Lejos de suponer un jarro de agua fría sobre nuestras cabezas, el anuncio del gobierno advirtiendo de nuevas medidas, fue como bálsamo para los oídos de muchos amantes del malestar general.

Desde que se redujeran los contagios no faltaron quienes usaron las redes, su mejor balcón a la desesperación, para anunciar que tantas salidas nos matarían. Realmente, cuando uno los escucha, no sabe sin pensar que desean la inmortalidad, que quizás las películas de ciencia ficción les conducen a un mundo irreal.

Quizás sea solo que le molesta que otros tengan vida, a la vista de una vida sin vida y sin vivirla. Puede que solamente les guste llevar la contraria, pero, siendo sinceros, esa coletilla de, ya lo advertimos, podrían enmarcarla y metérselas por algún de sus pudendas y estrechas partes.



La nueva ola de contagios no es broma, merece toda la atención del mundo, requiere el extremar precauciones, porque, nadie, nadie, normal y en su sano juicio, no desea contagiarse, no desea arriesgarse a ser candidato, aun remoto, de un hospital. Pero aun así, es necesario comprender que palabras como resfriado o gripe han desaparecido de nuestro vocabulario, hemos desterrado aquellos enfriamientos del invierno, y al día de hoy, nos veos abocados a convivir con un nuevo tipo de enfermedad, ni mejor ni peor que otras, una enfermedad, que gracias a los esfuerzos de miles de personas, supone cada día un reto de letalidad que cada día estrecha mas su margen.

Vivimos tiempos de incertidumbre, de novedades, y sobre todo de algo que nunca desaparece, de malas personas que se alegran de la desgracia ajena, que viven de anunciar el mal, un día tras otro, hasta que, de casualidad, aciertan para su beneplácito y regocijo insano y cruel.

Vivimos tiempos de prudencia, de responsabilidad, tiempos en los que aprendemos a respetar el espacio que tenemos enfrente. Vivimos tiempos en los que ya, no creemos en nuevas olas, sino en prudencia, en vida y en adaptarnos lo mejor posible a los tiempos que nos tocan vivir. Feliz navidad.