“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

Bien sea sobre césped, tierra o parqué, en una piscina, al aire libre, dentro de un cuadrilátero o en una pista cubierta, cualquier disciplina deportiva posee los ingredientes de rivalidad, sacrificio, ambición, sudor y lágrimas y, en ocasiones sangre, para un relato cinematográfico, con inteligencia y buen hacer, pueda resultar antológico.

No es extraño, pues, que haya muchas películas del subgénero “drama deportivo” que han trascendido para ser recordadas como obras importantes de la historia del cine.

De tantas, menciono algunas de las más recientes (o importantes) como Campeones (2018), El héroe de Berlín (2016), ¡A ganar! (2018), El milagro de Berna (2003), Million Dollar Baby (2004), Evasión o victoria (1981) o Rocky (1976). Habría mucho más.

En esta entrega comentaré el estreno: 42 segundos (2022), de Murrull y De la Orden; The way back (2020), de J. Cunningham; Foxcatcher (2014), de B. Miller; Carros de fuego (1981), de H. Hudson; y El tigre de Chamberí (1958), de P.L. Ramírez.

42 SEGUNDOS (2022). Poco antes de las olimpiadas de Barcelona 92, a la selección española de waterpolo apenas se le pedía que jugara un papel digno en la competición.

La cinta cuenta la historia de esta selección durante el lapso que va desde marzo del ‘92 hasta el final de los Juegos Olímpicos en agosto del mismo año. Lo hace siguiendo el esquema históricamente conocido, pero con intensidad y maestría.

La solución a este grupo de jóvenes sin liderazgo ni fuerza vino de la mano de un nuevo entrenador: Dragan Matutinovíc conocido como el “ogro”, que tenía una filosofía deportiva sin la cual la tal selección nunca habría competido con la cohesión y el espíritu de equipo con que lo hicieron. La selección contaba con dos líderes enfrentados: Manel Estiarte y Pedro García Aguado.

Con los duros entrenamientos, un esfuerzo ímprobo, la convivencia y el apoyo de toda España, los jugadores pudieron ir más allá de sus posibilidades iniciales y demostrar al mundo su valía como deportistas de élite.

Estiarte, su capitán y mejor jugador, llevaba consigo el fantasma de una importante tragedia familiar y Pedro García Aguado era un adicto a la cocaína: peligro.

La dirección de Álex Murrull y Dani de la Orden (guion Carlos Franco) tiene su mérito, habiendo construido una película que cuando le toca filmar escenas de juego está de lujo y cuando aborda el lado humano de los personajes lo hacen con sensibilidad y credibilidad. Un ejercicio de nostalgia y épica, a partes iguales.

En los aspectos técnicos subrayo una gran fotografía de Pau Castejón, que a veces incluye documentos reales de aquellos momentos dorados para el deporte español. Especial mención merece el montaje (memorables escenas de los entrenamientos).

El reparto es más que solvente, destacando Álvaro Cervantes y Jaime Lorente, como protagonistas: los jugadores Estiarte y Pedro; Tarik Filipovic como entrenador, muy bien.

Los directores Murull y De la Orden hacen un subrayado de la heroicidad de aquellos atletas y el descubrimiento de un equipo grande al que, en años posteriores, les lloverían grandes triunfos.

Obra muy conseguida en lo dramático, de las que dejan huella en el espectador, que consigue atrapar precisamente desde los conflictos y dificultades de algunos de sus personajes.

Película, pues, emotiva, de excelente factura, muy vistosa y entretenida, y los que no conozcan los hechos que aquí se narran, quedarán gratamente sorprendidos.

Publicado en revista de cine ENCADENADOS.

 

THE WAY BACK (2020). Jack Cunningham es una antigua estrella del baloncesto escolar y en la actualidad un obrero de la construcción. A lo largo de su vida tuvo que padecer a un padre egoísta; también la muerte de un hijo; excesos con la bebida y matrimonio destruido.

En un momento de su triste historia es reclamado por el director de su antiguo colegio católico, el Bishop Hayes High School, para que entrene el equipo del centro del que fue una estrella y que anda en horas bajas.

En un tiempo récord consigue remontar los resultados de la liguilla que hasta entonces eran adversos. Jack acierta a dirigir a un conjunto mediocre compuesto por un grupo de estudiantes indisciplinados, hasta llevarlos al éxito, inculcándoles un espíritu colectivo y de equipo. Pero el alcohol acecha en cada vuelta del camino.

El reparto es sobre todo un Ben Affleck que hace más que creíble la historia; un trabajo muy “personal”, pues Affleck rodó esta película al poco de terminar un período en rehabilitación por su adicción al alcohol.

El filme insiste que en la vida no hay vuelta atrás. Este entrenador modesto y conmovedor llamado para redimirse como entrenador, no alcanza a recuperarse de su mal.

Historia dura y salvadora, su director Gavin O’Connor hace un virtuoso juego, junto con el guionista Brad Ingelsby, evitando los tópicos del género deportivo, en aras a contar una historia que encuentra el punto dramático en acontecimientos sencillos pero contundentes.

Un drama en toda regla sobre la pérdida, la adicción y la autodestrucción, que solo incidentalmente se centra en dar lecciones de vida o en convertir a un equipo de inadaptados en un club ganador de baloncesto.

Publicado en revista de cine ENCADENADOS.

 

FOXCATCHER (2014). Mark Schultz (Channing Tatum) es un luchador de élite, medallista de oro olímpico, que es invitado por un rico hombre, John du Pont (Steve Carell) a su mansión, para que le ayude a crear un lugar para entrenar al más alto nivel y preparar un equipo para los Juegos Olímpicos de Seúl, 1988.

Schultz asiente pues ve la oportunidad de dejar de vivir a la sombra de su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo) y centrarse en sus entrenamientos. Pero las cosas no son como se preveía y los acontecimientos se suceden de manera imprevista.

Bennett Miller realiza un estudio magistral sobre una mente retorcida que pretende manejar los hilos de la vida de los demás, concretamente de dos luchadores olímpicos. Gran dirección sin discusión de Miller (Premio en el Festival de Cannes).

Pero el film tiene además un excepcional guion basado en hechos reales, de Dan Futterman, E. Max Frye y Kristin Gore, que sostienen con pulso firme y conmovedor el relato. Música de calidad de Rob Simonsen y fotografía esplendorosa de Greig Fraser.

Reparto de lujo con Steve Carell en un papel que dio un giro a su carrera, en el rol de mecenas perturbado cuyo protagonismo labra a golpe de cheque; su expresión corporal, la frialdad de sus gestos, sus brotes de ira, el carisma que desprende; evidentemente algo no está bien en su cabeza: un trabajo maestro de Carell.

Channing Tatum hace otra interpretación antológica metiéndose de lleno en el papel de un luchador campeón olímpico, una interpretación que empatiza con el espectador; Mark Ruffalo, un actor todoterreno, es el entrenador de lucha, hermano mayor del protagonista; y la madre del millonario, una gran Vanessa Redgrave de ojos grandes, atónita ante la locura de su hijo.

Un drama psicológico insidioso, que seduce al espectador y le hace seguir al milímetro el filme. Lo hace con una narración oscura y soterradamente violenta, que hace prever algún desenlace peligroso, sin que se sepa por dónde saldrá la cosa.

Siniestra a la vez que triste, la vida de Du Dupont, un monstruo de la riqueza americana, junto al pobre e inocente luchador Tatum, está trazada a modo de relato gris, inquietante e hipnótico.

Esta película crea desasosiego y provoca sensaciones emocionales variadas como el disgusto, el enojo que produce la percepción de injusticias y la horrible prepotencia de un insensato con ínfulas de grandeza, pero vulnerable, con la problemática de un niño rico solo y desamparado:¡una enfermedad moral!

Drama deportivo dentro de una atmósfera sucia, enrarecida, tensa y extrañamente incómoda, lo cual acabará en celos, traición y venganza.

 

CARROS DE FUEGO (1981). Hugh Hudson dirigió con sensibilidad y exquisitez pastelera esta cinta de dos corredores británicos de los años 20 del pasado siglo, que corrían por razones diferentes, pues diferentes eran sus credos y su concepto del éxito.

Buen guion de Colin Welland y una banda sonora que ya se ha convertido en un icono de las BSO, compuesta por Vangelis (un Oscar de los cuatro que consiguió la película: excesivo).

Las escenas de competición, sobre todo las rodadas a orillas del mar son antológicas, con cámara lenta incluida y otros aspectos técnicos de gran belleza con la fotografía esplendorosa de David Watkin.

La historia chauvinista de Hudson y Welland fue un “brindis al sol”, pues en los Juegos olímpicos de París, 1924, supusieron un tremendo fracaso para los británicos.

 

EL TIGRE DE CHAMBERÍ (1958). El “tarta” y sus amigos son unos pobres jóvenes que se las arreglan hasta para colarse sin pagar en el fútbol, pues no tienen ni una peseta. En un lance Miguel "El Tarta", le atiza un golpe a un afamado boxeador, lo deja grogui y se catapulta a una incierta fama.

Esta película tiene una dirección muy digna del siempre fiable almeriense Pedro Luís Ramírez: profesional, dinámica y simpática. El guion fue escrito por los prolíficos Vicente Escrivá y Vicente Coello, pero el contexto de la dictadura franquista, la ingenuidad del relato y las imposiciones leoninas de la censura impidieron un mayor éxito.

En cuanto al reparto, brillan esencialmente un José Luis Ozores excelente y un gran Tony Leblanc. Sin olvidar a Antonio Garisa, siempre estupendo. Ozores vuelve a ponerse a las órdenes de Ramírez para confeccionar un cálido retablo de simpatías y derrotas.

En este film, el peso de la calidad de los actores es un valor indiscutible. Ozores encarna a un pobre muchacho dominado por su madre, por su amigo, y que se dejará dominar también por el amor hacia Marisa. Ello en aquellos grises y pobretones años cincuenta del pasado siglo.

Miguel vive con empleos insustanciales y ridículos, como vestirse de latón para repartir publicidad por la calle, y podía dejar escapar la oportunidad de triunfar y ganar un buen dinerito, pues las cosas andaban muy justas. Además, Miguel se deja embaucar en el fraude del boxeo, y observa cómo su popularidad le hace ser más atractivo para Marisa.

En fin, esta parodia sobre el mundo del boxeo puede hacer las delicias de los aficionados al humor cincuentero español, y a los que admiramos tanto a Ozores, que fue único en el género del drama y la comedia española, y a Leblanc, otro crack. Una pequeña y entrañable joya de nuestro cine patrio.