Los paseos perdidos ya no se encorsetaban en las horas muertas, se sucedían hora tras hora, dejando espacio a todos para tomar las calles de la ciudad.

El verano, el cálido verano adelantaba unas forzadas vacaciones, y los más pequeños exigían una atención que empezaba a volverse incompatible con la vuelta a la normalidad.

Para colmo, los días de un extraño levante nos conducían un nuevo confinamiento, natural, pero confinados ante un viento ensordecedor. Sin embargo, las ansias de calle, el mal recuerdo de los días perdidos, llenaban las calles de papeles, hojas secas, y gente que luchaba contra un viento cegador, un viento que nos oculta la visión de un río que vuelve a llevarse de nuestro mundo el dolor generado en estos días.

Todo pasa, y el río, arrastra una y otra vez distintas aguas, distintos problemas que termina  hundidos en la bahía. El Puerto y su Levante, El Puerto y su río, los mismos elementos que vuelven a dar a los Finos su especial aroma y sabor. Agua y Viento, únicos elementos capaces de combatir aquello que no entendemos, y es que, desde siempre, la mano del hombre intenta dominar aquello que le hace daño, y usar lo que le beneficia, sin comprender que el dolor es necesario e inmutable y las soluciones van de la mano de la propia naturaleza.

El Puerto la ciudad del Levante, la ciudad del Guadalete, sus grandes valedores de los que, sin darnos cuenta, sacamos el provecho de limpiar los aires, refrescados por su río, que, hundido en la ciudad, llega más allá de las playas.

En estos tiempos, nuestro río del levante será el arma en la que confiaremos para limpiar nuestro aire, nuestro entorno, y a lomos de las mareas, cabalgaremos hacia la normalidad dejando atrás el dolor y el olor a encierro.