Poco a poco nos vamos haciendo a la idea de lo que es un confinamiento, no me cabe duda de que para algunos será mejor que para otros, y tampoco me cabe duda de que es algo tan nuevo que evolucionará y madurará con los días.
Ni en los tiempos más duros de la postguerra el Español se vio tan privado del aire y el Sol.
Nos acostumbramos a una vida paternalizada, quizás con pocos derechos, controlada y a veces dura, pero que dio paso a toda una serie de derechos que considerábamos naturales.
Nos acostumbramos a que el individuo estaba por encima de la colectividad, de que el yo era lo más importante, e incluso en nuestra vida privada y psicológica, todos daban más importancia a ser felices que a poder hacer feliz a alguien.
Hoy es tiempo de entender que la colectividad, la solidaridad y el bien común están por encima del individuo. El yo tengo mis derechos debe someterse a su limitación para obtener un bien común. Seguramente habrá personas que no solo no lo entiendan, además alzarán la voz alegando que sus derechos están por encima de todo.
Como decía, cambiarnos de forma de pensar será más duro que el propio confinamiento, que es una novedad tan grande que no somos conscientes de su importancia y consecuencias. Si maduramos hasta el extremo de comprender la necesidad, no solo habremos conseguido que se pare la propagación de un virus, habremos conseguido entender que no será la primera vez que esto deba pasar, aprenderemos que cuando el Estado pida la colaboración, aunque sea por unas horas, todos actuaremos siguiendo las normas por el bien común.
En ocasiones el egoísmo humano debe doblegarse para entender que vivimos en sociedad, y eso, en ocasiones, requiere sacrificios.