Hoy es Domingo de Ramos, un domingo especial para muchos, y que pasa desapercibido para otros, pero que no deja de ser particular.
La actual situación llama a la calma, y aun así, se hace muy difícil no sumarse a la oleada de odio suscitada por el Gobierno. La histeria, el miedo, y el dolor nos están llevando a tomar la situación de forma aislada, cuando la verdad es que el resto del mundo está igual o peor.
Pedir responsabilidades en estos momentos no tiene sentido, culpar de asesinato tampoco, pedir dimisiones, no procede. Igualmente, a toro pasado todos sabemos las soluciones, pero la pura realidad es que nuestro sistema sanitario, en su momento, era ideal, atascado, pero bastante bueno.
Sin embargo, y a pesar de todo, lo que si surgen a más de tres semanas de confinamiento son preguntas. Nos preguntamos cómo es posible que no haya material cuando empresas, empresarios y voluntarios están donando ese material, como es posible que el estado no haya coordinado desde el primer día la fabricación de respiradores, test, mascarillas.
Nos preguntamos por qué el Estado ordena cierres a sabiendas de que serían más de 30 días, pero sigue cobrando impuestos y cuotas de Seguridad Social.
Nos preguntamos por qué en plena crisis sanitaria regula los indultos y despenaliza los insultos a España y la Corona. Vemos a los Ministros riéndose a carcajadas explicando una futura ruina, y nos preguntamos el porqué.
No, no es tiempo de acusar de asesinato a nadie, no es tiempo de pedir dimisiones, no es tiempo de política, no es momento de inundar las redes insultando y criticando lo incriticable, ni tiempo de defender lo indefendible. Seamos conscientes, no individualicemos, por desgracia no es solamente España, es un problema mundial, pero sí preguntémonos si la actuación es la correcta o no.
De momento, la crisis sanitaria saltó a una crisis económica, y por la vía que vamos, podemos terminar en una crisis política, a veces nos desviamos del problema creando otros que no existían. Centrémonos en la crisis sanitaria, la cual gracias a Dios no depende de los políticos, siendo el sector sanitario y científico el que nos sacará de ella.
Entre todos debemos centrarnos, ayudar a la sanidad, afrontar la dureza del retorno al trabajo para minorar los efectos del estado de alarma. Y, sobre todo, observemos y analicemos todo lo que está ocurriendo.