De todos es sabido que la fiesta vive un momento delicado agravado por el coronavirus que ha propiciado que cientos de toros de lidia tengan como destino final el matadero, y que la subsistencia de muchas ganaderías esté en entredicho. Además, al sector taurino se le ha negado cualquier tipo de ayuda por el gobierno, obviándose que el toreo es una industria importante de este país. Si añadimos los continuos ataques por políticos sectarios y periodistas de la farándula, el cóctel está servido. No cabe duda de que la afrenta para erradicar la fiesta ha tomado velocidad de crucero, y de poco sirven los paseíllos taurinos en defensa de la tauromaquia. Quizás estemos llegando tarde, entre otras cosas porque el taurinismo ha permitido llegar hasta aquí por su desunión y adulterio del espectáculo. Siempre se dijo que el enemigo de la fiesta está en la propia fiesta.



La llamada desescalada y todas las medidas para prevenir el contagio de la pandemia de este siglo, deja una ventana abierta a que se celebren espectáculos con limitaciones de aforo. Parece ser que en distintos pueblos y ciudades, empresarios valientes han dado un paso adelante para organizar corridas de toros con la merma de ingresos que supone no poner a la venta todos los boletos. En El Puerto concretamente, se ha anunciado que el promotor taurino José María Garzón organizará dos festejos, y ello tras su reciente renuncia de la junta directiva de ANOET (Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos), y decidir emprender el camino en solitario. Sin duda que la apuesta se puede calificar de valiente y arriesgada, pues no corren vientos favorables en la fiesta.

Según ha manifestado Garzón a distintos medios de comunicación, su grupo empresarial viene trabajando en un protocolo Covid-19 y en un plan de contingencia para velar por la seguridad del espectador, teniendo en cuenta que en Andalucía, el aforo de las plazas se limita al 50%. Y ahí está el meollo. En una plaza como la de El Puerto, con un aforo de unos 12.000 espectadores, cuadrar las cifras para que salgan las cuentas debe resultar complicado. Porque no podemos obviar que la tradición gañoteril de esta afición ha sido caldo de cultivo de tesis sociológicas, hasta el punto de que dicen las malas lenguas que hubo un tiempo en que refutados portuenses tuvieron un carné vitalicio para ir de pescuezo a los toros. Es más, cuando se producía un cambio en el gobierno municipal, solicitaban la preceptiva audiencia con el nuevo alcalde para mostrar los debidos respetos y preguntar una de las frases más populares del toreo: ¿qué hay de lo mío?

Pero el verdadero problema va a manifestarse en el callejón. Guardar la distancia social en los burladeros con tanto político esnobista va a generar luchas de poder por aquello de salir en la foto. Incluso me llega el rumor de que por los pasillos del Ayuntamiento ya se está negociando el reparto de entradas de protocolo, y sobre todo de asignación de asientos en el callejón. Y es que los súbditos que pretenden ser agraciados con tan distinguida localidad están preparando sus mejores galas de peloteo, al estilo de los habitantes de Villar del Río –de Bienvenido, Mister Marsahll-, para contentar al nuevo empresario y darse a conocer. Es más, en la ficción, el alcalde del pueblo en cuestión soñaba hasta con una pelea de bar al estilo de las que aparecían en las películas del oeste, escena no descartable por la escasez de boletos de balde.

Pero el noble gañoteo no es el único sindicato que se ha apresurado en mostrar sus mejores galas. Los matadores de toros de la ciudad ya dieron un paso adelante para ofrecerse a torear de manera altruista en favor de causas benéficas, gesto que les honra pero que me temo que caerá en el olvido. También otros colectivos gremiales guardan turno para ofrecer sus servicios a Mister Garzón, lo que viene a confirmar que se le espera como agua de julio. Y es que por este rincón aún se sueña con ver de nuevo a José Tomás, y en los últimos años el empresario sevillano ha sido uno de los únicos capaces de contratar al torero de Galapagar.

Por todo ello, no me negarán mis queridos lectores, que el desembarco de Garzón Mergelina en la Plaza Real se espere como el de Mr. Marshall de la película de Berlanga. Deseamos que así sea, y que Garzón no pase de largo, como lo hizo la caravana de americanos que con tantas ansias aguardaban los paisanos de Villar del Río. Y que tampoco tenga que salir el alcalde al balcón del Ayuntamiento, a lo Pepe Isbert, anunciando su pregón: “Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar”. Que por estas tierras lo de pagar en los toros no es buena costumbre.