Aproveché las jornadas estivales para poder viajar, visitar mi ciudad, y desear volver a mi espacio, a mi casa, a mis costumbres. De las primeras cosas que recuperé fue mi paseo por la playa, bajo un sol de verano, pero más fresco que el de otros lugares que visité.

Las olas me acompañaban, y tras algunas horas disfrutando de la playa, retorné con mi largo paseo recorriendo la ribera del río. Aún era difícil caminar sin que alguna obra me impidiera continuar la marcha y al llegar a la plaza donde se encuentra esa enorme fuente de Piedra, decidí continuar con mi paseo.

Nunca antes había subido por la nueva pasarela de madera, para mi gusto, personal, no encaja mucho con el entorno, pero bueno, es mi gusto, prefiero los muelles en piedra, y la madera, a no ser que se trate anualmente, puede deteriorarse con facilidad. Aún así, caminé llegando a ese mirador que fuera el inicio del antiguo puente, pude observar como ya habían roto uno de los trozos del paseo, algunas de las láminas de madera aparecían arrancadas, pisadas, destrozadas. Me lamenté de lo incívico de algunas personas, mi amigo el Bigotes se limitó a lamentarse del vandalismo generado por el turismo de borrachera. Por desgracia, todos los lugares que visité pueden lamentarse de lo mismo, desde pueblos del interior, a los de la costa.

Creo que vivimos tiempos en los que no es posible impedir que las personas vayan libremente a donde les plazca, y no creo que ningún municipio quiera actos vandálicos, y poco pueden hacer al respecto, excepto una rápida respuesta ante dichos actos. Y sobre todo, creo que a veces somos nosotros mismos los que, quiero pensar, inconscientemente, nos olvidamos que debemos cuidar más nuestro entorno.

Seguimos paseando y cruzamos la pasarela, sin ánimo de llegar hasta Valdelagrana, mi amigo giró hacia la estación, y me acercó hacia una zona que no conocía, solo un poco, camino de Aponiente, y entre mis quejas negándome a pasear por un polígono, giro inesperadamente y llegamos ante lo que era el comienzo de un fantástico parque natural.

Ni la hora ni el calor eran aconsejable, no invitaban a seguir por aquel camino, pero descubrí una nueva zona, que prometía agradables paseos, y ello a pesar de la incomprensible soledad que presentaba el entorno. Pensé que ya conocía de esta ciudad todo, pero aún me queda mucho por descubrir.