplausos), para advertir al público de la importancia de no revelar la identidad del asesino.

Pues bien, en la cinta, un productor de cine de Hollywood se propone convertir en película la popular obra de teatro. Cuando miembros de la producción son asesinados, el cansado inspector Stoppard y la agente novata Stalker, se encontrarán en medio de una intrigante novela policíaca.

Un detective brillante, una persona asesinada, un grupo de sospechosos con abundantes motivos para ser los culpables. Pues en cierto modo cabe decir que los dramas de misterio siempre juegan las mismas cartas (como afirma la voz de Adrien Brody en el inicio: "Visto un ‘whodunit’, vistos todos"). Pero esta película de Tom George sabe revolver el orden de manera adecuada, y sirve para encontrar nuevos modos de explorar el género y a la vez, rendir homenaje a la gran maestra que fue A. Christie.

La obra de la Christie no solo le da a la película de George muchos géneros para satirizar, porque es drama detrás del escenario, un crimen, un proceso policial, todo envuelto en una farsa. Permite igualmente una cualidad que trae los conceptos y convenciones del asesinato, como misterio en primer plano. Y aunque no funciona plenamente, sin embargo, es una obra ágil, divertida y elegante.

Aunque parezca que las comparaciones con la escritora británica no le hacen ningún favor a la película (el libreto carece de su afilado ingenio), George lo hace muy bien, apostando por la comedia y la metaficción para dar un soplo de aire fresco a los mecanismos de la intriga y el acertijo tradicionales.

Quizá su fabuloso reparto esta? algo desaprovechado: la actriz norteamericana Saoirse Ronan brilla en el papel más divertido de su carrera. Junto a su relación con Sam Rockwell (dos Oscar) como el inestable inspector Stoppard. Ambos son el corazón de la historia, donde destaca igualmente un elenco actoral de lujo con Adrien Brody, Ruth Wilson o David Oyelowo, entre otros.

El guion de Chappell hace un trabajo ingenioso, principalmente el hecho (poco conocido) de que Christie (encarnada brevemente por Shirley Henderson) incluyó una cláusula en su contrato de “La ratonera” por el cual no se podía hacer una versión cinematográfica hasta seis meses después de que la obra hubiera terminado su presentación teatral. Así que este detalle brinda un motivo aceptable para que una serie de los personajes saboteen la versión teatral o cinematográfica a través del asesinato del director de cine Leo Köpernick (Adrien Brody), quien también narra la cosa entre bastidores.

En fin, habría más que hablar. Pero la verdadera alegría y entretenimiento de la película es la relación entre los investigadores, el cínico Stoppard (Rockwell), y la novata mujer policía Stalker encarnada por la Ronan. Rockwell aporta al inspector un encanto canoso, pero es Ronan quien brilla más como una agente de policía entusiasta, que se deja llevar por el cuaderno de notas en el que lo anota todo con minuciosidad, fascinada por los sospechosos, y se lo toma todo al pie de la letra. Ambos hacen un dúo divertido y agradable, y sus investigaciones adicionales, muy bienvenidas y traídas.

Más extenso en revista ENCADENADOS.

 

ANNA KARENINA (2012). Esta Anna Karenina de Joe Wright es película teatral en el mejor y en el regular sentido del término. Wright es un director relativamente nuevo, a pesar que rueda filmes desde el año 2000. Pero en esta obra hace una elaboración muy de primeros planos, muy teatral, muy de escenario. El cine, para mí, debe ser más abierto, más rural o urbano, más hacia afuera que esta película.

En la historia, que se desarrolla en el siglo XIX y analiza las relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa, Anna Karenina es una mujer que abandona a su marido y a su hijo, cuando se enamora del apuesto oficial militar Vronski,. Se trata, así, de otra adaptación de la novela homónima de León Tolstói.

Knightley, hace el papel de Karenina con cierta dignidad pero sin mucha convicción. Jude Law protege su interpretación a base de hieratismo: personaje frío y con más años de los que en la novela tiene. Y el más irregular de los principales es Vronski, que aparece como un personaje afeminado y pusilánime. Como en el común de las películas británicas, lo más sobresaliente es el reparto de actores secundarios excepcionales en su interpretación coral.

Estamos ante un Tolstói al estilo rococó y su director Joe Wright parece haber pecado de narcisismo mirando más su “excelente” obra que la conocida obra del escritor ruso. Cierto es que esta Anna Karenina es toda una fiesta para los sentidos, es una película preciosista, que merece sobradamente el Oscar al mejor diseño de vestuario, que efectivamente obtuvo en 2012.

Merecen igualmente la pena, con una calidad magnífica, la música de Dario Marianelli y la maravillosa fotografía de Seamus McGarvey. Pero en realidad, cuando uno sale de esta peli, cree haber visto un film un tanto aburrido, pedante o teatral, algo que nunca fue Tolstói.

Por consiguiente, considero esta cinta una obra con pretensiones que se queda más en el envoltorio que la esencia del egregio escritor ruso: espectacular en su puesta escena y en la ambientación, pero a la postre resulta ser una adaptación elíptica e irregular, incluso un acto de arrogancia artística. Demasiados suntuosos planos, encuadres en exceso estilizados o cambios de ritmo abruptos en el montaje.

En lo que a mí toca, y a riesgo de hacerme repetido, creo que hay que salir del escenario. El cine es cine y el teatro, teatro. En fin, película de apariencias rebuscadas, que merece algunas de las nominaciones a que fue propuesta (banda o diseño de producción), amén del Oscar al mejor vestuario.

Como apunta Manuel Yáñez: “Releer a Tolstói de la mano de un esteticismo desatado, (es) una apuesta kamikaze que encuentra acomodo en la translúcida frontera entre lo sublime y lo ridículo”.

 

MESAS SEPARADAS (1959). En un hotel al de estilo elegante y antiguo conviven huéspedes fijos. Un militar retirado con sobrados méritos, que siente vergüenza por algo reciente que le incomoda y abochorna (Niven); una severa madre (Cooper) y su inestable hija (Kerr); un matrimonio fracasado (Hayworth-Burton); un profesor de lenguas clásicas; estudiante de medicina (Taylor) y su novia (Dalton); y la directora del Hotel (Hiller). Viejas historias y problemas que reviven con crudeza entre los barrocos muros del hotel.

Excelente dirección de Delbert Mann que adapta dos obras de teatro de un solo acto cada una (“Mesa en la ventana” y “Mesa número 7”), del dramaturgo Terence Rattigan (guion de John Gay y Terence Rattigan), magnífica música de David Raksin que añade la canción “Separate Tables”, compuesta para la ocasión, con música de Harry Warren y letra de Harold Adamson, y genial fotografía de Charles Lang, una visualidad sobria, que cierra con un espectacular y emotivo travelling de alejamiento.

Reparto de lujo con un elenco de nombres como David Niven (Oscar), Burt Lancaster genial, Rita Hayworth bellísima, estupenda Deborah Kerr, Wendy Hiller como la encargada del Hotel, Audrey Dalton y Rod Taylor muy bien como pareja de novios.

La comunicación entre los huéspedes no es fácil pues intermedian prejuicios, ideologías distintas, incertidumbres, clases sociales, amén de actitudes intolerantes y autoritarias, que entran en colisión.

Algunos personajes han de aprender a aceptar a los demás y a aceptarse a ellos mismos. O sea, una microsociedad variopinta que deviene microcosmos que refleja el mundo complejo y difícil de las relaciones interpersonales y de la armonía en una sociedad cambiante.

Maravillosa e imprescindible comedia con unos trabajos actorales superlativos y la batuta genial del estadounidense Mann.