Las normas, como es normal, están para ser cumplidas, vivir, trabajar, pasear, todo lo que nos rodea, todo lo que hacemos, no son más que acciones móviles que desarrollamos en nuestro entorno.

El Puerto, en días de primavera tardía, con calores más propios del incipiente verano que del frescor primaveral, invita a esos paseos apacibles. Esos paseos en los que, al amparo de la sombra de siglos de piedras vetustas, nos envuelven de paz.

Calle de Palacios, bajando desde Prioral, disfrutando de una amplitud desconcertante, presintiendo el torero hospital a lo lejos, todo se vuelve más claro. Respirando hondo, y con horas de trabajo ya a las espaldas, como las del Sol que ya empieza a despedirse, los aires desenturbian la cabeza.

Con la claridad propia de quien disfruta del aire y del mar, del paseo y de la compañía, uno ve, desde esa distancia, como lo mismo se defiende que una monja pogre opine de política para en el mismo post, se critique al sacerdote que pide un voto; lo mismo se apoya al Guardia Civil que quiere sindicarse, y siendo militar se le prohibió (en su día), que se pide la cabeza de un policía Local (funcionario civil) por expresar su opinión; lo mismo se dilapida a quien contrata a su prima tercera por parte de abuela siendo concejal, que se aplaude que un ministro nombre ministra a su mujer y senadores vitalicios a sus dos hijos que aun no saben andar.

Paseando, con la cabeza despejada, dejando que la brisa que desde el río nos llega, mirando hacia las piedras que desde siglos nos observan, sentimos las carcajadas del pasado, las mismas que llevan siglos produciéndose, porque, no nos olvidemos, el ser humano es el mismo desde los Romanos al infinito.

Sus mismas incongruencias se suceden una y otra vez. Pero a veces, cansa, cansa el forzar tanto, el retorcer tanto nuestras propias ideas para encajar el yogurt de pringa con la berza de Ferrero Rocher.

Llegando al greñuo,  sentado ya en el cantil perdido que ganó a las venas de la ciudad algunos metros, respiro hondo, sonrío y vago en mi mente, soñando con levantarme a trabajar, ganarme el sustento y rezar para que al menos me dejen hacerlo en paz.