Ahora que ya por fin, después del confinamiento y la cuarentena, se veía otra vez don Quijote de regreso (escalonado, eso sí) a sus aventuras, hete aquí que lo quieren meter, lector mío, otra vez en nuevas pruebas, aunque ahora de carácter estadístico-sanitario.

Se trata de trabajo de campo de participación voluntaria, porque si fuera de obligado cumplimiento para la familia, (o esos varios Quijotes originales y distintos que la forman), sería de todo, menos estudio estadístico de antropología sanitaria.

Hasta aquí todo bien. Y es de algún valor resaltar que, al ser dicho estudio voluntario anónimo, y de aplicación exclusiva al problema de salud que nos ocupa, no tiene por objeto medir el grado de solidaridad general, aunque se suponga implícito, y ello porque no se ha dicho de previo.

Y es que, dicho sea de paso, solidaridad (“adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, según la RAE) no es lo mismo que caridad, que, etimológicamente, es, en español moderno, amor, una virtud teologal, aunque la coloque, en su primera acepción, como una “actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”, la RAE.

Y comoquiera que don Quijote demostró -en la aventura de los galeotes, la defensa infantil del mozo Andrés, o la de los derechos fundamentales (siglo XVII) de la pastora Marcela, y otras muchas más- que ejercía la justicia con compasión y caridad, ¿por qué no iba a colaborar ahora, con esta base cristiana, de muy buen grado en este estudio estadístico de ámbito sanitario? No hay más que encomendarse a Dios y a su señora Dulcinea (España y los españoles)