La educación está íntimamente ligada a los contextos socio-históricos en los que se ejerce. La Psicología y la Pedagogía han concluido con meridiana claridad que la educación se vuelve conflictiva y difícil en épocas convulsas: los tiempos tras las guerras, los momentos en que los padres han sido muy exigidos no habiendo podido atender a sus hijos en la familia o las fases de crisis económica. De esto trata esta sección de hoy.
Educar en tiempos difíciles
Para ilustrar esta realidad de la dificultad de educar en tiempos difíciles he elegido tres películas que son ya obras de culto. La primera, Semilla de maldad (1955) aborda el reto educativo con alumnos marginales tras la II Guerra Mundial en una ciudad Norteamericana, unos chicos que han carecido de la orientación de unos padres que tuvieron que ir al frente en Europa. Esta película fue nominada a cuatro Oscar nada menos. El segundo filme, Rebelión en las aulas (1967) es igualmente una cinta de grato recuerdo para muchos aficionados, un relato docente en un contexto (británico) donde los chicos provienen de barrios bajos marginales con escasa motivación para el aprendizaje, con los cuales el profesor que interpreta Poitier, despliega todos sus recursos, paciencia y capacidad para sacar provecho de ellos, un alumnado del que se ganará, como dice el título original de la película el: “To Sir, with Love” (“Para el señor –profesor-, con cariño”), que era a su vez el título de la novela de E.R. Braithwaithe en la que se basó el guion. La tercera gran película es igualmente venerada y más aún, una pieza de la cinematografía universal y del cine contemporáneo: Los cuatrocientos golpes (1959), la historia de un niño en la Francia de postguerra, en un ambiente familiar disfuncional, un estilo pedagógico brutal y arcaico, y un ansia irrefrenable de libertad.
Tiene la cinta una gran dirección de Richard Brooks que adapta una novela de Evan Hunter relatando las duras condiciones en que se han criado jóvenes de barrios bajos, a diez años de finalizada la II Guerra Mundial. Esa generación de muchachos apenas eran unos bebés cuando sus padres fueron a luchar contra el nazismo de Hitler, mientras sus madres se empleaban en otras labores con el mismo objetivo, como trabajar en las fábricas de armamento o como sanitarias. Una generación olvidada que se iniciaban en el rock and roll, en la bebida y en los pequeños hurtos y peleas; muchachos que carecieron de una educación familiar adecuada. Fue una época en EE.UU. en que la escuela pública tuvo que evitar la exclusión y aliviar esta circunstancia de postguerra.
La música incorpora por primera vez al cine el rock-and-roll de aquellos años. Entre los temas seleccionados incluye el famoso "Rock Around The Clock", que alcanzó el récord mundial de ventas. La fotografía de Russell Harlan (B&W) aporta tensión y brillantez a la narración. El guion elabora una historia de gran dramatismo, que se mantiene a lo largo de la cinta en un cuidado crescendo.
La dirección consigue, entre otras, un excelente movimiento de actores en espacios limitados y combina con acierto los registros visuales, sonoros y verbales en un conjunto vibrante.
Esta película sigue estando vigente, pues vivimos en un mundo donde no son respetados maestros y ni profesores. Glen Ford hace un papel magistral: sólido, creíble, un trabajo excelente como profesor modélico y paciente. Curiosamente entre los actores de reparto está Sidney Poitier como alumno conflictivo (con el tiempo interpretará el rol de profesor en “Rebelión en las aulas”, película que ahora comentaré) y resaltan igualmente Louis Calhern y Anne Francis.
Una obra de gran valor documental que expone una realidad educativa difícil con honestidad, seriedad y sin concesiones sentimentalistas. Recomendable para padres, profesores y alumnos.
REBELIÓN EN LAS AULAS (1967). Dirigida con gran maestría por James Clavell, narra la historia de Mark Thackeray (Sidney Poitier), un ingeniero negro que acepta un empleo como profesor en un colegio con estudiantes adolescentes conflictivos de una escuela marginal londinense; un alumnado difícil pero de buen fondo. Para hacerse con el grupo, Thackeray recurre a fórmulas educativas originales e improvisadas.
Bonita película que muestra que el respeto y la razón hacen más educativamente hablando, que los castigos o la actuación docente severa. Es una película que dejó huella en mucha gente de aquellos años 60. Clavell realiza un film de plena actualidad incluso hoy, cuando tanto debate hay sobre el tema pedagógico. La realidad educativa actual está en gran medida trasnochada y ni atiende las necesidades del alumnado ni sabe fórmulas para “motivar” en ese apasionante mundo que nace dentro del aula. Muestra el filme una admirable manera de ser maestro o profesor, tal como es interpretado por un Sidney Poitier, cuyo personaje se convertiría en referencia de modelo docente, al que muchos tratarían de emular posteriormente, y que marcó una época y a una generación de docentes y discentes, en unos valores imperecederos.
Por cierto, la conocida banda sonora de la película cuenta con la participación de la cantante Lulu y el grupo The Mindbenders, con la conocida y bonita canción “To Sir, with Love”, canción escrita por Don Black y Mark London, tema de gran éxito junto a uno de los trabajos más logrados de Poitier, y una letra que, entre otras decía: “Esos días de colegiala/ de contar cuentos y de morderse las uñas, se han ido./ Pero en mi mente,/ sé que todavía viven y siguen ahí./ Mas, ¿cómo agradecer a alguien/ que nos llevó de los lápices a los perfumes?/ No es fácil, pero lo intentaré (…) Si quisiera la luna yo haría por alcanzársela,/
pero preferiría más bien darle mi corazón:/ 'Al profesor, con cariño.'”
Cinta aleccionadora para alumnos y profesores, como para recomendarla. Adolescentes rebeldes y pendencieros pero con una singular inteligencia, que Thackeray-Poitier sabe conducir y guiar para que florezcan sus potencialidades y capacidades intelectuales y humanas. En este caso, el profesor es un hombre de gran fortaleza que se gana con su ejemplo a los chicos; además, él mismo fue igual en su época juvenil.
De gran éxito en su estreno y uno de los trabajos más logrados de Sidney Poitier. Personajes que generan situaciones diversas e interesantes que hacen de esta una cinta única y entrañable.
Este drama fue la ópera prima de François Truffaut y es ya película de culto. Fue un filme multipremiado con un reparto donde sobresale la actuación de los niños y en particular el protagonista, un Jean-Pierre Laud magnífico que a sus 14 años hace de alter-ego de Truffaut que cuenta su propia historia. La visión de un niño carenciado, criado sin el apoyo afectivo de sus padres, un muchachito que se se siente abandonado en un mundo frío y cruel.
Los ojos, la mirada del Antoine Doinel hablan de su desolación interior, de la desafección por parte de su familia, la escuela y la sociedad. Antoine sólo tiene a los amiguitos, niños como él entrando en la pubertad, una etapa en la que se quiere ser mayor y libre.
En la existencia de Antoine, hablar de “cuatrocientos golpes” es incluso quedarse corto. Un muchacho sacudido y maltrecho psíquicamente, sin perspectivas y sin una guía que alumbre su camino.
Además de la historia del joven Antoine Doinelle, la película es también una metáfora del paso del tiempo, tanto del tiempo histórico como de del tiempo personal, una alegoría de la nostalgia, la pérdida de la inocencia y el feliz encuentro con el mar, el anhelo principal del muchacho. Muy recomendable para educadores y para los amantes del buen cine.
Con esta obra fantástica y venerada, Truffaut entró de pleno como gran figura en el cine moderno. “Asomarse a ‘Los 400 golpes’ implica, en cierto modo, redescubrir el cine. O, quizá, redescubrir la forma de mirar el cine” (Palomo). Una cinta que consigue, según he podido comprobar, que el espectador actual, sobre todo los jóvenes, cansados quizá de tanto artificio, vuelvan a sentirse espectadores de mirada virgen, algo que consiguen las transparentes y emotivas imágenes de un Truffaut de excelencia, aquel cineasta y cinéfilo, que reinventó el cine junto con Godard y otros muchos (“Nouvelle vague”), y que creó a Antoine Doinel y le hizo correr en pos de un camino de libertad. Película mágica y genuina que es un grito de rebeldía, y un soplo de vida y aire fresco.