Ya me había acostumbrado a su llamada cada mañana, pasadas las ocho, y tímidamente, el timbre me anunciaba la hora del café, y mi corchete me esperaba para comenzar la jornada. Era cómoda su presencia, porque siempre, siempre estaba disponible, y mi intimidad no se veía alterada. [Lee aquí los capítulos anteriores]

Tras el acostumbrado “buenos días” me di cuenta de que el bullicio del mercado contrastaba con la soledad de las noches. Hacía no mucho, unas opiniones sobre la despoblación del centro de la ciudad me hicieron acudir a la opinión del bigotes. A veces, me sorprendía. Cuando le pregunte por ese fenómeno, fue claro, y es que reamente, nadie quería vivir en un piso viejo, las nuevas barriadas, el campo, y la novedad habían ido vaciando el centro.

"Muchos se habían encargado de hacer poco atractiva la inversión en el centro"

Traté de contradecirle, pero con lógica me hizo ver que las casas rehabilitadas en el centro, la Bodega Sagrada Familia, etc., estaban llenas, no había pisos nuevos vacíos, estaban vacíos lo viejos o ruinosos edificios.

Era cierto, ¿quién se iría a vivir a un piso viejo…? pero se podría rehabilitar más… imposible con los planes de Urbanismo. Muchos se habían encargado de hacer poco atractiva la inversión en el centro, donde construir era más caro que en un terreno baldío, amén de que las comisiones o los pagos por favores debían de ser más jugosos.

Sus desvaríos me hicieron quedarme con lo esencial de su explicación, y llegamos hasta el bache donde solíamos tomar café algunos días, el de mi nuevo más mejor amigo, el calvo de la playa, que con claros síntomas de una noche toledana nos ofreció el sobrio café acompañado de la copita de anís.

Me sorprendió la temprana hora en que había abierto, debía de tener problemas, y así me lo confirmó. Al parecer estaba esperando a un cliente que debía llevarle un paquete que debía custodiar unos días. Me sorprendió intuir que había problema y que aquella inocente custodia fuera confirmada por él como un problema.

Con los meses que llevaba en la ciudad ya había intuido que la zona en donde nos hallábamos ofrecía dinero fácil y negocios sucios de manera casual a quienes menos podía uno explicarse. Y luego decía la gente que en Italia había mucha mafia. Al menos allí estaban organizados.