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La cultura vikinga ha sido objeto de atención para el cine desde hace décadas. Excelentes películas sobre vikingos y mitología nórdica se han llevado a cabo con notable éxito de público. Muchas de estas obras ayudaron a construir un imaginario de grandes embarcaciones que surcaban las aguas del norte de Europa, cascos con cuernos, cuerpos musculados, pelo rubio y una sed insaciable de sangre… y cerveza.

Entre otras destaco películas muy nombradas como: Las mujeres vikingo y la serpiente del mar (1957), de Roger Corman; Los invasores (1963), de Jack Cardiff; Los cuchillos del vengador (1966), de Mario Bava; Erik el vikingo (1989), de Terry Jones; El guerrero nº 13 (1999), de John McTiernan; Beowulf (2007), de Robert Zemeckis; El guía del desfiladero (2007), de Marcus Nispel; Outlander (2008), de Howard McCain; Valhalla Rising (2009), de Nicolas Winding Refn; o El último rey (2016), de Nils Gaup.

Hoy hablaré de dos películas importantes del género: El hombre del norte (2022), de Robert Eggers; y Los vikingos (1957), de Richard Fleisher.

EL HOMBRE DEL NORTE (2022). Con esta obra, el director norteamericano Robert Eggers, ha tenido que enfrentarse a un importante aparato de producción, estrellas en el reparto y mucha responsabilidad.

Es una película visual e intensa, y arriesgándome a ser complaciente, podría pensarse que consigue superar el reto de conjugar la enjundia y el poderío presupuestario, junto a la vistosidad, el espectáculo y un estilo propio.

Con este aluvión de dólares, cerca de cien millones, y toda la parafernalia de efectos especiales, autoridad física y golpes a gogó, pretende Eggers que acabemos inmersos en su mundo gris de bárbaros vikingos.

Historia

Estamos en la Islandia del siglo X y un príncipe nórdico, Anleth (de mayor Alexandern Skarsgård), hijo de rey, presencia ante él, cómo su padre es asesinado por su hermano bastardo y sus guerreros. El niño, atónito y aterrado, consigue escapar, quedando destinado e impelido a cumplir un juramento: vengar la muerte de su padre, rescatar a su madre y recuperar su legítimo reino: "Te vengaré padre. Te salvaré madre. Te mataré Fjölnir".

Se trata de un cuento y epopeya vikinga, en las profundidades del medioevo y bien nutrida de proezas, gesta y mito, que dicen inspiradas en el Hamlet de Shakespeare. Tiene un ritmo con arranques y paradas muy pronunciados, que pueden resultar frustrantes, y mezcla de escenas oníricas y fantásticas que llegan a desconcertar.

Tratamiento de la obra, dirección y otros: venganza y brutalidad

La historia está volcada en el desagravio. Lo que preside la historia es el inamovible impulso del destino vengativo, un destino ciego escrito por los dioses e inspirado por su padre poco antes de morir.

La dirección de Robert Eggers está falta de emoción, el guion del propio Eggers y el poeta y novelista Sjón Sigurdsson tiene tendencia a la grandilocuencia, a lo épico, a las leyendas nórdicas, pero el libreto es muy elemental. Hay una violencia brutal encarnada de forma concisa y atroz por Skarsgård, ayudado, y esto sí es meritorio, por de unos planos secuencia muy bien hilados.

El salvajismo, las luchas sangrientas y hasta el canibalismo como prueba de hombría guerrera sobreabundan. A falta de cosas mejores, la película pretende ir de músculo, espada mágica, descuartizamientos y mucha-demasiada represalia.

Porque, digo yo, aunque lo que prima narrativamente es la venganza, siempre cabe un espacio modulador, algo de amor o de eros, drama, atisbo de arrepentimiento, etc. Pero no, aquí es todo silvestre y feroz. Eggers nos da la visión del Valhalla donde habita Odín, de las conductoras Valkirias, de una venganza interminable y un príncipe que acaba perdido en su propia historia.

Aspectos meritorios, algunos no tanto

La música Robin Carolan y Sebastian Gainsborough llena el filme. Preciosa fotografía paisajística danesa de Jarin Blaschke a favor de cierto verismo, que acierta a dar el tono preciso para una historia vikinga tenebrosa.

Pese a que la narración y la mayoría de escenas están plenas de sangre, vísceras, gore, bufidos y gruñidos, violaciones, saqueo y pillaje, la película da la sensación de no ser suficientemente bizarra y perturbadora. Al menos a mí no me ha inquietado en absoluto.

Exceso de violencia y reparto

Filme a rebosar de macherío, nihilismo y poco o nada convincente en muchos aspectos; quizá se le podría dar algún punto por su apuesta, no siempre exitosa, en el plano coreográfico o como espectáculo audiovisual.

El reparto resulta singular y merece una crítica no siempre halagadora. Alexandern Skarsgård luce músculo hasta la saciedad, pero su repertorio actoral es limitado, es inexpresivo, no transmite, no sintoniza con el espectador. Nicole Kidman, que compone al personaje más complejo y seductor está bien como madre humana y contradictoria. También destacan Ethan Hawke como el rey Horvendill (poco recorrido) y Claes Bang como Fjölnir. Anya Taylor-Joy como la amantísima Olga, consigue un personaje entre enternecedor, suavón y poco creíble, y sin química con Skarsgard. Willem Dafoe pasa casi desapercibido. Se defienden Gustav Lindh, Oscar Novak, Björk, Ralph Ineson o Kate Dickie.

Cómo sigue la historia y otras reflexiones

En lo teológico, parece que los cristianos tenían que poner, como el caso de la joven Olga, un puntito de compasión, reflexión y rectificación para el tremendo y brutal Anleth. Pero ni hasta ese resquicio de humanidad existe. Pues al punto de decirle Olga a Anleth eso de: vámonos, que estoy embarazada y construyamos una vida familiar feliz lejos de tanta violencia.

Pues bien, nada más hecha la propuesta cristiana de la chica, el brutal musculado le dice que de eso nada y prosigue para continuar con saña esa misión que los dioses Tor, Odín y sus ancestros le tienen encomendada.

Por resumir

Película pretenciosa que quiere reflexionar sobre el sentimiento de la venganza, la violencia o el amor redentor, cuando en realidad no ahonda en ninguno de estos aspectos. Para adobar más la cosa utiliza referencias literarias y unos diálogos que en ocasiones, de tan ampulosos, resultan inverosímiles.

Creo que el poder del dinero le vino grande a Eggers, que no tuvo un control total sobre la edición final de la película. El estudio se quiso asegurar a dónde iba cada dólar invertido. Como ha manifestado el propio director: "Supe cuando entregué el guion al estudio, que no iba a hacer el corte final de la película". Su error fue, según creo, dejar en manos de la productora el resultado final.

Más extenso en revista de cine ENCADENADOS.

 

LOS VIKINGOS (1958). Filme dirigido con fuerza y brío por Richard Fleischer, con un excelente guion de C. Willingham y D. Wasserman, adaptación de la novela de título homónimo del escritor norteamericano de aventuras históricas, Edison Marshall.

Se trata de una reliquia proveniente del apogeo de las superproducciones hollywoodienses rodadas en 70 mm, propiamente para pasar un rato divertido, pues cuenta una especie de cuento popular: una futura princesa virginal es secuestrada por los vikingos, avivando la rivalidad entre dos hermanos bastardos, así como una guerra de clanes.

En la historia el rey vikingo Ragnar, un Ernest Borgine como el fornido anciano de la dinastía, cubierto de chales de piel de animales alvajes. Janet Leigh es Morgana, la joya del reino galés de Northumbria, secuestrada y a la que vemos con un vestido blanco suelto y un tocado deslumbrante (el vestuario es importante en esta cinta).

Los descendientes son interpretados por Kirk Douglas, en el papel del hijo beligerante, fiero y desfigurado heredero al trono, un trabajo magistral cargado de intensidad y fuerza; un hombre a quien un halcón azuzado por su hermano le ataca y arranca el ojo izquierdo; el mismo hermano, al que luego le cortarán una mano. Encarnando al atormentado Einar tenemos a Tony Curtis, un vikingo bronceado y barbudo, modestamente vestido, el candidadto desvalido de Morgana. O, Frank Thring, como Aella, el vacilante prometido de Morgana.

Película de gruesas pinceladas, con ceremonias rituales y juergas alimentadas por tinas espumosas de cerveza y testosterona. Fue rodada en los fiordos noruegos por el legendario director de fotografía Jack Cardiff, que sabe pintar la película de una belleza envolvente. Sin olvidar los majestuosos barcos vikingos deslizándose entre imponentes paredes de acantilados.

A menudo, la cámara flota justo por encima de la superficie del agua para capturar los reflejos del mar. Cielos azules, praderas costeras verdes y playas que irradian una imagen en Tecnicolor, con Fleischer reteniendo las tomas para que podamos saborear todos estos detalles.

Empleo de tomas de paisajes majestuosos que yuxtaponen la belleza natural y la fragilidad creada por el hombre, ángulos ascendentes y temas musicales tipo himnos, cuya banda sonora envuelve la narración, lo cual que Fleischer maneja una bolsa de herramientas cinematográficas que elevan el filme a un gran nive. Como suscribe Boyero: "Una maravilla. Una película olvidada que urge reivindicar. La relación entre Kirk Douglas y Tony Curtis es abrasiva".

El trabajo de Kirk Douglas en esta obra le hizo merecedor de la Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián.

Fleischer se documentó muy bien y lo que vemos en el filme refleja fielmente cómo eran estos guerreros en los tiempos del sanguinario Rey Ragnar: las costumbres, armas, trajes, los atropellos. Hasta los barcos se construyeron de reproducciones de ejemplares reales: escala 1:1.

Es una cinta con mucha acción, un montaje excelente y una soberbia puesta en escena. Sin duda es una de las más estimulantes y maravillosas películas de aventuras de todos los tiempos, montada sobre el encantador, duro y épico mundo del pueblo vikingo. Una joya, desde mi modo de ver.

En fin, película que hace malabares con diferentes registros tonales de manera bulliciosa: comedia, melodrama familiar, esgrima vertiginosa, rivalidad siempre presente y la cerveza vikinga corriendo a chorros en medio de bárbaras orgías.