La muerte es ese eterno acompañante que nos marca el destino. Siempre presente en nuestras vidas, jamás sabemos cuándo nos llega, cuando vendrá a visitarnos, y aunque nos cuidemos, protejamos, luchemos contra ella, siempre nos alcanza.
Curiosamente, da igual lo que hagamos por esquivarla, por retrasarla, porque al final, en cualquier etapa llegará para sonreírnos. Siendo cierto este hecho, si hay algo que podemos hacer, y cuando suceden hechos fuera de la normalidad, esto cobra mayor importancia.
Una noticia anunciando la aparición de un cadáver en descomposición debe hacernos reflexionar sobre cómo vivimos, como actuamos, como nos socializamos. En el tiempo de la comunicación instantánea, en donde redes sociales y móviles nos conectan a distancia, morir en soledad no debería ser noticia.
Qué estamos haciendo tan mal como para morir solos. Sin nadie que se pregunte por los silencios en las redes, sin nadie con quien hablar día tras día. Puede que haya personas aisladas, que prefieran esa soledad, ese aislamiento, pero me niego a pensar que junto a quien quiera soledad, no haya una persona pendiente de proteger su soledad.
Quizás nos preocupamos demasiado por nosotros mismos, hasta el extremo de dejar de importarles a los que nos rodean. Pero quizás, confiamos tanto en nuestro entorno, en nuestra burbuja de las redes, que nos olvidamos del roce de una mano al saludar a alguien.
Olvidamos lo que se siente al hablar con alguien mirándole a los ojos. Olvidamos que los gestos entonan lo que decimos, y que, en las distancias cortas, los malos entendidos dura lo que se dura en aclararlo, y no el tiempo de rectificar un mensaje.
La noticia de alguien que se pudre en muerte es peor que pudrirse en vida. Lo primero ya no tiene solución, lo segundo sí, y todos deberíamos mirar a quienes, en la cercanía, evitamos visitar.
Como decía, hay noticias tristes, morbosas, y un cadáver en descomposición no es noticia. La verdadera noticia es que alguien muera, solo, y que pasen días hasta que alguien se pregunte donde está. La muerte siempre nos lleva ventaja, y quizás los actuales medios sean la aliada perfecta para alguien que se sienta pacientemente a que llegue nuestra hora… más liviana cuando alguien puede decirte adiós al menos con la mirada.