El ascenso del Cádiz pasará a la historia, pero no por los méritos, la suerte, el esfuerzo o la afición. El primer amago de ascenso, frustrado por perder el partido se llevó a casa a una afición que acudió en masa a las puertas del estadio, pero el ascenso por otra perdida, sacó a la afición a la calle.

Antes incluso de ascender, ya la crítica por posibles celebraciones se cebaba con quienes se alegraban y querían salir. Ahora nos queda la duda de si será el día 2 o el 3 de agosto el momento marcado en el calendario pandémico del colapso sanitario y el fin del mundo mundial.

También hemos de tener en cuenta que el día 3 de julio fue el primer concierto del Soko en El Puerto, por lo que el día 18 posiblemente ya veremos los primeros casos a las puertas de los Hospitales. Eso si no tenemos en cuenta los veraneantes de la primera o segunda quincena de junio… cuya estela de enfermedad ya debe de estar colapsando la UCI del Hospital Santa María.

La seriedad del asunto contrasta con el alarmismo; la necesidad de cumplir las normas se enfrenta a quienes piden cabezas y sangre. Como es natural, aún no me he encontrado con nadie que quiera enfermar o contagiarse, sí con muchos insensatos que se ríen de las normas, e, igualmente, frente a insensatos, me encuentro con gente que les falta salir a la calle con un hábito y una máscara anunciando el castigo divino y el fin del mundo.

De todo ello se saca una sola conclusión, todos, de forma individual debemos cumplir unas normas, extremarlas y hacer de ellas algo cotidiano. Normalizar nuestras vidas dentro de la preocupación, corregir y amonestar a quienes son insensatos debe ser la máxima, criticar lo que no veamos correcto. Pero, el síndrome quincenal está ya resultando tedioso, pues si nos fijamos, no hay evento, reunión, terraza, calle u organización, que se libre del comentario pandémico, en ocasiones educado, en ocasiones violento y en casi todos los casos soez, no hay reunión en donde no se anuncie calamidades a los quince días.

La suerte, o la evolución de la pandemia, sin embargo, deja claro que los quince días les está fallando a mucha gente. Esperemos que la ciencia y el sentido común de la mayoría de las personas sean eficaces, pero hay cosas que está claro que ni un milagro las cura.