En el filme “Uno de los nuestros”, dirigido por el maestro Martin Scorsese, el protagonista, que es un gángster arrepentido, termina por delatar a sus compañeros para salvar el mismo su culo y el de su familia. Cosas de la cosa nostra. La literatura y el cine están repletos de repelentes personajes que espían o cuentan secretos de otros, esos confidentes que siempre han tenido muy mal cartel.

Recuerdo en la escuela que siempre tenía que haber un soplón, el chivato de la clase que de manera ruin intentaba ganar puntos aun corriendo el riesgo de ser finalmente censurado y despreciado por el propio profesor.  Y es que es un arquetipo social que aprendemos a repudiar desde niños pues nos resulta reprochable esa afición de la gente que va por ahí difundiendo falsedades aunque también cuenten verdades. Esas otras son las verdades incómodas porque uno puede ser una bruja mala que cuenta trolas dañinas o un chivato bueno que denuncia ante la Inspección de Trabajo que fulanito tiene a sus trabajadores sin asegurar.

"Algunos ejemplos: policías de balcón, gran hermano que todo lo controlan..."

Total, que hay quienes cantan bien y quienes no lo hacen, como en la ópera, pero ahora, en estas circunstancias que sufrimos, no se trata de señalar sino de apercibir y recordar que los muertos que tenemos sobre la mesa no son ninguna broma. Seriedad, no frivolicemos con el tema aunque nos guste demasiado charlar apoyados con el cigarrito y la cervecita fresquita en la barra de un bar.

Si algo ha traído esta terrible pandemia, aparte de luto y tragedia, es la facilidad con la que nos hemos puestos adjetivos unos a otros sin conocernos de nada, desconociendo por completo la realidad de la vida de una persona y sus circunstancias. Algunos ejemplos: policías de balcón, gran hermano que todo lo controlan, denunciantes de tres al cuarto y bla, bla, bla. Pero si hay un calificativo que me ha provocado la carcajada por su estilo léxico y por ser abundante en número en la ciudad es el “espía de visillo”. Muy ocurrente. Se lo leí a Manolo Morillo en su columna de Diario de Cádiz en El Puerto donde hablaba de algo de lo que ya nos hicimos eco en este medio anteriormente, esto es, corrobora el despelote imprudente acontecido por el paseo de La Puntilla días atrás. Aquí no nos inventamos nada, oiga, si usted vive en la calle Sierpes no opine ni quite hierro a algo que no vio, deje que lo hagan con propiedad quienes vivimos por la avenida con nombre de caudillo griego.

Desde estas líneas, quiero hacer un llamamiento a todos esos espías de visillo amarillento ‘descolorío’: haced el favor de dejar que se besen, se abracen, se mezclen, coman y fumen juntos, y ya puestos, tampoco meterse con nadie si sacan la basura antes de su hora, se saltan un stop o no recogen el regalito que sus perritos depositan en la vía pública. No seáis mas siesos ni juguéis a ser el detective McMillan y esposa. Soplones, asquerosos.

Está visto que hay acusadores que prefieren antes la estabilidad social que una cerveza en el bar de la esquina; bueno, no pasa nada, tranquilidad, seguimos siendo la ciudad con menos contagiados de la provincia aunque Cádiz sea la segunda de Andalucía con mayor porcentaje de defunciones. Dios nos ayude con estos acusicas. Unos don nadie, como el personaje interpretado por Ray Liotta.

“Soy un chivato, sí, chivato pero vivo”