Hay una vieja canción, y digo vieja porque tiene más de 25 años, que Maná canto aquello de la loca del Muelle de San Blas. El Puerto tenía su particular muelle, el del vapor, donde algunos esperaban, sin remedio, la vuelta del viejo vapor. El viejo Muelle, el del San Blas, y el del vapor, siguen esperando inútilmente, y al igual que la canción, el muelle del vapor jamás desaparecerá.
Para nuestra generación, el espacio frente al Liba, exista lo que existe, será siempre el Muelle del vapor, igual que el Macario nunca desaparecerá, y aunque ahora este Mucho Teatro, y Massimo, siempre quedaremos en la esquina del Macario. Y es que, el ser humano tiende a negarse a los cambios, sean buenos, malos, necesarios o caprichosos.
La pérdida del muelle puede ser vista de muchas maneras, necesaria, para dar continuidad al paseo fluvial; buena para el exorno de la ciudad; Mala por la pérdida de un referente; o bien, como me parece a mí, innecesaria. Y me parece innecesaria porque priva al río de algo que siempre reivindico, su uso. El río no es solo para mirarlo, para pasear por su ribera… para el descanso de la vista. El río es para navegarlo, para darle vida desde él y no hacía el.
En otros tiempos, tan lejanos como la canción, el río rebosaba vida, los barcos le hacían cosquillas diariamente, y eso se perdió, pero llegaron los catamaranes, y llegan los barcos de recreo, y creo que más deberían llegar, y el viejo muelle, que tampoco era un elemento histórico del tiempo de los fenicios, podía haber quedado como muelle de cortesía, anclaje de varios pantalanes, punto de atraque de visitantes náuticos que pudieran hacer noche en el, recorrer El Puerto y subir por su calle Luna.
Creo que a veces pensamos poco, preferimos la solución fácil, pero me duele no dar oportunidad a lo que ya está. Un muelle siempre es un muelle, y el muelle del vapor, sin vapor, podía seguir siendo el muelle del vapor, haberle devuelto la ilusión al río, al que llegaran visitantes, pues, no todo el mundo usa bicicletas o tenis para recorrer la orilla, hay gente que las recorre desde el otro lado, y no es lo mismo pasear y marchar, que pasear, atracar y visitar. Nunca es tarde, pero hay oportunidades que se marchan para siempre.