[Lee aquí los capítulos anteriores] Mientras paseo me voy fijando en ese encuadre de la Basílica mientras llego desde la calle de Vicario, en ese momento, siento el mundo caerse bajo mis pies, y me encuentro con mis pies sumergidos en un lodazal que, evidentemente, no es propio de una calle.

Las risas de “El Bigotes” me suenan a guasa, y desde un comercio cercano alguien me dice que he tenido suerte, ya han contado a más de cinco señoras mayores que se han caído en lo que va de mes. Me alegro, en este caso, de mi suerte, pero me enoja ver mis zapatos llenos de lodo.

Al parecer, llevan tiempo así, algunos vacíos, sin árbol, y con una función más propia de una trampa para osos que servir de adorno a la ciudad. Si tuviera un carácter, como el de muchos usuarios, seguro que falsos de Facebook, pondría bonito al ayuntamiento, criticaría al único concejal cuyo nombre sé, sobre todo porque es hiperactivo, y tendría ese minuto de gloria criticando, tras una careta falsa, a un ayuntamiento, que, para mí, con sus luces y sus sombras, como todo ser humano, tiene fallos y cosas para criticar,



Es una vergüenza que una calle tan transitada presente ese lamentable aspecto, sobre todo porque al parecer lleva así más de cinco años. Es una vergüenza, y la cara se les debería de caer no solo a los de ahora, sino a los de antes también. Pero como ahora están ellos, la vergüenza la deben tener ellos.

No es cuestión de criticar lo que se hace o no, es usarlo para decir que El Puerto, mi Puerto, está hecho una mierda, porque creo que los que algo sentimos por esta ciudad, jamás en la vida, ni en esta legislatura ni en ninguna otra, debemos decir que nuestra ciudad es una mierda, pero sí debemos exigir, y como futuro votante, exijo que algo tan simple como son unas trampas más apropiadas para la jungla que pasa una ciudad, se arreglen… pero no luego, si no, ya, porque realmente son un peligro para cualquier ciudadano, y da igual de quien sea competencia, y el dinero, ya que es una cuestión de mantenimiento urbano y de clara necesidad para evitar una desgracia mayor.