Marafado.- La naturaleza nos lo da todo. Todo lo verdaderamente necesario… ¿y por amor? Nos da madera para construir, alimentos generosos para animales y humanos como especie, medicinas... El sol y el agua nos proporcionan lo esencial para la vida en el planeta Tierra: el oxígeno, la luz, el calor. Y lo hace en un equilibrio perfecto, para que perdure en el tiempo, para todos los hijos de nuestros hijos. ¿Por qué somos tan ignorantes como para destruirla?
¿Y nada más? También nos desconecta. ¿Cómo? Con algo tan simple como un paseo por la naturaleza. Vivimos acostumbrados a estar hipercontrolados, hiperactivados, hiperinformados, hiperenganchados… para estar hiperocupados. Siempre hacia fuera de nosotros. Y sin embargo, con solo andar el primer metro de un paseo por el campo, todo se desconecta de la mente… si tú quieres.
El verde relaja los ojos. La distancia equilibra los sentidos y amplía la propiocepción. El olor nos recuerda lo esencial: la infancia. Y el sonido que nos rodea activa amablemente a ese animal escondido dentro de nosotros, que también quisiera dar un paseo por su naturaleza primitiva.
Pero lo más mágico es que, solo por hacer este pequeño ejercicio, se disparan las endorfinas de la alegría por todo el cuerpo. Incluso se sabe que el suelo de los caminos emite unas feromonas naturales que ayudan a sentirse en paz. Tan necesario.
Lo inusual. Sentarse en un pradito, rodeado de árboles, y si es posible junto a un río –como el Majaceite en El Bosque– y abrir la mochila con los manjares… cuando se tiene hambre y ninguna convención social encima. Eso es un pequeño acto de libertad.