La España profunda es una expresión sociológica, antropológica y literaria para describir un espacio cultural tópico, de la historia antigua y presente del país, identificado con los paisajes y atavismos de las zonas rurales.
Es común, para el “urbanita”, asociar la vida rural y campestre con un mundo idílico y equilibrado, con un espacio y un tiempo que desafía a la ciudad.
Pero cuando penetramos con seriedad en el entorno de los pueblos, valles y montañas, podemos distinguir dos mundos: el de los que siempre han estado allí, junto a sus vacas y cultivos viéndose atrapados en un lugar sin expectativas. Y el de los neorrurales, aquellos que creen en la utopía de que en el campo residen los últimos vestigios del paraíso terrenal, y abandonan la vida urbana para encontrar la felicidad junto a los oriundos, a los cuales suelen mirar con paternalismo o, en el peor de los casos, con aire de superioridad.
Para analizar este tema traigo hoy las siguientes películas: As bestas (2022), de R. Sorogoyen; Los santos inocentes (1985), de M. Camus; y Furtivos (1975), de J.L. Borau.
AS BESTAS (2022). Película con mucha imagen, diálogos los precisos, tempo lento pero adecuado, buena puesta en escena y un reparto excelente.
El título alude a la fiesta de “A Rapa das Bestas” de la aldea gallega de Sabucedo, en la cual varios hombres inmovilizan a caballos salvajes para recortarles las crines, desparasitarlos y marcarlos. El cineasta inicia la película con unas imágenes de este rito, como metáfora de lo que vendrá.
Una historia basada en el suceso real del conflicto de dos hermanos de la Galicia profunda con un matrimonio francés que se traslada a una aldea gallega. El recién llegado se opone a que implanten molinos de viento. Los nacidos en el pueblo ven en ello dinero y la oportunidad de escapar.
El matrimonio compuesto por Antoine y Olga, están instalados desde hace meses en una aldea del interior de gallego. Llevan una vida tranquila y de trabajo agrícola, aunque no mantienen una buena convivencia con los lugareños. Hay un conflicto manifiesto con los hermanos Anta, por intereses personales, lo cual que la tensión crecerá hasta alcanzar límites preocupantes.
Un Rodrigo Sorogoyen sobrio dirige este thriller psicológico, que es también un drama callado, un filme de venganza y a la vez de esperanza. Tragedia rural bronca de la España más profunda y negra imaginable, pero sin renunciar a la voz iluminada de lo justo, lo deseable, lo correcto, lo ilustrado.
Magnífico el guion Isabel Peña y el propio Sorogoyen; una música muy cuidada acompaña el rodaje y excelente la fotografía Álex de Pablo. En el reparto destaca la pareja de Marina Foïs y Denis Ménochet como el matrimonio francés que se niega a dar paso a la energía eólica en la aldea, subrayándose también el trabajo perfecto de Luis Zahera y Diego Anido en unas interpretaciones que dan hasta miedo.
La primera parte del filme se anima con la sed de venganza, el segundo fundamenta su peso en la necesidad de justicia. Si al principio es la violencia el patrón principal de comportamiento, posteriormente será la posibilidad del perdón.
Planos calmosos pulen cada una de las perspectivas. Hasta que, cuando la calma se quiebre de forma definitiva, la cinta deje de discurrir por fuera, para volverse sobre sí misma y convertir de manera íntima cada uno de sus infinitos dolores.
Película que provoca temor, también paranoia y furia. Thriller rural en que se hace presente el malestar de la España vaciada. Todo ello con un estupendo libreto, previa documentación de sus autores: “Hicimos mucho trabajo de campo, y siempre nos encontrábamos con opiniones muy polarizadas (…) Por un lado, la gente de ciudad que se instala para trabajar la tierra y restaurar casas, y por otro, los que se quieren marchar a toda costa”.
En la segunda parte del filme se muestra el tortuoso camino de Olga, compañera de Antoine (Marina Foïs, en el mejor papel de su carrera), con tintes de tragedia griega cargada de una infinita melancolía. En su diálogo con la madre de los hermanos del pueblo o en la discusión entre ella y su hija está sensacional.
Thriller donde la energía masculina se expresa con violencia y son las mujeres las que solucionan. Todo gracias a un cambio de punto de vista que hace girar la película y la eleva.
Conflicto llevado al límite, filme tenso de enfrentamiento entre los de fuera y los oriundos de una aldea gallega, un matrimonio francés decidido a cultivar el campo y favorecer el ecologismo, en un clima de zozobra insoportable.
LOS SANTOS INOCENTES (1984). Hace poco más de un año falleció Mario Camus a los 86 años, quien en esta cinta captura tanto la dureza como la riqueza que caracterizan las vidas de los hombres del campo que protagonizan la historia. Un conmovedor discurso para un pasado inolvidable e imperdonable.
Estamos en la España franquista, década de los sesenta. Una familia campesina vive pobremente en un cortijo extremeño bajo el dominio del terrateniente. Su vida se reduce a obedecer y pasar penalidades. Su destino está marcado, salvo que ocurra algo que les permita romper sus cadenas.
Las humillaciones de estos jornaleros simbolizan las injusticias cometidas en parte de esta población rural en aquellos entonces. Lo cual proporcionó a Camus la materia para construir una auténtica joya del cine español. Está basada en la novela homónima de Delibes escrita en 1981, también una obra literaria cumbre.
Paco, Regula, sus cuatro hijos con la Niña Chica y Azarías se convirtieron en la mirada sin pliegues de Camus en una especie de espejo cruel y naturalista. Camus captura la dureza y también la riqueza que caracteriza sus vidas.
Excelente dirección de Mario Camus, y grandes interpretaciones, premiadas en Cannes, de Paco Rabal y Alfredo Landa.
El filme presenta a estas personas de una manera gradual y fascinante, sin enfatizar demasiado las formas reprobables en que son tratadas, tratando lenta y cuidadosamente los acontecimientos de la historia.
La novela ha quedado ya indefectiblemente unida a la película que es sin duda exp5resión máxima de un cine que es compromiso moral, que define a la perfección el sentido del oficio, del pudor y del deber (Mención especial Festival de Cannes). Pocos directores tan transparentes, tan claros y cabales como Camus.
FURTIVOS (1975). Ángel (Montllor) es un hombre primitivo y rudo, un cazador furtivo que vive con su madre (Gaos) en una perdida casa en la montaña, en la España más profunda imaginable. Su madre es una mujer violenta que ejerce un poder tiránico sobre él.
En una de las pocas incursiones que Ángel hace a la ciudad para comprar trampas de caza, conoce a una joven impetuosa de nombre Milagros (Sánchez), una pobre chica que ha podido evadirse del reformatorio de monjas donde se encontraba recluida. Milagros es la amante de un delincuente llamado El Cuqui. Pero Ángel le ofrece su casa y su protección, y casándose con ella.
Ángel, atrapado entre Milagros y su madre, decide expulsar a esta última del dormitorio principal donde hasta entonces dormían ambos juntos (se apunta la cuestión del incesto), para ofrecérselo a Milagros a modo de lecho nupcial.
Pero la madre de Ángel no puede esconder el odio que siente hacia Milagros ni puede tolerar por celos la atracción que su hijo siente hacia ella. La historia de Ángel, esposa y madre despechada desembocará en un auténtico drama.
Mientras tanto, el gobernador y su séquito van y vienen por la casa en el bosque para cazar, comer, y divertirse, en aquella época franquista de servilismo en que se dejaba al gobernador disparar a las mejores piezas. De ahí la famosa frase en el filme cuando alguien dice: “El ciervo del gobernador”, haciendo un juego de palabras entre que el tal ciervo estaba reservado para el gobernador o que el gobernador era un cornudo.
José Luís Borau dirigió magistralmente este filme que ya es un referente del cine en la época de la dictadura. Y eso que Borau fue un director muy irregular. Borau no creó escuela ni fue un director de fuste como Saura o Bardem. Pero con Furtivos dio el campanazo y consiguió la Concha de Oro en San Sebastián.
Pero en esta historia no hay que olvidar el enorme guion de Manuel Gutiérrez Aragón, sobre todo, con la colaboración de Borau; un guion en el que va intuyendo con cierto desasosiego, que las cosas van a acabar mal. Y se mantiene el suspense con un “increscendo” dramático asfixiante muy conseguido, en el que todos los acontecimientos cobran pleno sentido.
El final trágico tiene escenas de gran dureza (la paliza al lobo, la pelea de Ángel con su madre, etc.). La fotografía de Luís Cuadrado tiene un nivel visual asombroso, con el uso de un color sutil impecable; unido a los sugerentes encuadres de Borau. Y el montaje es quebrado, áspero, con ritmo y alguna elipsis de gran nivel. Ambientación soberbia que nos traslada a la España negra.
En cuanto al reparto los personajes, bien escritos en el guion, están interpretados a gran altura. Lola Gaos excelente, una de nuestras grandes actrices, con un trabajo magistral, con su cruenta y latente violencia trasladada al espectador, con un lenguaje físico poderoso, el gesto poderoso, su mirada como dos punzones, su voz cual susurro sofocado, y capaz de combinar intimismo y perversidad, un odio infinito, un papel que desborda realismo.
Ovidi Montllor hace una interpretación de hombre huraño y asilvestrado, pero con ilusiones románticas; un ser perdido que busca salir del ambiente tóxico de su madre; transmite amor, ilusión, esperanza con su nueva mujer, con un lenguaje corporal sobrio, sin apenas palabras.
Alicia Sánchez en su rol de muchacha díscola, apasionada y sin educación apenas, borda su papel de pícara que utiliza su cuerpo como arma, que se debate entre dos hombres, pero que sabe aportar luz a Ángel. Ismael Merlo bien, igual que José Luís Borau en el papel de Gobernador paternalista y buenista.
Gran radiografía de la España profunda, un retrato nada complaciente que pone en evidencia las penurias, deficiencias y miserias de un país atrasado en muchos aspectos, con la dictadura impávida que se limita a matar ciervos y a soltar alguna propina a los pobres desgraciados que les sirven.