Dicen que cuando una persona viaja de un lado a otro de la tierra manifiesta un trastorno temporal del sueño motivado por el desfase horario. Pues así me he levantado hoy, y por eso no he escrito la crónica de la novillada de ayer hasta bien entrada la tarde. Tenía que descansar y eso he hecho. Tres horas y veinte minutos de festejo donde no pasó nada. Tan solo un recibo capotero de Tomás Rufo, de mucha profundidad y lentitud, con manos bajas, demostrando que es el novillero más preparado de los que actuaron ayer en el ruedo portuense.
Todo comenzó con la bienvenida del comandante Zúñiga, quien a través de su sobrecargo y el estridente “ding dong ding” nos enviaba el mensaje de lo que ocurriría antes de que saliese el primer novillo al ruedo. Primero que si las normas Covid; luego que si el himno de Andalucía; más tarde el minuto de silencio roto por los sones de la banda de música; por fin el paseíllo, el cual no pudo romperse porque había que esperar a que sonase el himno de España; y al final las piruetas del rejoneador con la garrocha antes de que empezara el espectáculo. Dieciocho minutos de reloj, ahí es nada. ¡Abróchense los cinturones que vamos a despegar! Y debajo de sus asientos, además de la mascarilla, le regalamos un pañuelo que les hará falta.
Y otra vez “ding dong ding” para que la sobrecargo nos recordara que este era un vuelo chárter con escala en Benidorm, Puerto Banús, Mijas, Benalmádena, y por supuesto El Puerto de Santa María: plazas turísticas. Un vuelo internacional pero muy español. Porque desde la megafonía se nos recordó que el himno de España sonaba como muestra de defensa de la fiesta. Sin embargo a los porteros y acomodadores se les ha rotulado en la espalda de sus camisetas la palabra STAFF que parece ser que eso es muy español. ¡Cuánto se echa de menos esos porteros con las gorras de plato, o esos brazaletes rojos en el brazo! Pero hay que internacionalizarse, que el vuelo viene cargado de turistas de todos los países del planeta.
Entrando en materia hay que destacar a Tomás Rufo, por los motivos expuestos anteriormente, y porque se le vio muy asentado toda la tarde. La pena es que falló con el estoque porque si no, hubiese cobrado las dos orejas a ley del primero, y no los souvenirs que se llevó el resto de la terna. Con su segundo tuvo menos opciones al ser un novillo más complicado que en ningún momento se dejó, dando derrotes en cada viaje. No obstante Rufo ha dejado su tarjeta de presentación, y se le augura futuro en este difícil arte.
Manuel Perera atesora un corte de torero más bullidor y poderoso, de los que pueden funcionar porque nunca se dejó ganar la pelea. Muy valeroso toda la tarde estuvo el extremeño, y especialmente en el segundo, porfión en una faena que no calaba en los tendidos, pero que a base de tesón, ganas y coraje, ligó varias tandas que despertó a los espectadores. Consiguió un souvenir en su primero, y oreja y souvenir en el sexto de la tarde noche.
Juan de María hacía el debut con picadores en su plaza y ante sus paisanos. Se le notó con los nervios propios de un debutante, y con la falta de oficio lógica de un novillero que ha toreado poco. Sin embargo dio la cara en todo momento, con ganas de agradar consiguiendo la oreja del cuarto del encierro y recibiendo los tres avisos en el que cerraba el festejo. Es una verdadera lástima que el señor presidente se mostrara con excesivo rigor a la hora de enviar el novillo al corral, y esa exquisitez y exigencia no la llevase a cabo a la hora de conceder trofeos y de agilizar los tiempos de la lidia. Muchos ánimos al torero y seguro que habrá más oportunidades.
Por su parte el rejoneador Sebastián Fernández, sustituto de Luís Sánchez Zambrano quiso hacer las cosas bien durante su actuación. Procuró ejercitar el toreo clásico usando la garrocha en el recibo del novillo, sin alardes y piruetas más propias de otro ruedo con carpa. Mató de rejonazo pero tuvo que auxiliarse del descabello en varios intentos lo que bloqueó la posibilidad de que se llevase el souvenir en su esportón.
Toda la España taurina pudo comprobar ayer que El Puerto tiene menos nivel que una plaza portátil, que las tardes son tediosas, que los días de toros que dicen que hablaba Joselito pasaron a mejor vida hace mucho tiempo, y que por este camino los aficionados se terminarán aburriendo. Tres horas y veinte minutos de festejo no hay quien lo aguante. Y menos mal que no hubo mucho público y se estaba algo más cómodo en la grada. Ni los espontáneos de los fandangos, sevillanas y demás, despertaron el interés del aficionado. Por fin, a las once y veinte de la noche el vuelo tomó tierra, el comandante Zúñiga y su staff cumplieron el objetivo de que llegásemos sanos y salvos. ¡Welcome to El Puerto de Santa María! No es por nada pero en San Fernando se rodó la película “Cateto a Babor”. Y estamos muy cerquita.