Los veranos inusuales lo son todos, y cada año tiene sus particularidades, sus historias, sus vivencias, y pasados los años, nos damos cuenta que aquello que nos hizo sufrir, doblegarnos, enfadar o criticar, queda en la memoria como algo anecdótico, triste o gracioso según la experiencia.

Este verano, sin embargo, comenzará el viaje veraniego en El Puerto como siempre, sobre el 22 de junio, cuando acabados los colegios empezamos esas vacaciones, estemos o no sometidos a los almanaques escolares, nuestro modo de vida se transforma, relaja, y aun trabajando, disfrutamos de ese ralentizar que todo lo absorbe.

El final, al igual que el principio, nos llega después de la patrona, y durante 80 días, arriba o abajo, todos, trabajemos o estemos de vacaciones, nos reconvertimos dando esa vuelta al Puerto en 80 días. Este año, esa aventura queda marcada, marcada por un problema real en su estructura y esquizofrénico en su desarrollo, un verano donde el miedo y las mascarillas azuzan el ingenio y el absurdo enfrentamiento por algo que a todos nos afecta y que cada cual decide vivir a su manera, como no podía ser de otro modo.

Cuando nuestra vuelta particular acabe, cuando llegue el invierno, cuando miremos atrás mil opiniones volverán a llevarnos por el periplo de una Navidad, en donde las críticas se cebarán en la inconsciencia de quienes acuden a realizar las compras, y en donde se pedirán cabezas por encender un alumbrado, cuyas bombillas, de seguro, que provocan infecciones ultravioletas.

Nuestro viaje ya ha pasado el ecuador, y todos, nos guste o no, estamos en un barco que no podemos abandonar, un barco donde el rastro de lo ocurrido hace ya más de cuatro meses provoca un pánico que antes ni existía. Y lo peor de ello es ir en un barco donde un grupo se levanta y se acuesta pidiendo que paren motores, que podemos chocar con un iceberg, o chocar contra algo, o encontrarnos con una tormenta… El Puerto, este Puerto de Verano inició esa vuelta en 80 días, y agota, agota muchísimo no solo que cada minuto que pase nos recuerden que vamos a morir al estilo Recio, sino también que casi sin terminar de leer esto ya alguno diga que todos somos unos inconscientes…. Penittenciagitte…

La verdad es que estoy deseando que todo termine, pero no por la vacuna que anuncian, sino para dejar de escuchar que me repitan a cada paso que mañana o nos confinan o moriremos, lo cual no quita que cada día nos levantemos extremando las medidas y siendo cautos, porque nadie quiere ni hundirse ni morir, pero tampoco vivir en una burbuja y dejar de navegar por miedo a los monstruos marinos del fin del mundo conocido.