La mañana, limpiada por la reciente lluvia, comenzaba a iluminar mis pasos, el suelo, mojado y con olores desconocidos y limpios, me acompañaban, y mis pasos, sordos por la chasca de los pinos, me ofrecían un avance suave y fresco entre los pinos. La claridad que se colaba entre los frondosos pinos olía a pureza y mar, y a mi lado, el perro color chocolate trotaba despreocupado.

No hablábamos, paseábamos en un silencio acompasado que solo dejaba sonar algún trino perdido y lejano. El olor a mar seguía escuchándose, pues caminábamos muy cerca de la costa, cuyo aroma intuíamos. Nunca tomé aquel camino, pero cuando llegué a La Puntilla, el perro color chocolate y su amigo nos invitaron a pasear tomando el camino de los pinos, hacia el puerto deportivo.

De pronto la mañana nos devoró con su luz, y pasamos del verde al azul casi sin darnos cuenta. De pronto la inmensidad de un gran azul se nos abrió, el cielo, huérfano de nubes nos ofreció un espectáculo portentoso, en donde todo el azul del horizonte solo ofrecía las banderas blancas de las olas. Y cogiéndolo todo, como en un abrazo infinito, la claridad cegadora de un sol que todo lo hacía resplandecer.



Nos sentamos al borde del camino, admirando un paisaje del que el perro sí sabía disfrutar, y cerrando los ojos del alma, respiramos con fuerza, dejándonos inundar de El Puerto y su claridad salina y luminosa. Nos miramos y sonreímos diciéndolo todo sin pronunciar palabra alguna, pues aquel maravilloso regalo no podía describirse ni con gestos ni con palabras, solo con un alma que poco a poco se volvía cada vez más porteña.

Sobre el autor: Paolo Vertemati representa a un personaje ficticio, un extranjero que ha venido a El Puerto de Santa María, y a través de sus capítulos narra a modo novelesco sus sensaciones y experiencias con las tradiciones y la propia idiosincrasia del lugar, con historias entre reales e imaginarias. [Lee aquí los anteriores capítulos]