La vida marca sus propios pasos, es como una marea incontrolable que a veces tratamos de detener. Nuestros titánicos esfuerzos a veces desvían el curso de las cosas, pero la realidad es que lo que tiene que suceder sucede.
Controlamos aspectos de la naturaleza creyendo haberla dominado, moldeamos a nuestro antojo casi todo, sin embargo, cuando menos lo esperamos, una riada incontrolada nos invade sin que podamos evitarlo.
Nuestro único esfuerzo, cuando eso ocurre, se dirige a evitar males mayores, en ese instante, nos damos cuenta de que no dominamos nosotros, la naturaleza con todo su potencial, nos domina a nosotros, nos moldea, nos hace adaptarnos, cambia nuestros hábitos de vida, haciéndonos insignificantes ante todo el despliegue de su poder.
Puede que esos devastadores efectos naturales hayan sido provocados por el hombre, pandemias que se desarrollan en laboratorios, cambio climático, la mano del hombre jugando con la naturaleza, que se resuelve, como un cachorro cabreado mordiendo la mano que lo incomoda.
Solo nuestra soberbia nos lleva a decir que no es la naturaleza, sino la mano del hombre, ridículo argumento de quien presumiendo de provocar algo no es capaz de controlarlo.
Ahora la naturaleza, tras el azote que nos ha dado, se aleja, lo que ayer se decía que duraría años, ahora se relaja. Los planes de futuro que se alargaban casi hasta el otoño se modifican volviendo a una normalidad en menos de una semana. La naturaleza se vuelve a reír de nosotros, que intentamos comprenderla y ordenar su propio modo de actuar.
Como un huracán devastador, la pandemia a dejado su huella, nos ha castigado como hacía mucho que no lo hacía, y su paso por nuestras vidas dejará cambios, crisis, nos obligará a volver a empezar, desde allí donde lo dejamos, pero de forma diferente.
No es cuestión de política, que ya ha demostrado que nada puede hacer, excepto tratar de aguantar la inundación lo mejor posible; no es hora de lamentos… es tiempo de ver volver las aguas a su cauce, de evitar volver a construir sobre los pasos naturales de las aguas, aprender que la sanidad no debe estar bajo mínimos, sino preparada para ponerse al 100% en pocas horas, como IFEMA.
Es hora de aprender, aprender que no dominamos la naturaleza, somos parte de ella y de su juego, a veces macabro.