Parece que las cosas se entienden mejor si nos las explica un especialista en la materia. Así visto, si tuviera que escribir un drama ecológico ambientado en el desastre causado en una central nuclear, ¿qué mejores candidatos que una pareja de ingenieros nucleares y una física nuclear, implicados en un triángulo amoroso -así se personaliza el drama ecológico- que aceptan con inhumana, y no poca lúdica, naturalidad? 

Ahora bien, si en vez de dejar que nos enseñaran, pensáramos por nuestra cuenta, es posible que Lucy Kirkwood, autora de Los hijos, (y con cuya excelente adaptación, David Serrano ha inaugurado esta Temporada de Otoño de Teatro en el Pedro Muñoz Seca), no hubiera centrado su drama ecológico en una pareja de ingenieros nucleares jubilados (Susi Sánchez y Joaquín Climent ) y una física nuclear (Elena Irureta), aún en activo, que quiere recuperarlos…; sino en todos cuanto, sin ser especialistas, pensamos por cuenta propia…



Pero, la realidad es bien distinta: confiamos tanto en el criterio de los especialistas, que, ¿en manos de quién, si no, tratándose de un drama con pretensiones de éxito, vamos a poner la salvación del mundo?

Una obra sobre el pasado de unos y el futuro de otros. Con Adriana Ozores, Susi Sánchez y Joaquin Climent. / EA

Y desde esa autoridad especialista, usada como metáfora de la responsabilidad de los padres para con los hijos, ¿qué nos queda sino imaginar que éstos son la nueva generación de ingenieros y físicos que se ha de hacer cargo de la central nuclear (el mundo) donde aquella autoridad especialista (los padres) metió la pata, en términos ecologistas? Éxito asegurado. Y así ha sido.

La ciencia, que tanto nos quiere mejorar la vida, nos aleja de ella. Si de algo adolecen los personajes de este drama, es de desesperación. Se mantiene un equilibrio de elevadas competencias científicas: todo está pensado. Pero no; hasta que no desesperes, no darás el paso siguiente.

Tocante y último a la representación de los actores, destacar su sólida madurez interpretativa, (no interpretaban, era de verdad) ante la linealidad escénica impuesta por un solo acto.