Pasan los días de forma vertiginosa, el verano va llegando a su fin, aunque en El Puerto, hasta que la Patrona no se recoja, seguiremos llamando a estos días como de vacaciones.

Poco a poco vamos recuperando una tranquilidad que, desde que El Rey Sabio vino de veraneo, se nos llena de gente de secano que luego retornan a la meseta. Siempre a estos ilustres visitantes se les denominó come peces. El motivo era lógico, pues cuando arribaban a la costa se morían por comer pececitos fritos, ya luego y eso, cuando llevaban dos papelones de adobo, aprendían a llamarlo pescaíto frito, comprendiendo que peces son los de la mar, y pescaíto los de la freidora, un matiz que no merece estudio alguno pero que es así porque es así.



Eso durante decenios permitió el infame aprovechamiento de, desalmado al fin y al cabo, que se aprovechaba de esa inocencia culinaria para, como decimos aquí, meterla doblada. Al día de hoy, los come peces han desaparecido, y todo hijo de vecino, ya sea conciudadano del Rey Sabio, de Favila o vecino de Hernán Cortes, sabe lo que come y su valor… por desgracia, se observan que, los desalmados, siguen usando técnicas de trampantojo, para tratar cual come peces a todo bicho viviente, sin importar el origen, e intentado meterla doblada a todo bicho viviente que asome la nariz por algún que otro local.

Todo esto genera, a veces, una mala fama que da una mala imagen, y que por desgracia salpica a todo un colectivo, dentro del cual, como es normal, hay verdaderos profesionales conviviendo con otros que son más profesionales de la pesca del come pez que del dar servicio a los de aquí y los de allá, todo un abanico de experiencias que conviene diferenciar sin generalizar, que son más, gracias a Dios, los que no lo merecen que los que sí.

Del mismo modo, no todo es el género, que las servilletas hay que lavarlas, los camareros pendientes de tres mesas no suponen el mismo costo que el que tiene doce asignadas, y todo ello redunda en que una cerveza valga un euro con cincuenta o tres euros. Tampoco es malo dar caella por cazón, que la mayoría ni lo notamos, sobre todo si es en adobo, pero sí que notamos cuando te limpias las manos en una servilleta de papel bebiendo un vino de cincuenta euros, mientras te sirven en un plato seis cabezas de gambas, porque los cuerpos se tiran (seguramente en el arroz del señorito de otro comensal, al que le dicen que las cabezas se utilizan solo para el fumet, que suele ser en polvo y concentrado).

En fin, ya no hay come peces, pero sí pescadores de come peces que tienen todo el arte y que piensan que los come peces existen todavía… pobres ilusos, porque el invierno está cerca.