Cuando estas líneas vean la luz aun la incertidumbre reinará en Andalucía. Las urnas aún estarán abiertas y cualquier mención en defensa a unos u a otros será, cuando menos, un quebranto a la sana reflexión.
Expresar una reflexión en voz alta tampoco es sano, y aún menos, expresarla si está alejada del nuevo credo de la FEN, la formación del espíritu nacional del nuevo orden da la nueva infranormalidad.
Es más sano parafrasear, dar rodeos, no exponer el parecer y, cual avestruz de cuello corto, esconder la abotargada cabeza en el primer boquete que veamos, eso sí, en postura tal que los kilovatios, gases y los nuevos inventos nos penetren de forma suave y generando la estulticia propia de los agobernados, que suena mucho mejor que los aborregados.
Nadie sabe el resultado, y queda claro que, hasta Dios, tardó seis días en hacer el mundo, el séptimo descansó. Por ello, lejos de analizar las posturas, todas ellas legítimas y democráticamente alienadas en torno al significado de su adjetivo, prefiero esperar, confiar, y sea cual sea el resultado, confiar en esa mano que tiende el destino para evitar adversas consecuencias.
Vivimos en una extraña democracia, y digo extraña porque es una democracia maniquea que no entiende de matices. El bien y el mal, desde hace mucho tiempo, se fusionaron en grises mas convenientes, ni nadie es bueno bueno, ni mucho menos malo malo, los actos, dependiendo de la perspectiva también hace mucho que dejaron de ser buenos o malos, y los que para unos son los buenos, para los otros son los malos. El verdadero problema estriba en esa mala educación, en esa insana ignorancia, ignorancia de la historia, del propio ser humano, y así, poco a poco, caemos en la intransigencia selectiva que obliga a la destrucción del pensamiento no compartido. Cierto que unos más que otros, y de ejemplos se llena el día a día, en donde se llama a las trincheras, aunque el resultado sea una aplastante mayoría de una forma de pensar.
Vivimos no ya la hora de la reflexión, sino la hora de la decisión, y solo espero que sea cual sea esta, la de cada cual, y sea cual sea el resultado, la madurez y el sentido común se impongan. Voten y sean consecuentes, con su pensamiento y su forma de vida, pero siempre desde el respeto.