Nos levantamos con la confianza de que atrás dejamos el “pico”, vemos las noticias confiados en una extraña rutina que deja atrás cifras alarmantes, pues ahora, después de lo vivido, nos parecen menos alarmantes.

Aún nos queda la incertidumbre, el miedo, la angustia y la esperanza, y, sin embargo, la empatía sigue ajena en aquellos en los que deberíamos confiar. Nuestros espejos en Europa vuelven a la normalidad de forma controlada, y a pesar de que no estamos en esos países, las redes sociales, la globalización, las redes, todo traspasa fronteras, hablamos con personas de otros países, la comunicación permite la comparación, y así, comparamos, y naturalmente somos comparados.

La geolocalización, el control de la crítica, la persecución de bulos, la censura periodística, la regulación errática de las medidas a tomar, los test fallidos, las mascarillas no homogeneizadas… todo nos lleva a la crítica, nos lleva al temor de que está ocurriendo.

Lo peor de todo ello es que millones de españoles vean en televisión a un General hablando de control de la crítica y que todo quede en políticos tuiteando acerca del tema. La versión oficial habla de lapsus, lo cual suena a chiste, la oposición tiene que pedir explicaciones a través de las redes, en lugar de en el Parlamento, y un miembro del Gobierno dice que es un bulo inventado por la derecha (a pesar de que de forma clara dicho General hablo ante millones de españoles).

En ningún país de Europa vemos lo que aquí, lo cual es una realidad difícil de desmentir. Posiblemente, todos los gobiernos tomarán medidas, pero el principal problema es que desde el minuto uno, las ruedas de prensa las dan militares, cuando la realidad es que estamos ante una pandemia sanitaria, en la que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tienen un papel, pero no “el papel”, y el presidente, debe coordinar, no dirigir una guerra.

Lejos de criticar la gestión, son más criticable las formas y la manipulación de las opiniones. Nadie duda de que el Gobierno quiere hacer lo mejor para que esto acabe, pero lo grave es que nadie duda de que el Gobierno usa esto para obtener un rédito político que le pasará una factura muy cara.