Puedo suponer que mi asombro fue mal interpretado, ya había visto antes un coso taurino, a pesar de que nuca había asistido a una corrida de toros. Le expliqué a mi amigo que mi asombro era por la monumental belleza del edificio. [Lee aquí los capítulos anteriores]

Había salido a pasear, y cambiando mi ruta, quise bajar por calle Valdés, al llegar al coso, me detuve a contemplarlo. Era, como decía, edificio imponente más cercano a las grandes obras del Imperio Romano, que a las construcciones propias del siglo XX o XXI, me explico, -mientras apurábamos un café en un pequeño bar cuyo nombre no entendía, y que me parecía algún sofisma como el del Yin y el Yan- que esa construcción era del siglo XIX, y que precisamente se celebrarían 140 años de su inauguración, o construcción, no me lo supo explicar bien.

El edificio, con los tiempos que corrían, en detrimento de la que llamaban Fiesta Nacional, era bastante útil, y se organizaban conciertos, diversos eventos y, cómo no, corridas de toros.

Salimos del bar y decidimos circundar el perímetro, me detenía en cada puerta para preguntarle que se albergaba allí, tras tres nada, decidí dejar de preguntar. Al parecer, todo ese enorme edificio albergaba poco más que algunas dependencias municipales, y no tenía ni museos, ni bares, ni tiendas… en fin, algo impropio.

Me acordé enseguida del estadio de futbol que había en la capital de la provincia, en cuyos bajos había hasta un hospital. Tampoco pude eludir acordarme de la primera plaza que vi en mi vida, la de Sevilla, en la que, lejos de la magnificencia de esta al ser un edificio aislado y majestuoso, compartía en algunas de sus calles, puertas de acceso, locales típicos, creo recordar que un museo, y hasta una Iglesia.

Seguimos recorriendo el perímetro, admirándome por el bello color de las piedras, el aparente buen estado de todo, y al retornar a la entrada principal, y mirando hacia la fachada, entendí la grandeza de una fiesta, la cual me podría gustar más o menos, pero que daba paso a construcciones realmente bellas.

Miré a mi amigo, que con sus brazos cruzados a la espalda miraba hacia lo alto del edificio. Tras un breve “es muy bonita” añadió su sentencia, “lo que es una pena es no aprovechar todos los portalones para poner bares y tiendas y darle vida a esta zona, seria genial unir el centro con la zona nueva con un punto como este”.