Ángel Quintana.- Acabamos de celebrar unos carnavales bien organizados, con un gran ambiente en la calle, carrusel de coros y actuaciones de calidad. El pregón fue bueno y la cabalgata ha lucido, con la colaboración de academias y asociaciones, como hacía tiempo que no se veía. Parece que los portuenses hemos cogido con ganas el carnaval de la "nueva normalidad". Todo un alarde de coordinación y trabajo a conciencia por parte de David Calleja y de los técnicos de Fiestas.

Tener al concejal Calleja como maestro de ceremonia es un valor seguro que, se va demostrando, garantiza que los actos se desarrollen adecuadamente y se recupere el pulso de las fiestas de nuestra ciudad.

Ya lo comprobamos con las navidades y, seguro, que dejará el pabellón alto con la Semana Santa y la feria que se avecinan.

Calleja brilla con luz propia, una marca al alza que cada vez tiene más seguidores en redes sociales, simpatizantes de su persona y de su forma de gestionar. Un auténtico fenómeno social que ha trascendido incluso del ámbito estrictamente local.

Sin embargo observo una curiosa relación indirectamente proporcional: Cuanto más resplandece y luce Calleja más se ennegrece y se esconde en las sombras del “lado oscuro” la figura de Germán Beardo.



Como decía el otro día una vecina cabreada, “Germán de la basura”, es el alcalde que, como contraposición a Calleja, "vende" como propios los méritos de otros, se ausenta ante los problemas reales de la ciudadanía, pasa de gobernar en serio y de implicarse por derecho con sus vecinos y vecinas.

El alcalde es responsable por inacción política de tener las calles llenas de basura, de la nefasta imagen que, una y otra vez, da El Puerto en los medios de comunicación de todo el país.

Cada vez que veo un contenedor lleno, las bolsas reventadas, las cucarachas haciendo un festín con la porquería y la imagen de pocilga de las calles de la ciudad solo me viene a la cabeza Beardo escondiendo la cabeza como un avestruz mientras los vecinos nos tapamos la nariz por la pasividad de un alcalde que vive desde hace tiempo en el “metaverso municipal”.

Mientras la ciudad se degrada ante la huelga del servicio de recogida de residuos y huele cada vez peor Beardo, en su realidad paralela,  se dedica a inaugurar obras ajenas al presupuesto municipal bien sea de Apemsa, de Diputación o de iniciativa privada.

La luz de la gestión de Calleja tapa la mediocridad de Beardo como gobernante y Beardo se refugia cada vez más descaradamente detrás de Calleja para ocultar su desgaste.

Recuerdo que cuando pasó la cabalgata y finalizó el fin de semana carnavalero, el silencio volvió al centro, solo quedaron los ecos de lo que fueron las coplas, papelillos y serpentinas en el suelo y la basura atestando las aceras como monumento infame de todo un gobierno municipal lidererado por alguien que simplemente no está ni se le espera, que piensa que el tiempo lo cura todo pero que obvia que éste, el tiempo, pone a todo el mundo en su sitio.