Este verano hemos tenido dos estrenos a cuál más loco. El primero del que hablaré es: Jinetes de la justicia (2020), una peli danesa donde la trama y los misterios se desvelan y aclaran gracias a suposiciones fantásticas y trastornadas, que finalmente resultan falsas. Los perjudicados, realmente malhechores pero inocentes de los cargos que se les quieren imputar, son liquidados por una banda justiciera, que ha inventado su culpabilidad. La segunda, El escuadrón suicida (2021) es un filme igualmente enloquecido, también rabioso, donde los presos de una peligrosa prisión de alta seguridad se ofrecen como escuadrón para restablecer la paz en el mundo, a cambio de su libertad.
En principio parece todo fruto de la mala suerte o meramente accidental, cuando Otto (Nikolaj Lie Kaas), experto en matemáticas, cálculos probabilísticos y pasajero igualmente del tren siniestrado, aparece en la trama junto a su excéntrico colega Lennart (Lars Brygmann), una eminencia del hackeo. Otto no acepta la “casualidad” y parte del convencimiento de que hay alguien detrás de lo ocurrido. La premisa es que el tal accidente ha servido para quitar de en medio al testigo clave en un juicio contra un mafioso, o sea, hay una “razón” que explicaría el siniestro.
Esta idea de intencionalidad en los acontecimientos exalta el deseo de venganza de Markus, quien se une a Otto y sus amigos en el camino de la tragedia y el ansia de desagravio. Esta circunstancia derivará la historia hacia una detallada indagación sobre la explosión del tren y, en un plano más psicológico, sobre el dolor moral.
Otro friki y experto en reconocimiento de rostros, el obeso Emmental (Nicolas Bro), aporta nuevos datos, aunque afirma e insiste en que los datos son inconsistentes. Pero parece reconocer un rostro de alguien que se parece mucho a un sospechoso que estaría conectado con un grupo violento conocido como Jinetes de la justicia.
Hasta aquí los indicios son parte de una propuesta basada en la casuística y fundamentada en la coincidencia estadística. Pero estos datos están alejados de la realidad y ajenos a un trabajo bien argumentado sobre pruebas reales. La cosa es que, con estos indicios, Markus y compañía condenan a un hombre y a su grupo culpables por los crímenes del accidente al metro.
Película negra sobre la irracionalidad de la vida dirigida con singular oficio por Anders Thomas Jensen (más conocido en su faceta de guionista con títulos como Después de la boda, 2019) que cuenta con numerosas virtudes que ahora paso a comentar.
Tiene un excelente guion con diálogos geniales y un entramado más que interesante. Penetrante música Jeppe Kaas junto a una admirable fotografía de Kasper Tuxen.
Comienza a modo de thriller con resonancias políticas, quiere pasar a drama sobre la culpa y la superación de la pérdida de la persona amada, para devenir por momentos filme de acción que nunca pierde un delicado sentido del humor ni elementos de espiritualidad, propios del cine nórdico.
El filme sorprende, entretiene y mantiene la curiosidad de manera creciente, puesto el afán del espectador en el interés por descubrir la deriva y en qué concluirá todo el enredo que plantea. De otro lado, hace frente y subvierte los esquemas convencionales y los géneros, pasando de unos a otros con fluidez.
Los personajes, de carne y hueso, son tratados afectuosamente y con respeto, dibujados sus perfiles de manera soberbia, dado que son sujetos con deficiencias. Personajes psiquiátricos un tanto extraviados, que se siente perdedores y extraños. Personas que encuentran en la mutua compañía un consuelo al desprecio y la marginación a que la sociedad los somete.
En el reparto un Mikkelsen muy bien como militar y padre junto a un Kaas como analista de datos discapacitado y tímido, el informático autista Leennart, encarnado por Brygmann y el experto en reconocimientos faciales, papel muy especial que corre a cargo de Bro. Acompaña un elenco muy acertado con actrices y actores convincentes.
Muchos y variopintos personajes que el director maneja con gran imaginación y soltura; y el desencuentro entre un padre ausente y una hija tambaleante por la muerte de su madre.
Acompañando, el cálculo matemático y el hackeo más técnico, la Física (efecto Mariposa) y otras teorías “anti-casualidad” que llaman la atención, pero que acaban siendo engañosas, aunque todo acabe “bien”. Las situaciones y acontecimientos parecen imposibles y al mismo tiempo resulta que las piezas encajan con enorme precisión, con la “pseudocausalidad” por delante.
Película potente, un gran argumento y unos actores entregados en estado de gracia. Gran habilidad de Jensen en todo el metraje, cerrándose la obra de una manera redonda. Al igual que en el comienzo, al final, los acordes de “El pequeño tamborilero” suenan de nuevo en el trombón que toca Emmental en la noche de Navidad con el resto de los protagonistas, a modo de “sarcástica aportación” festiva.
Más extenso en la revista Encadenados.
James Gunn ha compuesto con este filme un asombroso relato con tintes de irreverencia y muy estético, amén de creativo y cargado de humor. Tiene un arranque entusiasta de diez minutos al son de “Folsom Prison Blues” y “People Who Died”, momentos brillantes de la película donde el director advierte que viene a desmontar todas las teorías apriorísticas del espectador y a enamorar con la magia de lo absurdo.
La historia habla igualmente de aspectos psicológicos, del recuerdo de los protagonistas de sus padres e hijos, de la necesidad de valorarse a uno mismo o del miedo irracional a determinadas cosas, como las ratas.
Un grupo de supervillanos bastante locos están presos en una peligrosa prisión de alta seguridad. Se les ofrece para salir de allí que se unan al grupo Task Force X, dedicado a llevar a cabo misiones suicidas bajo las órdenes de Amanda Waller (Davis), una oscura burócrata que trabaja para el gobierno de los EE. UU. Para ello, los extraños y potentes personajes son armados y enviados a la isla Corto Maltese, donde caen en paracaídas en una selva plagada de enemigos.
El filme muestra su ambición de comedia negra y ciencia ficción, pues a Gunn le gustan los superhéroes bizarros y, además, sabe explotar todos los filos y aristas, desde la disposición de los personajes hasta el diseño de la acción, sin olvidar las venganzas personales y otras truculencias que irán viniendo de manera dosificada. Gunn tiene habilidad para dislocarlo todo y llevarlo al puro delirio.
Está basada en el cómic de título homónimo de John Ostrander, sobre la incursión de un comando suicida enviado a cambio de expiar su tiempo de cárcel, con el objetivo de acabar con una amenaza de global para la humanidad, una especie de alienígena criminal que abduce a la gente. Puesta en escena realista con guiños a los elementos propios de las viñetas de Ostrander.
El cómic tiene mucho juego en manos de un heterodoxo James Gunn, o como escribe mi colega Vallejo: “ni la misión es lo que parece ni la amenaza es tan mefistofélica como se sugiere. El socorrido monstruo final, reinterpretado con gracia como un Kaijusui generis, es una estrella multicolor cuya caracterización ya da idea de que su enfrentamiento con los humanos no puede interpretarse dicotómicamente, sin matices de gris, ni calificársela a ella como absolutamente malvada sin tener en cuenta sus circunstancias”. Sin duda el filme es algo más que una comedia burlesca.
En la «reasignación de géneros», el director recurre al gore más explícito, haciéndolo para acentuar su vis cómica y estética, transformando la sangre en flores. Pues a pesar de la acción, la violencia o la temática, el metraje es profundamente humorístico.
En el apartado de acción, el asalto que preside la trama acaba no siendo lo que parece. Hay un giro de guion, mezcla que mixtura de humor negro y esperpento, que avisa de la necesidad de dejar atrás los convencionalismos, junto a una combinación de humor cabestro y ultra violencia.
No es la típica peli de superhéroes. Los tales son protagonistas que vienen de la «ilegalidad»; además, sus métodos son funestos, sus operaciones dejan víctimas “colaterales” y consecuencias indeseadas, y son absolutamente conscientes de que son utilizados por el Poder, lo cual que les da libertad para actuar a su manera en determinados momentos.
El reparto es de los buenos: encabezando la Davis y acompañan entre otros la Robbie, Idris Elba, Joel Kinnaman, Daniela Melchior, David Dastmalchian, el argentino Juan Diego Botto y hasta el mismísimo Sylvester Stallone.
La cinta acierta a transformar un episodio común e increíble, en una agria, delirante y loca deconstrucción del género. Sabiendo que va de todo esto, es decir, de una peli loca, no podemos considerarla irracional o incongruente. Cada pieza casa con su objetivo, cada disparate incluye una tenue llamada de atención. Cada sarcasmo implica una oscura venganza.
Incluye imágenes de brazos extraíbles y cabezas que explotan o son seccionadas o se llenan de protuberancias multicolor, primeros planos de órganos internos del cuerpo humano y escenas que transcurren en el interior de un globo ocular gigante; y, entretanto, exhibe una disposición definitivamente festiva, aunque a menudo algo forzada en su jovialidad.
O sea, unos guerreros suicidas y alocados se enfrentan al poder y también al mal. A veces le cuesta la vida a alguno de ellos, y finalmente, algunos subordinados del mando central actúan con sensatez, obviando males mayores.
En resumen: un reparto muy bien acoplado donde todos lucen, unos personajes fascinantes, una trama sencilla pero efectiva, un compendio de momentos memorables y situaciones descabelladas, lo real y lo fantástico en perfecta armonía, donde a pesar de la acción brutal, también se habla de amistad y de amor.
Por todo eso hay diversión y corazón. Sin ser una película perfecta, resulta muy entretenida, cachonda y emotiva que, además, hace un discurso anti-establishment, una contundente critica a la política norteamericana, apostando por la revolución y la libertad del pueblo frente a los tiranos.