El director indio-estadounidense M. Night Shyamalan tiene un largo recorrido de excelencia con títulos como El protegido (2000), Señales (2002), El bosque (2004) o Múltiple (2016). Películas que sorprenden, que impactan y que han creado escuela.
Es un cine sinuoso que atrapa. Hoy me voy a referir a películas suyas como el estreno La Trampa (2024); Tiempo (2021); El incidente (2008); o El sexto sentido (1999).
LA TRAMPA (2024). Un padre y su hija adolescente asisten a un concierto de música pop; es un premio por las buenas notas. Una vez allí el padre advierte que están en el centro de un oscuro e insospechado estado de cosas. Así, desde el principio nos tropezamos con un denso, tenso y entretenido drama sobre la captura de un asesino en serie.
La maestría de M. Night Shyamalan subvierte el género con una estructura audaz e inesperada, y el filme da un giro tonal y evoluciona hacia algo más oscuro, más perturbador e incluso desgarrador. Es otro ejemplo del sentido retorcido y sinuoso de su director, con esa especie de elemento perverso por medio o humor negro que bajo su batuta se hace digerible en la pantalla.
Hartnett interpreta muy bien a Cooper, un bombero local y un padre de familia digno, que lleva a su hija de trece años a un recital en un estadio de Filadelfia. La artista es la estrella pop ficticia, Lady Raven (Saleka Shyamalan, cantante de rhythm and blues R&B e hija del director). La joven hija de Cooper Riley está interpretada por la actriz australiana Ariel Donoghue: muy bien.
Cooper empieza a darse cuenta de la ingente presencia policial en todo el recinto y se pone cada vez más nervioso. Le da varias excusas a su hija para marcharse fuera del espectáculo hasta que se hace amigo de un empleado de color que reparte camisetas del concierto, el cual le confiesa que el espectáculo es una operación encubierta del FBI para atrapar a un asesino en serie.
El tal asesino tiene aterrorizada a la población y es apodado por prensa y TV como el “Carnicero". Enseguida nos damos cuenta de que Cooper es ese asesino. Cooper es, por una parte, un miembro honrado de la comunidad, esposo y buen padre, pero por la noche, es un criminal que mata a sangre fría y sin escrúpulos.
La cinta entra en el terreno de la pura adrenalina cuando Cooper se afana en mirar las puertas y planear la fuga. Pero se da cuenta que la policía está bloqueando todas las salidas. Además, ha comenzado a controlar para ver quienes se ajustan al perfil del psicópata.
Thriller asfixiante y bien construido, que se enrolla en un bucle de pura claustrofobia, tanto que parece que Cooper va a quedar sin opciones de escape. La hija, en los primeros compases absorta en el concierto, empieza a mostrarse preocupada y a mostrar signos de alarma, cada vez más, por el errático comportamiento de su padre que entra y sale de la sala para planificar una escapada en apariencia improbable, cuyas posibilidades son cada vez menores.
Pero Cooper, tal como apuntan los manuales de psiquiatría de la psicopatía, es un ser muy inteligente. Astuto al máximo utiliza todo tipo de trucos y su capacidad de encanto y persuasión con unos y otras, para colocarse tras el escenario en zonas exclusivas para los empleados del espectáculo. El filme entonces hace un canje brutal y comienza un auténtico drama que sube y baja cual montaña rusa.
En el reparto, Joshs Hartnett hace un trabajo muy interesante y de gran precisión sobre un personaje complejo y con un interior severamente lastrado por una madre posesiva y un entorno tóxico: un monstruo.
La parte final de su esmerada transformación está hecha con una intimidación calculada, que deviene espantosa y ardua. También con un fondo de enorme tristeza: Hartnett interpreta varios papeles a la vez, capas agudamente cambiantes, y muy convincente en todas.
Shyamalan construye sibilinamente un viaje emocional para el espectador que, como es sabido, es inconstante en sus simpatías, para que pueda aparecer su ambivalencia más intrínseca.
Así, en teoría, queremos que atrapen al asesino, pero Shyamalan aprovecha nuestra humanidad natural, para que no podamos evitar simpatizar con él y con su difícil situación de acoso. También está la opción de identificarse con su hija, su familia, y otros personajes. El filme, tras alguna jugada de extrema sagacidad por parte del personaje, termina con una sonrisa malvada y retorcida.
Magnífica la dirección y guion de Shyamalan. En el reparto, además de los ya mencionados Josh Harnett, que sostiene la película como el bombero psicópata Cooper; la actriz y cantante Saleka; o la hija Ariel, Joy Donoghue; intervienen también Hayley Mills (mi recordada actriz de la niñez: Pollyanna, 1960) en el rol de Dra. Criminóloga Josephine Grant.
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TIEMPO (2021). Adaptación de una novela gráfica: “Sandcastle” (2010), escrita por Pierre Oscar Lévy y dibujada por Frederik Peeters. Un grupo de turistas llegan a una playa paradisíaca con la única intención de ser felices, lejos de las preocupaciones del trabajo.
Pero resultará ser que, en la tal playa, por cada media hora que pasan en ella, todos envejecen un año. Los que tienen entre 20 y 30 años cuando llegan, como ocurre con muchos de los padres, no tardarán en rozar el final de sus vidas.
Esta cinta, inicialmente parece algo convencional, pero es reflejo de una sociedad perdida, despistada y superficial, amén de inconsciente y acobardada. Un mundo de personas muy centradas en sus pequeñas miserias o en su cuerpo o en pasarlo bien y ser “felices”.
Este proyecto de Shyamalan cuenta con un elenco internacional impresionante que incluye a Gael García Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell o Ken Leung, entre otros. Estupendas y conjuntadas actuaciones.
Turbadora en su sencillez, movimientos de una cámara inquisitiva y sinuosa, sonidos, silencios, llena de momentos que remiten a un ejercicio de estilo en escenario único, con el tiempo que todo lo devora hasta envejecer sin remisión. Preside un tiempo de “fugacidad inane”, invitación a reflexionar sobre la fugacidad de la vida, visto desde un prisma de terror suave: todos “dispuestos a se acabar y fenecer” (J. Manrique).
Así es la película: Un oscuro mecanismo de terror existencial al sol de la playa. “Tempus fugit” y una experiencia aguda y penetrante sobre el curso de la vida.
Cierto es que la película no acaba de cerrar los argumentos que propone; tampoco es cruel o sangrante con la cruda realidad de unos personajes que finalmente sólo anhelan escapar de esa playa o que los rescaten.
El final es algo pedestre y torpe. Pero incluso se perdona, pues lo que cuenta es la impresión tan grotesca y a la vez inevitable de que la historia es la de todos. Toda una metáfora para quien quiera ver más allá de lo anecdótico.
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EL INCIDENTE (2008). Shyamalan dirige esta película de pandemia que cuenta las extrañas y escalofriantes muertes que se están produciendo en las principales ciudades de los EE. UU., donde la gente se inflige daño a sí misma con suicidios en masa, lo cual carece de una explicación mínimamente plausible.
Elliot Moore (Wahlberg), un profesor de ciencias de Filadelfia intenta eludir este letal fenómeno y se dirige a Pensilvania con su mujer (Deschanel), su amigo Julian (Leguizamo) y la hija de éste; pero no tarda en darse cuenta de que ningún lugar es seguro. De repente, Elliot empieza a vislumbrar la naturaleza de lo que está ocurriendo, relacionado con una neurotoxina liberada por las plantas.
Interpretada con solvencia por Mark Wahlberg, Zooney Deschanel y John Leguizamo, resulta ser un espectáculo brillante y en los momentos de terror surgen fogonazos inesperados, subrayados por una magnífica banda sonora (música y ruidos) de James Newton Howard, propia del género.
Resulta una película arrebatadora y asombrosa, a la vez que muy aguda en sus planteamientos, exaltada e incluso mística cuando se piensa a posteriori.
EL SEXTO SENTIDO (1999). Fue esta la tercera película de Shyamalan; con ella demostró su autoridad en el panorama cinematográfico. No es sólo un filme de terror, es una obra compleja que tiene muchos ángulos que sólo tras un visionado o dos de plus, acertamos a entender en toda su extensión.
Tiene un guion propiamente genial del propio Shyamalan, que mezcla realidad con ficción, la vida real, la dimensión sobrenatural y el afán de redención de un psicólogo que en su día no acertó a ayudar a un joven trastornado. Todo ello provoca que el espectador sienta gran inquietud y turbación todo el metraje.
Una película emocionante y turbadora que pone en imágenes muy sugerentes un terror próximo a lo real, en un clima tenebroso, conducido por un libreto lleno de sorpresas y suspense que nos lleva por insólitos pasajes hasta casi no saber dónde está la verdad del enigma.
Tan es así, que el espectador sale engañado tras el visionado, burlado por el director, pues en el transcurso de la trama vamos dando por ciertos, aspectos que posteriormente resultan de manera distinta; o sea, Shyamalan nos engaña alevosamente.
El reparto es de lujo con un Bruce Willis Willis rozando la perfección en su rol frío y distante, a veces y compungido, ofuscado otras; y junto a él, el niño Joel Osment, que con tan corta edad logra una actuación antológica para su enigmático personaje.
En resolución, un enorme drama de misterio e intriga psicológica, que concluye de una manera única en la historia del thriller.