Escribiré hoy sobre un cine que llama a la espiritualidad pero también a visitar Tierra Santa, lugares tan emblemáticos para la cristiandad.
Al parecer ha bajado la frecuencia de visitas a los santos lugares en los últimos tiempos, no sólo por la pandemia covid, sino también por el efecto de una sociedad inmersa en la laicidad y menos en el sentimiento de conexión con nuestra cultura judeocristiana.
Algunos pretenden justificar este descenso de visitantes por el temor a visitar Israel, un país en conflicto con sus vecinos palestinos. Pero los expertos aseguran que este miedo es infundado, pues hay una enorme seguridad y un gran celo por parte de las autoridades israelitas, por cuidar al visitante y preservar al peregrino de todo peligro.
A la vez, en esos lugares vive un número de cristianos cada vez más reducido y en condiciones de necesidad y olvido por parte de los hermanos de otros lugares del mundo. Es preciso apoyarlos.
Igual ocurre con los frailes franciscanos, que desde el siglo XVI guardan y cuidan celosamente los lugares santos.
Estos filmes que ahora comento, sobre todo el primero, son mezcla de documental y drama, utilizan una trama sencilla y reflejan auténticos testimonios y referencias de la Tierra Santa.
Un periplo, a la vez que geográfico, humano y religioso, también bíblico y, desde mi parecer, actual en un mundo materialista colapsado por la pandemia y el cataclismo político y económico. Este estado de cosas ha traído dos mensajes: uno de tipo ético y otro espiritual, que ha calado en mucha gente que busca esperanza, certezas y verdades.
El punto de partida del filme es una familia de clase media, donde la madre, Carmen, ve que su familia no funciona armónicamente. El esposo está absorbido por mil problemas laborales y financieros, el hijo mayor tiene dificultades con el juego (ludopatía); y el resto de la prole va cada uno a lo suyo, sin tener unos mínimos de convivencia y sin comprender a una madre entregada y abnegada, que es quien lo hace todo y tiene que soportar los rigores del malestar del grupo.
A la señora Carmen le toca un importante premio en la lotería parroquial y se le ocurre, como forma de unir a su familia, invitarlos a un viaje a Tierra Santa. La idea encuentra una oposición inicial, pero finalmente todos viajarán a Israel.
Pero la cinta no es sólo la historia de la familia protagonista, sino de manera muy importante el testimonio que aportan otras personas que aparecen en pantalla, algunas religiosas (monjas o sacerdotes) y otras seglares, declaraciones del delegado de la Custodia en el Santo Sepulcro, palabras del director de la Escuela Santa de Belén o un joven maquillador, adicto al sexo y a los tóxicos, a quien su paso por Cafarnaúm le cambio la vida.
Hombres y mujeres que cuentan cómo en ellos se ha manifestado la revelación cristiana, el sentimiento de la fe genuina del enviado de Dios a Nazaret, con algunos y vívidos ejemplos de conversión e incluso su entrega a la fe católica en la forma de religiosidad conventual o colaborando en labores asistenciales muy sacrificadas como la atención a indigentes o niños discapacitados.
El trabajo está, además, muy bien ilustrado con imágenes panorámicas de Jerusalén, que muestran esa belleza tan especial marcada por su color ocre; y otros lugares que, más que ruinas o fenómenos físicos u orográficos (lago Tiberíades o el Monte Tabor), son pilares de una fe capaz de mover los corazones.
Hay un acertado y sutil guion de Garrigó, Pedro Delgado y Benjamín Lorenzo, igual en el comienzo del metraje, más dramático y teatral, como en la parte media y final que pone el broche de cierre, con una familia que vuelve cambiada de Israel.
Como digo, el relato está contado con sobriedad, pero con verismo y sentimiento, lo cual mueve el corazón del espectador predispuesto.
Hay entusiasmo y voluntad en los miembros del reparto, participantes como Alex Larumbe, Rafa Jiménez, Susi Lillo, Carlos Cañas, Wendy Gara y Ález Tormo, muchos de ellos aficionados, que son quienes nos conducen en un viaje desde España a Israel, pero también otros protagonistas desde Chile o Nueva York, camino a Belén, Jerusalén y los diferentes lugares de la cristiandad, y en general de las religiones del Libro, donde cabe añadir el judaísmo o el islam.
Se cuentan en la película hechos reales de conversión, las denominadas «vivencias cúspide». Ya hablé de ello en la entrega Experiencias cumbre. Pero hago un par de apuntes al respecto, desde la Psicología.
El profesor de Salamanca Antonio Vázquez, experto en Psicología de la Experiencia Religiosa, afirma que a veces se dan «experiencias típicamente humanas provenientes del inconsciente colectivo, pudiendo exteriorizarse en conductas espirituales».
El psicólogo alemán Eduard Spranger, que estudió la esfera espiritual, habla de experiencias que trascienden la mera identidad, convertidas en estados de consciencia superiores (transpersonales).
El psicólogo norteamericano Abraham Maslow, definió las «experiencias cumbre» como secuencias de vida en que la persona se siente en completa armonía consigo misma y con el entorno.
Más extenso en revista Encadenados.
La historia de la Salvación, a través de los santuarios de Tierra Santa, en una narración que, partiendo del monte Nebo y el papel de los profetas en los acontecimientos bíblicos de Israel, nos lleva a los lugares de la experiencia terrena de Jesús, llevándonos como a los discípulos de Emaús y la vida de la primera comunidad cristiana.
Asistimos al despliegue de un documento sin igual, con elementos de exclusividad e imágenes altamente imágenes sugerentes: una descripción completa con gran definición, ilustraciones geográficas que incluyen mapas y gráficos, descripciones históricas esenciales y datos bíblicos precisos. Y referencias arqueológicas. Los aspectos descriptivos ayudan al futuro peregrino visitante a planificar su itinerario, junto con una n invitación a emprender un viaje más profundo, Biblia en mano, un camino de reflexión y renovación espiritual, acompañado por las palabras de los frailes.
Estamos ante es una expresión institucional de la Custodia de Tierra Santa y el compromiso múltiple y milenario de los hijos de Francisco de Asís, que preservan y revitalizan los lugares vinculados a la memoria de Cristo, a estudiar el material escrito, arquitectónico y arqueológico, las manifestaciones espirituales y la difusión del conocimiento que parte de ellos, para acoger y guiar a los peregrinos.
Una obra escrita por Angela Senatore. Dirigido por Sergio Marzocchi y Fabrizio Palaferri. Fotografía de Vania Tegamelli y Paolo Savini. Música de Siro merlo. Productor Alessandro Caspoli, OFM.
El documental se puede ver aquí:
En poco tiempo, en cines o Internet he podido visualizar o tener noticias de filmes donde la religión, la conversión y la espiritualidad son el tema principal.
He comentado Converso (2017) y Amanece en Calcuta (2021). Pero hay otras como “Wojtyla: La investigación” (2020), de José María Zabala; “Fátima, la película” (2020) de Marco Pontecorvo; o, “Corazón ardiente” (2020), de Garrigó y Cuadri, etc.
Creo que la aparición de estos títulos están motivados por el fenómeno Covid y una sociedad desalentada por la crisis moral y económica, que ha puesto en evidencia las flaquezas de la sociedad de consumo en un planeta que sufre y un futuro insostenible.
Ha aumentado la tasa de depresiones y suicidio. La reclusión forzada, la mayor presencia de la familia y la desesperanza, nos ha invitado a tomar conciencia de cierta necesidad por mirar a nuestro interior.
En una sociedad con problemas de calado, no bastan las soluciones políticas o económicas. Hay que considerar también las relaciones humanas, el significado de la vida. La inquietud por Ser antes que Tener (Erich Fromm).
Muchos somos quienes observamos una necesidad de aliento, de empuje profundo, más allá de los viejos marcos políticos o institucionales.
A principios de siglo XX el filósofo Henri Bergson habló del “impulso vital” (“l’élan vital”), una fuerza muy próxima la conciencia; se podría denominar también como “fuerza vital”.
Especialistas solventes en espiritualidad como Arregui, afirman que la sociedad actual necesita “aliento vital”, una reforma profunda personal y colectiva para aprender a vivir e ir adquiriendo la sabiduría esencial de la vida.
No me refiero a esos productos de rápido aprendizaje (tipo el Yoga de consumo o el Mindfulness de plexiglás); no a esos productos pseudoespirituales que conservan su estética, su merchandising y sus toxinas comerciales.
No a esos cursos de introspección que fuerzan a hurgar el interior del ser buscando la felicidad y que incluso han instaurado un nuevo narcisismo o egocentrismo “new age” que acaba derivando en un culto al cuerpo.
En estas películas de hoy se habla de “espiritualidad genuina”, nada de farsa. El filósofo Daniel Dennett propone una fórmula para alcanzar la felicidad: “Busca algo más importante que tú y dedica tu vida a eso”.
El Concilio Vaticano II dejó claro que la «salvación» no es cosa del final de la vida sino el proceso de ir logrando vivir con calidad la vida.
Parece haber suficientes indicios que concederían la razón a André Malraux cuando afirmó: «El siglo XXI será espiritual o no será».