Nunca se ha conocido a El Puerto como una ciudad de patios. Las Cruces de Mayo siempre pasaron de largo y los geranios no formaban parte de su identidad. Sin embargo, con el paso de los años, y dejando atrás el tipismo del Barrio Alto con sus macetas colgantes, El Puerto ha conseguido que cada primavera lleguen visitantes atraídos por lo que ya se conoce como la Fiesta de los Patios.
Nadie puede precisar si fue primero la Ruta de los Guisos o la apertura de patios, ni si uno impulsa al otro o viceversa, pero lo cierto es que la ciudad, durante este fin de semana, se llena de turistas que disfrutan de un evento que ha sabido madurar con los años. Algunos, sobre todo forasteros, se atreven a afirmar que esta tradición siempre ha sido parte del alma portuense, llegando incluso a juzgar si un patio es o no digno de tal nombre. Pero la realidad es que, tras tantos años, la gente viene, se toma su vino, disfruta si puede y, al final, pasea entre patios funcionales, a veces más verdes que floridos, pero siempre auténticos.
Aquí no se trata solo de macetas perfectamente alineadas, sino de espacios donde prima la cortesía y la hospitalidad, donde los patios no son solo postales turísticas, sino lugares vivos. Son patios de vecinos, particulares, de negocios, municipales... espacios que, aunque pierden su tranquilidad por unos días, se abren para ofrecer una experiencia genuina a quienes los visitan.
De la mano de la hostelería, esta fiesta se combina con un tapeo diferente que, casi sin quererlo, convierte a la ciudad en un destino interesante. Se podría criticar, sin duda, y los puristas encontrarán cientos de detalles que mejorar, pero la realidad es que la ciudad se llena lo suficiente de personas que echan un buen rato, que disfrutan sin buscar fallos y que, al final, se llevan un buen recuerdo.
No, esto no es Córdoba ni sus Cruces de Mayo, es El Puerto, una ciudad que abre sus patios, ofrece su vino y agradece las visitas de quienes, sin poner pegas, disfrutan de lo que ven. Y lo que ven, aunque no siempre sea perfecto, tiene nombre.
Algunos querrán ver en todo esto oscuros intereses políticos o intrigas personales, pero la realidad es mucho más simple. Este evento, esta locura convertida en tradición, tiene un nombre propio: Nani. Sin su pasión, sin su tiempo, sin su esfuerzo, esto no sería lo que es hoy.
Y sí, quizás sea un invento, quizás no sea una tradición milenaria, pero es una realidad que, para algunos, pasará a la historia local con un nombre propio. Para mí, siempre será la Fiesta de los Patios del Nani. Gracias por tu tiempo y esfuerzo.