Daniel Bastida (Desde La Pasarela).- "Los secretos del buzón" es una vieja película argentina que conocen quienes gustan de escudriñar por el cine de otros países y de otra época, es decir, para auténticos cinéfilos cuya perspectiva cinematográfica va más allá de lo programado en las carteleras comerciales y los cineclubs más o menos culturales. El argumento de esta comedia gira en torno a la situación que origina el robo del buzón de un pueblo y los estragos que causa en las relaciones y secretos de sus vecinos. Este hecho se junta con la llegada a la villa de una compañía teatral que no es bien recibida por los habitantes del lugar, lo que a su vez tendrá relación con la mentada desaparición de la correspondencia. Y es que cuando se dan este tipo de sustracciones, lo normal es que existan demasiadas intimidades que nadie quiere salgan a la luz porque el daño puede ser propio y ajeno, y esto es algo que afecta a tod@s cuando se destripa lo que se supone es confidencial.
En El Puerto, los viejos buzones amarillos languidecen sin cartas en las esquinas: sucumbieron ante el avance del fax y del correo electrónico; el vandalismo ya los había desplazado. Haciendo historia de esos objetos tan cotidianos y urbanos, que tanto gustan a los niños, hoy hablaremos del buzón postal y sus utilidades. Por ejemplo, a mediados del año 1500 existió en Italia un cajón callejero para otro fin: la delación. Sucede que las misivas anónimas que se dejaban allí, en esos primitivos antecedentes del buzón moderno, estaban dirigidas a las autoridades, y denunciaban a los presuntos delincuentes. ¿Se imaginan uno de esos instalado en una céntrica calle de la ciudad donde los ciudadanos pudiesen delatar los actos censurables del vecino? No se libraría ni 'el Tato'...
Es cuando una mano negra destapa la caja de Pandora, al igual que en el filme dirigido por Catrano Catrani, lo que puede poner en jaque a los parroquianos inocentes e incautos que nunca desconfiaron de la privacidad del receptáculo postal. Indudablemente el robo del correo es una circunstancia preocupante, y se deben tomar precauciones para evitar el hurto de la correspondencia porque todos podemos ser víctimas. En la ciudad de Nueva York se ha llegado a modificar los buzones de tapa para impedir que los ladrones roben las cartas. Por lo general actuaban ladrones solitarios, aunque la policía neoyorquina detectó también y desarticuló algunas bandas organizadas que se dedicaban a estas operaciones. Tremendo. Quizás, hace veinte años, tal vez no cerrabas la puerta de tu casa o de tu coche, pero los tiempos han cambiado y nosotros hemos de cambiar, por tanto con la correspondencia también se deben tomar medidas de seguridad, como en cualquier otra cosa.
Lo cierto es que estamos perdiendo a los viejos buzones y pocos son los que aún se cartean. También se desvanece la costumbre de escribir cartas de amor. La necesidad está en el aire y es algo que se sabe porque las cartas que no envías solo son cartas marcadas, te regalan una mano, pero nunca un corazón.