El miedo impidió a mi amigo volver venir a visitarme, habíamos llegado a un punto en el que no podía elegir qué hacer con mi propia vida. Ya no era dueño de elegir si quería contagiarme o no, y me asaltó la idea de qué pasaría el próximo invierno, quizás me multasen por ir a la playa sin bufanda. [Lee aquí los capítulos anteriores]

La playa, como echaba de menos aquellas arenas. Al fin y al cabo, estaba aquí por aquel olor maravilloso que me relajaba. Ello me llevó a pensar lo absurdo de decir que las playas estaban cerradas. Era tan extraño como decir que el cielo estaba cerrado, las playas, los lugares más sanos del mundo, los espacios recomendados para tratar enfermedades, mares sanadores que incluso conseguían curar infecciones. Y, aun así, cerradas. Más que cerrarlas se prohibía el acceso, pero seguía sin comprender por qué. Pero si eso me sorprendía más me sorprendió que alguien dijese que hasta que no fueran seguras…

Mis relaciones con paisanos y amigos me daban una visión un poco más global, todos felicitaban mi buena suerte por estar en una ciudad costera con playas y buen clima, principales garantías de que la virulencia del virus sería menor. Cuando mencionaba que el mejor criterio era estar confinado en casa, respirando el aire viciado de cuatro paredes, ventilando tan solo la casa sin poder ventilar yo mis pulmones, se reían.

No soy médico, tampoco científico, y soy más de letras, no sé qué es mejor para mi salud, pero sí sé lo que es mejor para mi alma. No sé si estoy contagiado, si me contagiaré, y no me perdonaría contagiar yo a alguien, y ese miedo me tiene confiando, ojalá pudiera hacerme un test que confirmara que no soy un peligro.

No me da miedo contagiarme, no me da miedo si es grave o leve, no me da miedo morir, pero sí me da pánico dejar de ser lo que soy, me da miedo no compartir mis cafés, me aterra no disfrutar de esa tertulia, me da pánico la muerte de mi alma, de mi espíritu, y el aire, la playa, el aroma del mar da vida a mi ser… mi mente vuela, recorre las playas, y aun así necesito llenar mis pies de mar… no, una playa no se puede cerrar, me pueden impedir pisarla, pero me sigo preguntando, ¿Por qué?