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Las películas de aventuras suelen ser preferidas de niños y adolescentes. Pelis emocionantes, movidas y con personajes variopintos. Una fauna de hombres, mujeres y niños deambulando y flotantes en un reino de fantasía y riesgos sin fin. Hay cientos de obras de este género.

En Disney, son los propios filmes los que inspiran luego a las atracciones que pueblan sus parques temáticos. Mas hete aquí que existe igualmente la variante contraria: trasladar sus propias atracciones al cine, recreando la experiencia de subirse a la vagoneta para penetrar en un mundo fantástico. Entre adaptaciones y pelis de este corte tenemos: Tras el corazón verde (1984) de Robert Zemeckis; La mansión encantada (2003) de Rob Minkoff; o Piratas del Caribe en sus diferentes entregas.

Hoy alternaré Disney con otras historias divertidas de aventuras de otras productoras. Comentaré primero el reciente estreno Jungle Cruise (2021) de Jaume Collet-Serra; luego escribo sobre El médico (2013) de Philipp Stölzi; y El viento y el león (1975) de John Milius.

JUNGLE CRUISE (2021). La cinta adapta una atracción de los parques Disney que deviene combinación de otros clásicos del género, ello trazado por alguna inteligencia artificial (ordenadores, etc.).

La atracción es un paseo en barco por un río plagado de peligros y actuaciones audaces. El timón de la embarcación lo lleva Dwayne Johnson (capitán de barco), y acompañan una bonita inglesa científica (Emily Blunt) y su hermano; todos por el río Amazonas tras un milagroso árbol con extraordinarias propiedades curativas. También va tras el árbol un germano filonazi en submarino (Jesse Plemons).

 

 

En una de las presentaciones del filme Johnson dijo que se trataba de un cruce entre Indiana Jones (en sus múltiples entregas), La reina de África (1951) o La joya del Nilo (1985). Muy bien definida la cosa para un cine de palomitas y alocado.

La película está dirigida brillantemente por Jaume Collet-Serra, que sigue un guion de Glenn Ficarra, John Requa y Michael Green bien trabado y con un ritmo que apenas da respiro, salvo la parte media que es un poco cansina. Pero el producto de Collet-Serra es justo como subirse a una atracción de feria: vertiginoso, interesante y placentero.

El filme invita a ir río abajo pasando acompañado de la buena química entre los protagonistas, amén de unos villanos bien definidos, un argumento inverosímil, las secuencias de acción a tope y una vis humorística conseguida. Aunque no sea una buena película, funciona.

Esta costosa producción es un auténtico banquete visual vista en pantalla grande. Excelente ambientación, vestuario de lujo, fotografía genial de Flavio Martínez, hermosa música de James Newton y un reparto muy acertado, son las claves del éxito de esta cinta. Pues, aunque no sea original y el guion flaquee en algunas partes, evoca un cine de aventuras del pasado, sirviendo a modo de homenaje de aquellas obras ya clásicas, aunque moderniza el espíritu del género.

Es un filme para el público familiar, una obra blanca, con encanto, blandita y correcta como manda hoy el cine blockbuster: muchos animales, serpientes en tropel y otros bichos, y un toque de refinamiento aventurero al clásico estilo.

Genial el barcelonés Collet-Serra, que es un auténtico artífice del cine movidito de aventuras, terror o acción, que tiene sobradamente demostrada su pericia (entre otras: Infierno azul, 2016).

Cinta esta cocinada de manera veloz, con mucho barroquismo y buenos efectos especiales; una magnífica creación de lances y episodios con una incontrastable combinación de estilo, sonido y elementos de comedia atlética.

Entre los protagonistas tenemos a un Johnson (“La roca”), exluchador de Pressing Catch reconvertido en estrella de sonrisa afable y límpida, un actor que puede sobreponerse a su físico hipermusculado. Blunt como alternativa bonita a las heroínas convencionales y emulando a las mejores heroínas de la “screwball comedy”.

O el divertido Plemons, que encarna a uno de los hijos del káiser Guillermo (oficial prenazi), obsesionado en una leyenda amazónica que puede permitir a Alemania ganar la Primera Guerra Mundial. Sin olvidar a los conquistadores españoles encarnados con donaire y efectos grimosos por Edgar Ramírez, Dani Rovira y Quim Gutiérrez, saturados de reptiles y carne putrefacta.

Acompañan mejor que bien Edgar Ramírez, Jack Whitehall y Paul Giamatti. La cuestión es que sabiendo Collet-Serra lo que se trae entre manos, deja a la pareja protagonista brillar a su voluntad y la química entre Johnson y la Blunt es guiada por un tono alegre y divertido.

El filme da lo promete: aventura frenética, divertimento para todos (sobre todo para niños) y entretenimiento puro para este verano caluroso por días y una auténtica odisea emocionante.

 

EL MÉDICO (2013). Adaptación de la novela histórica de Noah Gordon del mismo título, que fue un auténtico “boom” literario, un best-seller en 1986: más de 21 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.

La historia está ambientada en la Inglaterra del siglo XI. Un joven aprendiz de médico llamado Rob Cole (Tom Payne), un plebeyo inglés de baja ascendencia social, con un don insólito para prever la muerte de las personas, al fallecer su madre de una rara enfermedad recorrerá la Europa sombría del Medioevo hasta llegar a Persia, donde se encontrará con el mejor maestro imaginable que tutelará su aprendizaje: el gran sabio y doctor Ibn Sina (Ben Kingsley).

Película alemana del director Philipp Stölzi, director de cintas como El último testigo de 2012 o Goethe de 2010. Stölzi es un realizador de un cine de fuerza construido con seguridad, un cine al gusto del público. Buena la fotografía de Hagen Bogdanski e interesante la música de Ingo Frenzel.

Todas las interpretaciones son correctas y dignas a los efectos de una cinta de aventuras (Payne, Stellan Skarsgård, Olivier Martínez, Kingsley y otros). Pero quiero destacar, porque sobresale, a Skarsgård, que hace un gran papel como «padre adoptivo» del protagonista; barbero-cirujano, individuo gracioso y timante, juerguista, que es quien acoge a Rob Cole cuando queda huérfano con solo 9 años.

Se ve sin excesiva dificultad, pues es un cine facilón que sigue a pies juntillas las directrices de un guion cantado de Jan Berger, basado en la novela de Gordon. La novela es igualmente un invento para el consumo, pero nada se puede objetar. La peli tiene suficiente interés dentro del género aventuras.

Dura 150 minutos, de los cuales sobran unos cuantos. Joven británico que llega a Persia para aprender medicina y se hace con la lamentable para la época fama de “nigromante”, rama de la “magia negra” consistente en la adivinación mediante la consulta de las vísceras de los cadáveres y la invocación de sus espíritus, requiriendo según sea el caso del contacto con sus cadáveres o posesiones. Pero nada que ver. Lo que el protagonista pretende es hacer una medicina moderna a través de la disección de cadáveres y le dan el visto bueno para tal acometimiento.

La historia es tópica: chico inteligente y avezado viaja a través del mundo para llegar a Persia, en el camino encuentra a su amada, amada que luego ha de contraer un matrimonio no deseado, pero que al final se queda con el joven muchacho con la ayuda del Sha de Persia.

El joven, tras aprender grandes cosas del gran médico oriental Ibn Sina, más las de su propia cosecha, continúa su andadura y acaba montando un hospital en Londres, después de su vuelta de Persia, donde los musulmanes le han jurado venganza por sus transgresiones religiosas.

Se conoce bien la primera Edad Media en lo que toca a la Historia de la Medicina. Se salvan judíos y cristianos como el protagonista, pero no los musulmanes, cuando es sabido que, en aquella época medieval, justo al-Ándalus, zona musulmana de 711 a 1492, era un territorio y una cultura de grandes avances científicos, médicos y de todo tipo con personajes como Averroes (1126-1198), quien además de elaborar una enciclopedia médica, escribió comentarios muy interesantes sobre la obra de Aristóteles.

Aquí la peli falla un tanto, no se sabe si va de historia, si de ideología, si de pura narración novelada o de mera superproducción.

Algunos dicen que es una película que parece hecha en los años cincuenta de Hollywood, otros que se ve con facilidad (pues no es pesada). Lo que sí tiene es una calidad innegable.

Ahora bien, nada nuevo bajo el sol. Potingues, enfrentamientos religiosos, romance y una cinta recomendable sobre todo a los adolescentes, pues contiene una vaga idea de la época medieval, de reyes, de sabios, de tiranos y por lo menos se darían un bañito de Historia.

Hay oficio, pero le falta temple y por supuesto genio. El filme costó un dineral. Así y todo, adolece de efectos digitales, pues, aunque al parecer está rodada en escenarios naturales, da la sensación de decorados de cartón piedra, de demasiado envoltorio. Eso se paga, pues hoy ya estamos acostumbrados a maneras más sofisticadas. Además, el rigor histórico parece secundario, lo cual que también se nota.

 

EL VIENTO Y EL LEÓN (1975). Dirigida por John Milius, parodia el secuestro en Tánger de parte del Mulay el-Raisuli (Sean Connery), jefe de los Bereberes, de una viuda norteamericana (Candice Begen) y sus dos hijos pequeños, a principios del siglo XX. El Mulay Pide a cambio un rescate importante al Sultán de Marruecos.

En esta tesitura, el presidente de los EE.UU. Theodore Roosevelt (1901-1909) (Brian Keith), apoyado por John Hay su Secretario de Estado (John Huston), decide intervenir en este conflicto en que se ven involucradas tropas alemanas y diversas facciones del sultanato de Marruecos.

Sean Connery interpreta a un árabe gracioso que se permite hacerle galanuras y carantoñas a una hermosa y fuerte Bergen, en un papel que interpreta de forma un tanto encorsetada. En el reparto el mejor es el magnífico John Huston, quien por aquel entonces se dedicaba a labores de actor por la caída en picado en el éxito de sus filmes, y tal vez por darse una vueltecita por la tierra andaluza (Granada, Almería, Sevilla).

Destaca la extraordinaria banda sonora de Jerry Goldsmith, muy apetecible a los sentidos, que deleita. Bonita fotografía de Billy Williams que mueve con precisión la cámara. Resaltan los puntos de humor y ofrece escenas de lucha de gran verismo.

Por lo demás, las caballadas en tropel con extras de segunda, los tópicos en la dirección de parte de Milius, unido a un guion que se inspira “libremente” en un hecho real. Hay una sarta de farsas históricas, todo lo cual concluye en una obra estándar, a pesar de ser una producción de alto presupuesto.

Esta película es un compendio de cine de aventuras, con ingredientes como: acción, incidentes, cierta comicidad sin demasiada gracia y quizá apropiada para niños o púberes.