En estos días han estrenado dos películas muy originales y divertidas. Una es norteamericana y aparenta ser de venganza y violencia, pero finalmente sabe sacar un tono de comedia alegre y satírica, su título: Nadie (2021) del director Ilya Naishuller. La segunda es francesa: Mamá María (2020), de Jean-Paul Salomé, donde una mujer que trabaja para la policía acaba convertida en narcotraficante de cannabis (podría haberse titulado “Mamá hachís”). Dos películas juguetonas, muy entretenidas y con un fondo guasón y de humorada, aunque al principio no lo parezcan. Ahí está lo bueno de ambas, que sorprenden.
Una noche entran unos ladrones a su casa, unos jóvenes ansiosos por robar algo. La cosa es que cuando Hutch ve lo que ocurre, ante la inminencia del atropello, decide no defenderse y preservar a su familia. Pero esta decisión desilusiona a su hijo Blake (Munroe) y su mujer Becca (Nielsen).
Hutch queda interiormente reconcomido, pero algo en él estalla cuando su hija pequeña le dice que no encuentra su pulserita, que se la han robado los pobres choricillos.
Estas circunstancias van a precipitar que aflore en Hutch su lado más violento y lóbrego, pero también su faceta de investigador sagaz y perseverante, del que al poco sabremos era un “auditor” del Estado, una especie de sujeto con licencia para matar, muy preparado, duro y totalmente anónimo (“Nadie”).
La cosa da para pensar que lo que el director quiere mostrar en esta primera parte de hombre hastiado, es la metáfora de la crisis de la mediana edad, alguien que lo tiene todo pero que le falta acción y protagonismo, incluso amor con su esposa, lo cual se va entendiendo poco a poco.
Aceptable trabajo del director moscovita Ilya Naishuller, que parece entender el atractivo de la propuesta que le han encargado. El guion de Derek Kolstad está bien hilado, con una historia un tanto loca, pero a la vez con ritmo y que atrapa.
El actor principal es Bob Odenkirk que hace gala de un aéreo sentido del humor. Pero, sobre todo, a partir de cierto punto cardinal del filme, se convierte en un sujeto auténticamente duro, perspicaz, en el que fluye su violento y secreto pasado, tras haber aparecido en las primeras secuencias como un hombre retraído e incluso apamplado.
Odenkirk es quien lleva la película sobre sus hombros; algunas escenas de peleas en un autobús, tiroteos hogareños y masacre en una fábrica son más que amenas, sobre todo para los amantes del género de acción y golpizas.
Pero Nadie (“Nobody”), que es el sobrenombre del personaje como consecuencia de su pasado misterioso de agente ultrasecreto, es más comedia que thriller, especie de diversión, más que una mera viscosa cinta de movida turbulenta. Veamos.
El filme es un intenso recorrido por escenarios plagados de puñetazos, ímpetu, golpes y disparos, que cuenta en sus filas con expertos. Esto es divertido pues está bien hecho y sin excesos.
Bob Odenkirk, con su aspecto templado y afilado rostro, con la pinta de hombre tristón y gris, se reconvierte imprevistamente a los ojos del espectador en un vengador en toda regla. Junto a él participan actores y actrices como Christopher Lloyd y RZA, que también contribuyen al esparcimiento y la diversión.
Me han llamado la atención tres aspectos destacables del filme.
En el primero subrayo la vida marital gris del protagonista con su bonita esposa muy bien interpretada por la hermosa Connie Nielsen, con la cual apenas mantiene contacto físico. Pero cuando el esposo abandona el rol doméstico y de oficinista para volver a su antigua profesión de agente secreto y aguerrido, su esposa empieza a hacerle caso de nuevo e incluso tienen su escarceo, pero sólo sugerido: ¡genial!
La segunda cuestión que me ha parecido de lo más gustosa y divertida es la presencia del padre de Hutch, una persona muy mayor en una Residencia geriátrica. El señor se aburre de la monotonía de una jubilación de siestas y TV y empieza a revivir cuando de nuevo empuña sus escopetas de cañones recortados para ayudar a su hijo a resolver sus problemas con los villanos que lo acosan. A partir de ese momento el viejo de pronto despierta de su letargo, su existencia cobra sentido y la vida se torna placentera: ¡también genial!
Y por último, a tono con el jocoso desarrollo, tenemos a los “rusos”, pues si tiene que haber malos, mejor que sean rusos, mafiosos de la cosa moscovita. Todo un sainete que acabará como el rosario de la aurora para gran descalabro del ejército eslavo de matones a cuál más malo y que resultan todos para el arrastre: ¡más genialidad!
La peli tiene su gracia, te ríes, es muy resultona y no se hace pesada pues sabe acabar en el momento oportuno.
Más extenso en la revista Encadenados.
Isabelle Huppert se mete en la piel de Patience Portefeux, una traductora del árabe al francés que trabaja para la policía parisina y que a sus cincuenta y tantos años, empieza a inquietarse por su inmediato futuro. Ella es una mujer viuda con dos hijas, asuntos económicos por resolver y obligaciones, sobre todo para con su madre «La Princesa», una mujer mayor de frágil salud. En fin, Patiente tiene deudas que afrontar.
Patience está destinada en la brigada antinarcóticos y como es descendiente de argelinos maneja el árabe a la perfección. Su trabajo es descifrar las conversaciones capta la policía de los narcos árabes. Esta labor la lleva a dar con la clave de una operación de hachís en la que acaba implicándose. Pero no para esclarecer el caso ante la policía, sino para hacerse con un importante alijo de hachís proveniente de Marruecos. Y se verá envuelta en un enorme enredo de droga.
La Huppert es desde el principio hasta el final “La Daronne” o en la versión española, “Mamá María”. El director Salomé lo sabe y por ello deja toda la carga de la película en manos de la actriz. Y la Huppert aprovecha la oportunidad para interpretar un rol que va del lado de la Ley a la otra orilla del delito, un personaje cargado de bribonada que es interpretado con brillantez y lucimiento por la artista.
Además de la Huppertt y su arrolladora personalidad, participan otros excelentes actores como Hippolyte Girardot (el inspector), Lliane Rovère (la madre) o Farida Ouchani, estupendos todos.
La película tiene un ritmo ágil que hace mantener la atención constantemente. Toques de humor negro de gran incorrección política donde la protagonista, con los gestos y la sonrisa cínica y definitiva de la Huppert, hace de especie de mujer “todo terreno” que ha de girar en torno a varios ejes.
De una parte, es añorante y revive a cada tanto su historia de infancia junto a un amantísimo padre árabe que manejaba negocios turbios. De otro lado, está una relación de hija solícita y de respeto con una madre poderosa y que fue gran señora de lujos. También está su relación con su amante (el comisario), con sus hijas y con una vecina china, mujer que maneja los hilos de cierta mafia oriental, con la cual congenia.
Es una historia original, caprichosa y delirante. Todo lo cual precipita una narración que es cada vez más movida y palpitante, que acaba en el campo de la pillería, cuando ella decide quedarse con parte del alijo que se investiga, para gestionar por su cuenta la venta de la droga a pequeños narcos de barrio.
Mamá María acomete con fuerza, inteligencia y riesgo de su parte el negocio y la cinta se pone muy emocionante. Además, ocurre que el espectador se pone más del lado de Patiente que de la policía. La tarde que fui a ver la peli, parte del público aplaudió al final la hazaña de la protagonista, a la que Huppert viste de gracia y picardía.
A todo esto, la protagonista tiene su punto de integridad, pues el joven traficante a quien ella espía en sus conversaciones y que portaba la droga desde Marruecos, es hijo de la amantísima señora árabe que cuida con esmero a su madre en el geriátrico; a la cual acaba ayudando.
Patience se crea un personaje expresamente para introducirse en el mundo del tráfico y de los camellos. Aprovechando su filiación árabe, se viste como una dama con chilaba de lujo, pañuelo de Hermès cubriéndole la cabeza y unas estilosas gafas de sol que hace que transmita una imagen imponente.
Así es, Mamá María tiene que vérselas con dos traficantes de poca monta que ejercen el rol cómico de ingenuos, fascinados por la misteriosa mujer; pero también se la juega con otros capos más peligrosos y con la policía que le sigue los pasos.
Vemos, pues, a la Huppert de gran señora árabe negociando con los camellos, lo cual tiene su gracia. De igual modo resulta interesante la relación de Mamá María con su vecina de origen chino, con la que acaba estableciendo una inesperada complicidad.
Este es un trabajo más cómico de lo común en la Hupper, con un registro grácil. Parece incluso que se lo está pasando bien haciendo el papel. La actriz ofrece una cara diferente a la de tantos personajes graves, trágicos o duros a los que ha dado vida a lo largo de su carrera.
Se hace uso con gran habilidad de un personaje tan mordaz y carismático como Patience, para realizar una crítica a diversas realidades sociales e instituciones que incluyen la inmigración, la policía, la Ley y el tráfico de drogas.
En suma, podría pensarse que sobre el papel esta película es una ficción sobre una mujer que se abre paso en el negocio de la droga, pero esta “dramedia” criminal en todo caso se las arregla para exhibir cierta personalidad distintiva y jocosa.
Más extenso en la revista Encadenados.