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Las películas de las que hablaré hoy tratan del amor entre mujeres, por lo tanto, de relaciones lésbicas, lo cual gracias a los tiempos que corren es ya un asunto tolerado que no provoca, salvo raras excepciones, ningún tipo de revuelo ni grandes controversias en las salas.

Pero hay que entender esta entrega de hoy como un pequeño capítulo sobre el genuino amor entre mujeres; incluso en casos de féminas que ya peinan canas, que se aman profundamente. El AMOR con mayúsculas, que no tiene género ni edad, que no es sólo sexo.

Pero también abordaré asuntos candentes al respecto. Uno de ellos es la falta de ordenación legal o vínculo administrativo entre personas del mismo sexo que viven su romance de forma oculta. Esto ocurre entre mujeres de cierta edad, pues en su época juvenil no tenían opciones para ser “pareja de hecho” o “pareja legal”. Esta situación de limbo reglamentario, cuando ocurre algún imponderable grave (enfermedad, fallecimiento, etc.), deja a estas mujeres en una situación de inermidad, abandono y desvalimiento.

Quiero entonces en estas líneas ir más allá de la mera «salida del armario» con pasión juvenil, lo cual ha sido abordado en películas como: “Habitación en Roma” (2010); “La vida de Adèle” (2013); “Luna en Brasil” (2013); “Un amor de verano” (2015); “La chica danesa” (2015); “Carol” (2015); o “Elisa y Marcela” (2019), entre otras.

Más bien mi intención es centrarme en romances sólidos, donde hay ternura y genuino amor, pero que reciben un revés social y jurídico en la relación. Y en alguna película, como ahora veremos en la primera que comento, se da una condensación temática: homosexualidad-vejez-género, y cuanto de interés humano tiene esta tríada. Las películas de hoy son: Entre nosotras (“Deux”) (2019); Retrato de una mujer en llamas (2019); Freeheld, un amor incondicional (2015) y Entre nosotras (“Coup de foudre”) (1982).

ENTRE NOSOTRAS (“Deux”) (2019). Magnífico debut del director italiano Filippo Meneghetti sobre una historia de arrebatada intimidad y sensibilidad, el amor delicado y lleno de ilusiones entre dos mujeres mayores que viven en una ciudad francesa.

Dos mujeres jubiladas, secretamente enamoradas desde mucho tiempo atrás, se miran con ternura y la cámara va introduciendo al espectador en un espacio de intimidad que solo a ellas pertenece. Nina y Madeleine comparten los afectos de una vida en común.

Pero esta relación está edificada sobre un secreto de tiempo que empieza a pesarles, que las tiene maniatadas. Nina (Sukowa) quiere hacer un proyecto común e iniciar una nueva vida en Roma, el lugar donde se conocieron. Mado (Chevalier), mujer viuda y con dos hijos, teme la reacción de estos o que la puedan juzgar. En una discusión entre ambas, queda claro que flota el fantasma de estigmatización como lesbianas. Y esta secuencia es la que desencadena la tragedia. Mado sufre un derrame cerebral y Nina querrá estar a su lado. Pero las cosas no son fáciles.

No existe ningún vínculo administrativo entre las amantes y los acontecimientos se desarrollan a base de rodeos y mentirijillas poco afortunadas para poder estar juntas en tan delicada situación.

La puesta en escena es sobria, elegante, el director acierta a sacar partido de los escasos elementos con los que cuenta. Meneghetti favorece con su cámara primeros planos ajustados, para ofrecer la alegría y la felicidad de la pareja, centrada en sus miradas y la complicidad. Planos sencillos con la forma en que los pies de ambas ocupan el mutuo espacio mientras bailan, lo dicen todo.

Entre los personajes terceros destacan de manera enervante los hijos de Mado, sendos jóvenes cada cual con sus asuntos y profesiones. Pero lo que provoca irritación es el egoísmo, los reproches, los juicios hacia su madre y sus intereses materiales.

Lo peor del comportamiento filial es cuando se dan cuenta de la relación existente entre su madre y Nina. Sin mediar palabra, la encierran en un geriátrico para apartarla de su pareja.

La película no sólo trata el tema de una relación homosexual de mujeres, sino sobre todo la situación tremenda de incomprensión y desamparo de unas mujeres que rozan los setenta a las que se les quiere impedir la mutua compañía.

La emoción de esta película está sostenida en sus actrices principales, que convierten esta ópera prima en una película hermosa, intensa y llena de apartados para la reflexión sobre los prejuicios, la necesidad de afrontarlos, el respeto a las decisiones personales y la necesidad de cuidar y sentirnos amados, por encima de todo. La carismática Barbara Sukowa y Martine Chevalier, hacen unas interpretaciones sublimes llenas de matices y sensualismo.

Excelente dramaturgia, escenografía, iluminación, sonido y caracterización. Envolvente música de Michele Menini en la cual aparece la conocida y romántica canción “La tierra”, canción que unió a las protagonistas en su amor: Oh, la Tierra
Oh, la Tierra/ Vamos a buscar/ En el mundo un rincón de paz/ Y hallar horizontes sin fin/ Para amar”
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Más extenso en la revista Encadenados.

RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS (2019). En la Francia de 1770, Marianne, una pintora, recibe el encargo del retrato de bodas de Héloïse, una joven recién salida del convento con muchas dudas sobre su inminente matrimonio, el cual sólo asume por obediencia a su madre. Marianne la tiene que retratar sin su conocimiento, ya que Héloïse aborrece ser pintada solo para contentar a su futuro marido. Por ello, Marianne debe seguirla a diario.

Con una excelente dirección y guion de Céline Sciamma, el film es un monumento a la belleza, una película que nace de la minuciosidad y la creatividad de una cineasta de enorme talla.

La obra es ante todo mirada, el hecho de mirar descrito con perfecto esmero. La mirada examina y confirma la existencia del otro, lo cual lleva a la aproximación, al deseo amatorio, a la pasión. Y de ahí llega el acercamiento. Y el amor que ciñe a las protagonistas de la historia.

Ambas mujeres se dejan arrastrar por sutiles maniobras de acercamientos y rechazos que acabarán por entrelazar sus ansias y sus pesadumbres. De lo cual nace la pasión.

Las protagonistas son Adèle Haenel y Noémie Merlant, dos actrices en estado de gracia, con un intenso feeling en pantalla. Monumentales trabajos de gestos, mimando cada movimiento o expresión, y la enorme hondura de sus miradas.

Cumbre trágica y sentimental de Céline Sciamma de simpar belleza: plano-contraplano a partir de los rostros de las mujeres, primerísimas tomas hasta mostrar a ambas juntas en la misma imagen como señal de que ha nacido el afecto.

Abarca otros contenidos, sobre todo los que son consecuencia de la imposición de los cánones masculinos, con drama, pero finalmente la cosa deviene diáfana historia de amor entre dos mujeres.

Como escribe Palomo: “Con pasmosa sencillez, pero con categórica sublimidad, Sciamma se ha apoderado del misterio, el desconsuelo y la felicidad del amor. Y nos ha obligado a acompañar a sus dos prisioneras para, una vez madurado, encaminarse hacia un desenlace inaudito (…) Los últimos cinco minutos del film taladran los resortes emocionales de cualquier espectador”. Enorme descarga de emotividad que deja al espectador tambaleante.

La película traslada la idea de que un recuerdo vivo de algo perfecto siempre será mejor que malvivir por amor en un romance condenado al fracaso.

 

FREEHELD, UN AMOR INCONDICIONAL (2015). Esta cinta es un ejemplo de lo que decía al principio, o sea, el limbo legal a que son sometidas dos mujeres que son pareja. Está basada en la historia real de Laurel Hester (Moore) y Stacie Andrée (Page), una pareja homosexual y su batalla legal. Laurel es una reconocida y condecorada policía de Nueva Jersey con una enfermedad terminal. Quiere dejar su bien ganada pensión a su pareja de hecho, Stacie. Pero los prejuicios de los “freeholders” (autoridad local) del Condado de Ocean de N.J., no toleran la tal pareja y maniobran y confabulan para impedirlo.

 

 

 

El director Peter Sollet construye una película testimonial que cuenta una lucha cargada de razón y reivindicación. Lástima que Sollett se limite a dejarlo todo tan claro, que no hace sino repetir una vez tras otra cada uno de los mensajes del film que todo el mundo comparte desde el comienzo.

Julianne Moore está meramente correcta como la policía al borde de la muerte, la novia-pareja Elliot Page carece de química con Moore y los mejores son Michael Shannon y Steve Carrell, actores de reparto.

En suma, un film que cuenta desde que las protagonistas se enamoran, hasta el enfrentamiento con los “freeholders” y la enfermedad del personaje de la Moore. Toda una protesta de libro de texto no sin cierta manipulación emocional, lo que convierte la cinta un mediocre “crowd-pleaser (al gusto de todos) sobre los prejuicios contra las parejas homosexuales y lo injusta que es la ley con ellas.

 

ENTRE NOSOTRAS (“Coup de foudre”) (1982). Film de la directora francesa Diane Kurys (igual título en español que la primera), que cuenta una singular amistad entre dos mujeres casadas, que por todos los medios se enfrentan con arrojo a las reglas sociales del momento, para escapar a sus desconcertantes vidas.

Es la Francia de 1942 cuando una joven judía, Léna, es internada por las autoridades de Vichy con el riesgo de ser deportada a la Alemania nazi. Pero Michel, uno de los guardias la salva, se casa con ella y huyen por los Alpes hacia Italia. Tras establecerse en Lyon Léna tiene dos hijas con su marido.

En un acto escolar conoce a Madeleine, otra madre casada con Costa Segarra y con un hijo. Ambas mujeres establecen una relación íntima de amistad, los maridos congenian, aunque ambos están celosos del vínculo de sus esposas.

En un momento de la historia, Lena y Madeleine beben y bailan en un club nocturno y mantienen relaciones íntimas. La historia deriva por derroteros muy dramáticos que incluyen la enfermedad psiquiátrica de Madeleine, el intento de Lena por redimirla y un final un tanto desconcertante.

Diane Kurys dirige con solvencia este sensible drama en el cual Isabelle Huppert y Miou-Miou hacen unos trabajos actorales asombrosos, de mujeres cómplices en una época muy complicada para el amor lésbico entre ambas mujeres.

Ambas consiguen una complicidad llena de naturalidad y espontaneidad, a lo que se une clase y elegancia, junto a una exquisita música de Luis Bacalov y esplendente fotografía de Bernard Lutic.

Acompañan en el reparto Guy Marchands (destacable, como esposo de Lena) y Jean Pierre Bach como Costa Segarra.

Guion de Alain Le Henry, adaptación de la novela homónima de la propia Kurys, es una película autobiográfica, pues en la parte final se sabe que Lena, el personaje de Huppert, corresponde a la madre de la directora.