Mis hábitos de vida habían cambiado de forma radical. Mis cafés de las mañanas ahora eran compartidos mi propio reflejo que me devolvía el cristal de la mesa cuadrada que había en el salón, y en donde ya me habían recomendado instalar un infiernillo.

Mis paseos eran más largos, a solas, y durante horas ganaba tiempo a la vida dejándome llevar por las vistas que me ofrecía la ciudad. Aquel día, mis pasos se detuvieron en el paseo que había entre los bares de La Puntilla y Puerto Sherry. [Lee aquí los capítulos anteriores]

Algunos gatos ocupaban los pocos espacios en donde el sol calentaba más, y a mi espalda el fresco aroma de los pinos me traía el aroma de la tierra y el verde mojados por la humedad de la noche. Algo me reconfortó, y fue la vista de aquella masa de agua envolviendo las ciudades de la bahía. Apenas había oleaje, tan solo un débil murmullo de las olas contra las rocas. Me acordé de mis amigos, a uno de los cuales hacía mucho que no veía, del otro preferí descansar por unos días.



Buscaba mi soledad, marcada por una inusual tristeza, germinada en aquella pandemia que azotaba tanto a los míos de allí como a los míos de aquí. Era algo curioso, nuestros pensamientos estaban inundados de toda aquella maldad, nos entristecía, nos agachaba, no nos dejaba vivir de forma plena.

Sin embargo, con mis manos en la chaqueta que me sobraría pasadas un par de horas me dejé llevar por la paz de aquella bahía. Me senté en el apretilado que delimitaba el paseo, dejando que los gatos se marchasen para observarme desde la distancia.

Sentí la pena de la impotencia ante algo que ni yo ni nadie podían doblegar, pues eran tiempos de aprender a vivir con algo que nos acechaba. El olor a sal me inundó, me regocijó, me hizo sentir bien, y poco a poco me fui dejando llevar por una paz que solo podía inspirarme aquella bella bahía.

Sobre el autor: Paolo Vertemati representa a un personaje ficticio, un extranjero que ha venido a El Puerto de Santa María, y a través de sus capítulos narra a modo novelesco sus sensaciones y experiencias con las tradiciones y la propia idiosincrasia del lugar, con historias entre reales e imaginarias.