Los invisibles (Tribuna libre).- El confinamiento que entre los meses de marzo y mayo de este año sufrimos como consecuencia de la pandemia de la Covid-19, provocó en nuestra ciudad un aumento en las condiciones de precariedad de muchas personas y muchas familias. Por un parte, las personas sin techo, que por entonces alcanzaban aproximadamente las 50 personas, se encontraron con la imposibilidad de acceder a recursos como la venta de pequeñas artesanías, la “vigilancia” de los aparcamientos, la mendicidad de cualquier forma y otros. Como ya denunciamos, se retrasó demasiado la puesta en marcha de los recursos públicos que hicieran digno su necesario confinamiento.
Por otro lado, a medida que nos adentrábamos en las distintas prórrogas del estado de alarma creció el número de familias que, agotados sus recursos y ante la impasibilidad de trabajar y por el retraso de las ayudas de desempleo, por ERTE, etc… empezaron a demandar ayudas para la subsistencia más básica: alimentación e higiene. También en esta otra parcela los recursos movilizados por otras administraciones y en particular por el Ayuntamiento local fueron, desde nuestra opinión, tardíos y manifiestamente insuficientes. Numerosos colectivos y personas particulares se movilizaron para organizar la solidaridad popular con estas personas: las monjas del Espíritu Santo, ADRA, algunos hosteleros locales, Cruz Roja, algunas asociaciones de vecinos entre otros y nuestro colectivo al que dimos a llamar L@s Invisibles. Tomamos el nombre de aquellas personas a las que queríamos ayudar solidariamente que eran aquellas que necesitaban solidaridad urgente y que sin embargo parecía no ser vistas por la administración.
Como dice el informe memoria de aquella fase del trabajo:
“Mientras estuvimos en esas circunstancias atendimos durante un mes a cincuenta personas diariamente de lunes a domingo, acercándoles la comida a sus puntos de confinamiento.
Pasado los días del estado de alarma la situación fue cambiando y las necesidades de la situación también. Ya no solo la demanda de alimento era por parte de los sin techos si no que cada vez más con más frecuencia venían familias enteras que ante la pérdida del sostenimiento económico tenían que buscar el alimento de su familia.
Ante esta situación nos organizamos en un espacio más amplio (sede del PCE e IU puerto) para dar cobertura a las familias con cajas de alimentos no perecederos, carnes, pescado, frutas e higiene y al colectivo sin hogar seguir atendiéndolos con su pack de tupper de comida, fruta, postre, zumo y bocadillo.
Durante dos meses se atendió –al menos una vez– a 700 familias (unas 3.200 personas) además de más 40 personas diariamente para comida, desayuno y cena".
Trabajamos en coordinación más de 60 voluntarias y voluntarios en tareas de cocina diaria, de recogida y entrega de los lotes y comidas. Fueron cientos los donantes de dinero y productos de alimentación. Las donaciones se recibieron de particulares pero también de establecimientos locales de hostelería, alimentación, hermandades, grupos de amigos, colectas de compañer@s de trabajo, etc.. La cuantificación del importe de las ayudas a las familias ronda, en nuestra estimación, los 36.000 euros. El importe de las comidas calientes cocinadas por familias portuenses y entregadas a diario es incuantificable. Gracias a todas ellas y a todos ellos. “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, dijo bien Gioconda Belli.
Se puede consultar todo el informe haciendo clic en este enlace.
Cuando la desescalada se culminó a finales de mayo y se retomó la Nueva Normalidad , nuestro colectivo tomó la decisión de interrumpir sus actividades por varias razones: además de que la movilidad de las personas creaba condiciones diferentes, muchos voluntarios y voluntarias volvían a sus ocupaciones interrumpidas por la cuarentena, las donaciones solidarias habían disminuido pero sobre todo y esta es la razón principal creíamos que era momento para que las administraciones organizaran la ayuda social de manera más sistemática y efectiva.
Sin embargo, a medida que avanza el verano, además de la preocupación general por los rebrotes, nuestro colectivo se ha vuelto a convocar para reflexionar sobre el estado de nuestra ciudad sobre todo en lo referente a ayuda social a los colectivos precarios citados. El Centro de Emergencia Social se cerró poco después de finalizada la desescalada sin que sus usuarios cuenten ahora con recursos sistemáticos de higiene y alimentación: las personas sin techo siguen sin acceso a una alimentación digna, situación agravada por el cierre definitivo del Comedor Social que funcionaba en la calle Cruces. El funcionamiento del Albergue Municipal arrastra las consecuencias del impago sistemático de las subvenciones a la Asociación Anydes. El plan SIGA, complementario a los comedores escolares, que palió durante la cuarentena la situación de déficit alimenticio de los hijos e hijas las familias acogidas, dejó de funcionar en verano creando un nuevo vacío de recursos a las familias.
Este verano sólo ha funcionado una de las ludotecas –la de Afanas– que apenas ha podido cubrir la demanda asistencial de un centenar de criaturas. Calculamos que más de 400 niños y niñas esté sufriendo las consecuencias de esta dejadez. Algunas organizaciones de carácter religioso han dejado de funcionar durante el verano por diversas razones y otras como ADRA han tenido muchas dificultades –solucionables por otra parte con voluntad y disposición municipal– por temas de infraestructura. Las ayudas a los trabajadores y trabajadoras incluidos en ERTE no han llegado en muchos casos y el Ingreso Mínimo Vital, responsabilidad compartida por el gobierno central y las administraciones local y autonómica, sufre un atasco burocrático que hace que muchas familias vuelvan a demandar nuestra ayuda.
El Ayuntamiento local no solo no ha tomado desde mayo ninguna medida extraordinaria para atender a estos colectivos sino que su parálisis en este tema ha provocado, entre otras cosas, grandes atascos en los servicios de la Delegación de Bienestar Social. Tampoco hay ningún intento por recopilar la información necesaria para afrontar la crisis de precariedad familiar que se está produciendo. Tampoco se atiende las demandas de información de los grupos sociales y políticos ni se hacen esfuerzos para coordinar con los colectivos y los agentes sociales la respuesta y las acciones necesarias.
Cualquier situación sobrevenida en la que se agudice la circulación de personas o se repitan fases del confinamiento a nivel local, andaluz o estatal, nos sorprenderá con el mismo nivel de descoordinación y falta de recursos que la cuarentena anterior y con una nivel de precariedad familiar mucho mayor y por tanto unas necesidades mucho mayores.
El colectivo que se agrupó con el sobrenombre de “Los invisibles” quiere invitar con carácter de urgencia, a todos los colectivos sociales y a las personas que están ocupadas y preocupadas por la precariedad familiar en nuestra ciudad, por su situación actual y la que pudiera venir, a una plataforma de coordinación para detectar y paliar las consecuencias de la precariedad familiar y personal y a tales efectos hemos iniciado los contactos para establecer una fecha de reunión.