Carlos Coronado.- Con esta poderosa frase la fundadora de las Hermanas Carmelitas de la Caridad impregna de un carisma especial su vocación religiosa enfocada en socorrer a los enfermos y en educar a las niñas.

Hoy hemos despedido después de 133 años, ahí es nada, a las cinco hermanas Carmelitas que quedaban aún en nuestro colegio de la calle Nevería. Arropadas por cientos de antiguas alumnas, mezclándose generaciones, embargadas por el sincero sentimiento de gratitud de tantas personas que gracias a ellas, vieron encauzadas sus vidas al servicio de los demás.



Todo por amor. Ellas mujeres valientes, valedoras de la igualdad (que ahora tan de moda está) con su compromiso educativo brindaron en nuestra ciudad la oportunidad para que las niñas hicieran algo más que aprender a coser, cocinar, limpiar o planchar.

Todo por amor, abandonan sus familias naturales cambiándolas con amor por cada una de las niñas que bajo su tutela hoy conforman el tejido de nuestra sociedad portuense.

Se van de nuestra ciudad, pero no su legado, no su compromiso de educar en el amor a los demás. El testigo queda ahora en manos de los profesores que conforman el claustro del colegio, un preciado tesoro que mantienen y mantendrán vivo para continuar dotando a sus alumnos de algo más que contenidos curriculares, formando personas integrales , comprometidas y preparadas para lo que acontezca en este mundo cada vez más incierto que nos ha tocado vivir. El compromiso quedó renovado en el emotivo acto de gratitud de toda una ciudad a un grupo de mujeres que lo dejaron todo por amor.